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Las engañaban, las traían a Gran Canaria y las obligaban a prostituirse

Las engañaban, las traían a Gran Canaria y las obligaban a prostituirse

La Audiencia Provincial juzga mañana a dos rumanos acusados de los delitos de trata de seres humanos con fines de explotación sexual en concurso ideal con el delito de prostitución coactiva

Jueves, 1 de enero 1970

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A uno de los procesados se le piden siete años y seis meses de cárcel y al segundo, seis años y seis meses y el pago cada uno de 9.000 euros a las víctimas. La Fiscalía Provincial se refiere en este caso a Ionut C. y Aurel M. dos varones que presuntamente utilizaban el modus operandi conocido como lover boys, es decir, buscaban y captaban a chicas que, siendo menores de edad y sin haber acabado el colegio en Rumanía, estaban próximas a cumplir su mayoría de edad a través de redes sociales como Facebook, Messenger o Badoo, para hacerlas creer tras algunas conversaciones a través de internet que iniciaban una relación sentimental.

Según la Fiscalía, la única finalidad que guiaba a los procesados era explotar sexualmente a las chicas para su lucro personal. Para ello, hacían creer a las menores de edad, que se habían enamorado de ellas y que querían iniciar un proyecto de vida en común. Cuando las chicas estaban próximas a cumplir los 18 años, los procesados les manifestaban que podrían irse a vivir juntos a España, donde podrían trabajar, a sabiendas que las menores carecían de cualquier tipo de contacto en España, no hablaban el español y además de alejarlas así de su entorno. Incluso los procesados las ayudaban a obtener la documentación necesaria para poder viajar. Una vez que la chica cumplía los 18 años, ésta viajaba hasta Gran Canaria acompañada de quién decía ser su novio, sostiene en su escrito de calificaciones el Ministerio Público.

Los procesados, a pesar de que residían en Gran Canaria, una vez que ya existía esa relación virtual con la chica, se desplazaban a Rumanía, para no solo adquirir los billetes de avión de las chicas, sino para acompañarlas en el viaje desde su ciudad de origen a Bucarest y desde, allí a Gran Canaria. Una vez en la isla, las chicas eran alojadas por éstos en los pisos que tenían alquilados en Las Palmas de Gran Canaria.

Después de unos días en la isla, los procesados manifestaban a las chicas, que era imposible encontrar trabajo, y que la única manera de sobrevivir era que ella se dedicara a la prostitución. Para ello las chicas eran llevadas a casas de citas en la calle Molino de Viento, de la capital grancanaria, donde se prostituían durante al menos 10 horas cobrando por los servicios las cantidades establecidas por las personas que regentaban las casas. Sin embargo, ese dinero no era íntegramente para la chica, pues después de abonar la cantidad que le correspondía al dueño de la casa, el dinero era entregado a los procesados. Eran las chicas, quienes debían de pagar el alquiler de la vivienda, así como todos los gastos y reembolsar el precio de los billetes de avión con los que habían llegado a Gran Canaria. Además los procesados apremiaban a las chicas para que hicieran cada vez más dinero, no dudando en «gritarles, amenazarlas, insultarlas o golpearlas», sostiene la Fiscalía.

Concretamente, Ionut C., con el propósito de buscar a un chica que creyera que él se convertiría en su pareja sentimental para poder lucrarse de la explotación sexual a la que sería sometida en Gran Canaria, conoció a una joven en Rumanía que era menor de edad, a través de la aplicación Messenger en 2013. Una vez consolidada la relación virtual, tras cuatro meses, el procesado se desplazó hasta la ciudad de origen de ella y, siendo ésta menor de edad, comenzaron a convivir. Próximo al cumplimiento de los 18 años de la menor, el procesado comenzó a animarla para que ambos abandonaran Rumanía para instalarse en España donde, según el acusado, tendrían buenas oportunidades económicas y laborales, pues en España se encontraba el hermano de Ionut C. y la novia de éste. Fue el procesado quien acudió además junto a la menor a la administración rumana, para que ésta obtuviera la documentación necesaria para poder viajar a España.

Compró el billete de avión y llegaron a España el 9 de noviembre de 2013, cuando la víctima hacía un mes que había cumplido los 18 años. Llegados a Gran Canaria, la mujer y el procesado se alojaron en una casa de la capital grancanaria y, tras un mes sin que las expectativas de trabajo para ella se cumplieran, el procesado le manifestó que tenía que prostituirse. La joven le insistía en que no quería dedicarse a la prostitución, pero finalmente accedió para poder hacer frente a sus gastos los de su pareja y seguir la vida en común. Sin embargo, la verdadera intención del procesado era esa, vivir a expensas de la explotación de la prostitución de otra persona, pues durante el tiempo que duró la relación el procesado no trabajó y sin embargo se apropiaba de todo el dinero que obtenía ella.

De las 18.00 a las 5.00 horas

La joven fue llevada a una casa de citas debiendo cumplir un horario de 18.00 a 5.00 horas todos los días, ganando una media de 500 euros a la semana, que entregaba a Iounut.

Tras haber sido detenido el procesado, la familia de la joven recibió amenazas de la hermana del varón para evitar que el procedimiento continuara.

Por su parte, el procesado Aurel M. contactó a través de Facebook con una joven en diciembre de 2014, cuando ella tenía 17 años. Al igual que el caso anterior, la finalidad era captar a la chica haciéndole creer que se convertiría en su pareja sentimental para, posteriormente, animarla a comenzar una vida en común en España en la que el procesado se lucraría de la explotación sexual de la misma. El

De la misma manera, el procesado, cuando la menor cumplió 18 años, procedió trajo a Gran Canaria en junio de 2015y la llevó a una casa de citas donde fue instruida por la regente de la misma sobre los precios de los servicios (15 minutos 25 o 30 euros, 30 minutos 50 o 60 euros y 60 minutos 100 o 120 euros) y el horario que se establecía de 19:00 horas hasta las 07:00 todos los días.

Sin embargo, tras realizar el primer servicio, ella tuvo que abandonar el lugar, manifestándole al procesado que no quería volver a trabajar, por lo que éste la increpó, la insultó y la vejó al decirle que no valía para nada.

La amedrentó y, a consecuencia de esto, la denunciante volvió a ejercer la prostitución, ganando unos 800 euros de media que le daba al acusado, quien a su vez la increpaba para que trabajara más horas y ganara más dinero advirtiéndole que no hiciera salir su parte «loca».

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