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Pasado un año y 23 días desde que se constatara la presencia del mosquito Aedes aegypti en el área metropolitana de la ciudad más poblada de Canarias, el vector, capaz de transmitir enfermedades como el dengue, el chikungunya y el zika, parece haber encontrado el escondite perfecto.
Desde entonces, el insecto ha sido capaz de esquivar las reiteradas fumigaciones en las casas y el alcantarillado de Piletas y, sobre todo, al contingente de inspectores de Salud Pública que semanalmente peinan el barrio de la capital grancanaria y sus alrededores revisando las trampas que corroboran de su exasperante presencia.
«Estamos todos cansados. La parte positiva es que no se nos ha ido de las manos y la negativa, que no terminamos de cerrar este episodio, tal y como hicimos en Tacoronte, en Tenerife, en La Palma y en Fuerteventura», explica el director general de Salud Pública del Gobierno de Canarias, José Díaz-Flores, sobre el hartazgo compartido por los implicados en la erradicación del mosquito: la vecindad de Piletas, los inspectores de Salud Pública y los técnicos del Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias (Iuetspc) de la Universidad de La Laguna.
En vista del panorama, los responsables de Salud Pública han cambiado la estrategia hace un mes. «Hemos reforzado la presencia de los técnicos del Instituto. Ahora hay dos personas fijas en el barrio», señala Díaz sobre una batalla que se libra en un espacio que se ha conseguido reducir a tres calles; Galilea, El Mesías y José de Arimatea.
Además, añade el doctor en Farmacia, se ha aumentado el número de trampas que detectan la presencia de ejemplares adultos en el interior de las viviendas hasta alcanzar las 90 y se han colocado más de 200 señuelos para localizar huevos distribuidos en las zonas comunes de Piletas y los barrios colindantes. Trampas y ovitrampas se revisan y analizan semanalmente.
«Lo que más nos preocupa es que salga de esa zona», señala Díaz-Flores. De momento, no ha escapado de estas tres calles y, por fortuna, el Aedes aegypti se caracteriza por moverse poco, ya que no vuela mucho más allá de los cien metros.
«Estamos yendo casa por casa, hemos fumigado donde lo hemos encontrado, también hemos distribuido insecticidas específicos para que los utilicen cada vez que noten su presencia. También el Ayuntamiento está colaborando. Han hecho nuevas batidas de desbroce y limpieza y han aplicado un tratamiento en el alcantarillado... No sabemos qué está fallando y lo que nos tememos es que los criaderos estén en zonas del subsuelo, debajo de las casas», comenta el director general.
Y es que Díaz-Flores apunta que el barrio se llama Piletas porque inicialmente estaba atravesado por cantoneras que distribuían el agua. «Sobre ellas se edificaron algunas viviendas», sostiene sobre una sospecha que se basa en el hecho de que se han encontrado algunos criaderos en los desagües de la viviendas, algo inusual.
El trabajo para cercar al mosquito se ha hecho gracias a la colaboración del vecindario que poco a poco se ha percatado de la gravedad de la alerta sanitaria.
No en vano, en marzo, el Ministerio de Sanidad calificó la introducción del vector como «un evento sanitario de interés nacional e internacional» y calibró como moderado el riesgo de establecimiento y expansión en Gran Canaria, si bien la probabilidad de transmisión autóctona de las enfermedades asociadas al mosquito es muy baja, ya que estas patologías no están presentes en la isla y en Canarias solo se detectan unos pocos casos importados al año.
«Periódicamente tenemos reuniones con el Ministerio de Sanidad. Hay una comisión de seguimiento y entienden que lo estamos haciendo es lo que tenemos que hacer», aclara Díaz-Flores.
«No nos rendimos. Los vecinos siguen colaborando con nosotros. Seguiremos hasta dar con la tecla y eliminar los dos o tres puntos de cría que pueden quedar», asegura el titular de Salud Pública, que confiesa que la erradicación del vector se está complicando más de lo esperado por las características de Piletas; un núcleo semi urbano, con zonas de agua y abundante vegetación.
«Algunas semanas no detectamos ninguno y a la siguiente, encontramos de uno a tres», comenta Díaz-Flores que precisa que, para darlo por erradicado, deben pasar 18 meses sin detectar su presencia. Este periodo coincide con el plazo en el que es viable la eclosión de los huevos del insecto al contacto con el agua.
En cuanto al análisis de las 200 ovitrampas, tiestos con agua que funcionan como señuelos para que las hembras depositen sus huevos repartidas por Piletas y los barrios próximos, los inspectores no están encontrando nada. «Eso significa que tienen los criaderos en zonas muy concretas y ocultas», recalca el director de Salud Pública que se confiesa decepcionado por la falta de ayuda del Ministerio de Sanidad.
«Esto se ha convertido en un reto», afirma sobre el largo pulso que mantienen con el mosquito.
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Carmen Delia Aranda
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