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En solo unos días, la Unidad de Lesionados Medulares de hospital Insular de Gran Canaria, que atiende a pacientes de todo el archipiélago, contará con un nuevo aliado para la rehabilitación de la marcha en personas con movilidad reducida. Se trata de un exoesqueleto robotizado de última generación, el tercero de este tipo que llega a España y que convierte al hospital grancanario en un centro de referencia en cuanto al uso de este tipo de tecnología, junto al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo y el Institut Guttmann de Barcelona.
«El exoesqueleto está autoequilibrado y eso permite dejar las manos libres al paciente para que pueda agarrarse a bastones», señaló el jefe de la Unidad de Lesionados Medulares del hospital Insular, José Luis Méndez, que subrayó que la incorporación de la robótica al abordaje de la lesión medular será uno de los temas que se abordarán en Maspalomas durante el Congreso Paraplejia 2023, que engloba las decimoquintas Jornadas Nacionales de la Sociedad Española de Paraplejia (SEP) y el vigésimo noveno Simposio Nacional de Asociación Española de Enfermería especializada en Lesión Medular (Aselme).
Este dispositivo se aplicará en fases muy tempranas del tratamiento y permite reducir el gasto energético de una rehabilitación de este tipo, que requiere del esfuerzo de tres personas.
«Los próximos que saldrán estarán pensados para uso domiciliario y serán más ligeros», indicó Méndez que anunció que, tras la formación específica de los fisioterapeutas, a mediados de noviembre el exoesqueleto se empezará a usar en los pacientes con sesiones de 45 minutos durante tres días por semana.
«La recuperación de la marcha tiene su evolución máxima durante los tres primeros meses tras la lesión», indicó Méndez que cifró en una decena los pacientes con paraplejia incompleta candidatos a usar este dispositivo en el que se han invertido en torno a 200.000 euros.
En este congreso que reunirá hasta el viernes en el Palacio de Convenciones y Congresos ExpoMeloneras a 200 expertos en torno a la exposición de 80 trabajos científicos, tratará otras cuestiones como los avances en los cuidados de los pacientes medulares, las estrategias para prevenir la osteoporosis y la disfagia o el abordaje de la salud mental en la fase postraumática.
En este sentido, el psicólogo clínico de la Unidad de Lesionados Medulares del hospital Insular, Héctor Montesdeoca, explicará el programa que se está desarrollando desde este año con los pacientes de la unidad para evitar la ansiedad y la depresión por el sufrimiento extremo que sienten los lesionados medulares que se ven incapaces de rehacer sus vidas.
Para ello, los lesionados realizan un entrenamiento atencional que los sitúa en el presente y los aleja del duelo que representa el pasado y de la incertidumbre que conlleva el futuro. Este programa de «crecimiento postraumático», enfocado en el desarrollo de la resiliencia, cuenta con la participación de un paciente experto, Eduardo Martínez, que ofrece su apoyo a lesionados que presentan dificultades.
«Se ha creado una escuela de pacientes, la primera de España», explicó Montesdeoca sobre este programa de ocho semanas que pretende trabajar la plasticidad emocional y regular las emociones.
En Canarias hay unas 600 personas con lesión medular y al año se diagnostican 50 nuevos casos. El 60% de las lesiones medulares son traumáticas y tienen las caídas como principal causante. Las zambullidas y los accidentes de tráfico son otros motivos frecuentes de lesión medular.
En la Unidad de Lesionados Medulares del hospital Insular de Gran Canaria viven tres personas que, pese haber recibido el alta, no disponen de recursos habitacionales ni medios asistenciales para salir del hospital, según indicó el jefe de sección del hospital Insular, José Luis Méndez.«Ahora hay tres personas que viven con nosotros, Miguel Planas, que lleva más de tres años, es el más antiguo. Germán lleva dos años con nosotros y también está Said», explica Méndez que reconoce que no hay en Canarias ningún centro apropiado para atender a personas como Miguel, que requiere respiración asistida. «Es una desgracia, nadie se merece vivir en un hospital», reconoce el médico.
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