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Las temperaturas extremas registradas en Canarias durante este verano anómalo están detrás de la muerte de 44 personas en el archipiélago, según las estimaciones del sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (MoMo). Este panel calcula en 1.830 las defunciones atribuibles al calor en todo el Estado desde el pasado 1 de junio al 23 de agosto.
Además, desde esa fecha, el Servicio de Urgencias Canario ha atendido a unas 200 personas por problemas causados por el calor. De ellas solo el 25% precisó su traslado a un centro sanitario, explica el médico y técnico del Servicio Servicio de Epidemiología y Prevención del Servicio Canario de Salud, Eduardo García Ramos.
«Algunos municipios de Gran Canaria, como San Bartolomé, Mogán o Ingenio, han tenido avisos sanitarios por calor tres semanas consecutivas. Es la primera vez que hemos tenido una situación así», señala el especialista.
No obstante, el experto reseña que en lo que va de verano solo se han corroborado tres muertes por golpe de calor en las islas. En todo caso, este trastorno solo está detrás de entre el 2 y 3% de las muertes imputables a las altas temperaturas, según señaló este viernes a Efe Dominic Royé, jefe de Ciencia de Datos de la Fundación para la Investigación de Clima (FIC), y coautor de la aplicación Mortalidad Atribuible en verano por Calor en España (MACE).
«El calor puede causar el agravamiento de enfermedades crónicas que lleven a la muerte del paciente, aunque su fallecimiento no se asocie directamente con el calor. Una descompensación de una insuficiencia cardíaca, por ejemplo, puede iniciarse por calor», señala García sobre las estimaciones del sistema MoMo, que calcula el impacto del calor extremo comparando las series históricas de mortalidad y temperaturas en España.
El sistema identifica varios picos cálidos que impactaron en la población del archipiélago: el último, entre el 12 y 14 de agosto, con tres víctimas mortales; otro, entre el 14 y el 21 de julio, con un cálculo de 21 muertes atribuibles al calor, y del 29 de junio al 6 de julio, con una estimación de 17 decesos.
En total, desde junio al 23 de agosto, las muertes achacables al calor superan en 9 las calculadas por el panel MoMo en el mismo periodo del año pasado.
Sin embargo, este incremento no se ha notado en los centros sanitarios de Canarias, desde donde se reportan las urgencias ligadas al bochorno al servicio de vigilancia epidemiológica.
«Sorprendentemente, no estamos registrando más atenciones por calor que el verano pasado, cuando solo tuvimos tres días de alerta sanitaria por calor», reconoce García.
«Este año el Ministerio adelantó el Plan Nacional de Actuaciones Preventivas por Altas Temperaturas por la ola de calor que hubo a finales de abril. En junio apenas tuvimos atenciones; dos o tres casos. A partir de julio empezó a haber demanda de atención coincidiendo con los avisos por calor y en la ola de calor hubo fallecidos, dos personas el 13 de agosto haciendo senderismo», señala García que resalta que ambas personas eran extranjeras que salieron a hacer deporte pese a los alertas emitidas.
«Quizá nuestros avisos no lleguen a todo el mundo que nos visita para conocer nuestra tierra», lamenta el experto que estas personas sufre el golpe de calor en lugares inaccesibles para los servicios sanitarios.
«El factor tiempo es importante para poder recuperarse de un golpe de calor. Si les pasa en un pueblo, donde la atención es más pronta no hubieran fallecido», comenta el médico que resalta que ambas víctimas eran relativamente jóvenes, de 39 y 50 años, y sin problemas de salud relevantes.
Además de agravar enfermedades cardiovasculares y respiratorias, el calor afecta especialmente a mayores de 65 años, lactantes, menores de 4 años, mujeres embarazadas, personas con diabetes, obesidad mórbida, enfermedades mentales o demencia y quienes toman diuréticos, anticolinérgicos o tranquilizantes, explica el experto que está inmerso en un estudio sobre la relación del calor con las caídas y el aumento de fracturas óseas.
Tampoco el alcohol marida bien con el calor. «Tiene un efecto depresivo sobre sistema nervioso y hace perder más líquidos», recuerda García.
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