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Este comandante suena a timo

Traje impecable, mucha labia, BMW, guardaespaldas. Más de una decena de presuntas víctimas de Domingo Javier D.G. han desfilado ante la Audiencia detallando cómo supuestamente el presunto estafador les sacó dinero con «mucho cuento» y haciéndose pasar por comandante del CNI.

Antonio F. de la Gándara

Jueves, 5 de octubre 2017, 07:00

Mas de 10 personas han confirmado ante la Audiencia que el presunto estafador reincidente Domingo Javier D.G., de 46 años, se quedó con su dinero o con sus servicios mediante engaños, haciéndose pasar por comandante del Ejército adscrito al Centro nacional de Inteligencia (CNI) y prometiéndole favores o chollos inmejorables que nunca se materializaron. La fiscal le acusa de timar a 15 personas –levantándoles supuestamente más de 132.000 euros– y pide para él nueve años de cárcel por estafa y apropiación indebida.

Las presuntas víctimas del acusado han compuesto a lo largo de los dos primeros días del juicio –que hoy sigue – un cuadro de película: según sus testimonios, se presentaba como juez togado militar, les decía que era coronel adscrito al CNI, iba a comidas de la Guardia Civil como uno más y se paseaba por el Sur en un BMW conducido por un guardaespaldas con pistola –de fogueo–, que en realidad era otro engañado más, a quien el acusado había puesto a su servicio. «Tenía mucha labia», dijeron varios testigos.

Sergio N. declaró que en 2013 el acusado le prometió ingresar en la Policía si se ponía a su servicio como chófer y guardaespaldas aportando el coche –un BMW–. Le llamaba «a las dos y a las cuatro de la mañana» para que lo paseara por discotecas del Sur. Aseguró que incluso lo había llegado a ver vestido de uniforme –al parecer, el que guardaba de su paso por el ejército a finales de los 90– , y apuntó que, por irse con él, había perdido un trabajo honrado.

Misión en Ghana

Joaquín G,. hostelero, apuntó que también se lo habían presentado como juez togado militar y que le había dicho que, gracias a sus contactos, le iba a conseguir una partida de material de bar –cafetera, sillas– a un precio inmejorable. Le dio 3.000 euros y «nunca más». Expuso que empezó a mosquearse cuando cogieron confianza. «Salíamos de copas y no pagaba ni una», recordó.

Luis L. era director de hotel en el Sur, y lo dejó porque el acusado, «presentándose como juez togado militar» y avalado por varios amigos, le propuso dirigir una sala de «intercambio de parejas». Le prometió «3.000 euros al mes», dijo. «Nunca cumplió», añadió.

A José D., dueño de una pequeña empresa de informática, le vendió con tanto salero la historia del coronel-juez que acabó prestándole un total de 30.000 euros, de los que hasta hoy no ha vuelto a ver un céntimo. Recordó que alguna vez el acusado había cortado su charla con él simulando hablar por teléfono: «Lo siento, me ha salido una misión en Ghana», decía, y salía pitando en el coche de su chófer engañado.

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