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La Unidad de Sueño del hospital Insular de Gran Canaria no da abasto. La lista de espera para acceder a un estudio del sueño es de casi dos años. Esto se debe, por un lado, a que el mal dormir es un problema poblacional y, por otro, a la escasez de medios y profesionales para atender este asunto. «Potenciar las unidades de sueño es una necesidad en este hospital y en todos», dice el neurólogo de esta unidad, Raúl Amela, que celebra que el Congreso de los Diputados haya aprobado una Proposición No de Ley para fomentar el abordaje sanitario de los problemas para dormir.
«La población española está privada de sueño. Eso ocurre incluso en la propia comunidad canaria. En 2016 hubo un estudio Dormity, de Vall d'Hebrón, en el que se vio que la media de sueño en Canarias era de 6,8 horas, claramente inferior que las 7 horas que recomiendan todas las guías», dice Amela. Sin embargo, el problema está tan generalizado que Canarias, pese a quedarse corta de sueño, es la séptima comunidad donde más se duerme, si bien, abunda el neurólogo, nos vamos a dormir más tarde que en la España peninsular.
Desde 2008, miles de canarios -la mayoría con problemas respiratorios, sobre todo apnea del sueño- han pasado por esta unidad formada por la neumóloga Mónica Bengoa y el neurólogo, Raúl Amela, con la colaboración de otras dos doctoras, y un equipo técnico formado por tres enfermeras. Sin embargo, la covid ha trastornado la marcha de la unidad. «Hemos tenido que hacer más estudios ambulatorios y deslocalizar nuestras camas para reubicarnos en otras áreas del hospital. Esto, por desgracia, supone una merma en la atención para nosotros y para todos los demás». Así, la unidad del sueño se esfuma con el día y reaparece cada noche en las dependencias del Hospital de Día del Insular. Allí, los tres técnicos pasan noches en vela monitorizando el sueño de los pacientes a examinar.
El 10% de la ciudadanía española presenta problemas de insomnio crónico, según los cálculos de la Sociedad Española del sueño. El 50% de quienes sufren falta de sueño lo relacionan al estrés y la ansiedad
6,79 horas es la media del sueño de la población de Canarias, la séptima comunidad española en donde se duerme mejor
En la unidad del sueño se realizan dos tipos de estudios. Por un lado están las poligrafías respiratorias para detectar la apnea del sueño que se hacen de forma ambulatoria. Es decir, a diario les dan los equipos a cuatro pacientes para que se los lleven a casa, duerman con ellos puestos y los devuelvan por la mañana. La segunda prueba, más compleja, es la polisomnografía. Se realiza seis noches a la semana a razón de dos pacientes por noche.
Preparar el equipo y los sensores no es sencillo. «Ahora tardamos la mitad que al principio, pero aún así estamos 40 minutos preparando al paciente», explica la enfermera Natalia Cabañas. Hay que colocar los electrodos para el electroencefalograma que permite ver la actividad cerebral durante el sueño y el electrocardiograma que registra el ritmo y la frecuencia cardíaca, una cánula nasal para medir el flujo de entrada y salida del aire, bandas en el pecho y el abdomen para ver cómo se estiran en función de la respiración torácica y abdominal, una pinza en el dedo para monitorizar la saturación de oxígeno y dos sensores para detectar el movimiento de las piernas. Además, una cámara graba la imagen del paciente durmiendo para identificar problemas de tipo neurológico como sonambulismo o epilepsias nocturnas. «Todos los sensores envían las señales a una máquina que tiene una antena. Nosotros las monitorizamos y las vemos on line. Si un sensor deja de funcionar, se lo colocamos bien al paciente», indica Cabañas que lleva años curando el sueño de muchos y fastidiando el suyo.
Quienes llegan a esta unidad, explica Amela, sufren patologías de naturaleza respiratoria/cardiovascular o neurológica que dificultan el sueño y afectan la salud de los pacientes. La apnea del sueño es la más frecuente, pero la unidad también atiende a personas con narcolepsia o enfermedades menos usuales como el síndrome de Kleine-Levin o el de Steinert.
El principal síntoma que refieren los afectados por la apnea es el cansancio diurno, afirma la enfermera. «Son síntomas muy llamativos. Se mueren de sueño. No son capaces de concentrarse e incluso tienen accidentes de tráfico porque se quedan dormidos. Además, es una enfermedad muy incomprendida porque son pacientes que duermen por la noche. Se acuestan muy temprano y se levantan todo lo tarde que pueden, pero no están durmiendo. No descansan. Su círculo más cercano solo ve que duermen mucho y que, por el día, solo quieren dormir», señala la experta.
Sin embargo, la piedra angular del problema del sueño es el insomnio que, según el neurólogo, se atiende en Atención Primaria.
Amela reconoce que la presión asistencial que sufren los médicos de familia los induce a recetar psicofármacos para resolver los problemas puntuales de insomnio, si bien asegura que hay un programa de formación en Atención Primaria para el manejo del insomnio y la ansiedad a través de estrategias de índole cognitivo y conductual. De hecho, en opinión de Amela, el abordaje del insomnio con somníferos más allá de las ocho semanas «lo que hace es cronificar el problema».
El especialista dice que se pueden administrar para «una noche en blanco o una situación de dolor o estrés puntual, pero usarlos crónicamente para dormir mejor es un error porque la calidad del sueño que se obtiene con pastillas no es remotamente parecida a la que se logra de forma natural».
Los altos índices de pobreza y de desempleo de Canarias nos quitan el sueño. «Influyen muchísimo. El 50% de quienes sufren falta de sueño lo relacionan con el estrés, la ansiedad y las dificultades», asegura Amela que refiere un estudio que determinó que los que mejor dormían eran los varones de 35 a 50 años con pareja estable, excluyendo a los empresarios con empleados a su cargo. Estos, junto a las mujeres cuidadoras, eran quienes peor dormían.
¿Cuándo podemos decir que tenemos problemas con el sueño? «Desde que te metes en la cama hasta que te duermes, no puede pasar más de media hora. Si hablamos de más tiempo, estamos ante una enfermedad o una dificultad para dormir fuera de los rangos de normalidad», explica Amela que asegura que con un cambio de hábitos un 20% de los problemas de insomnio se podrían corregir.
Para lograrlo basta con cenar pronto, hacer ejercicio, exponerse a la luz diurna y apagar las pantallas retroiluminadas 45 minutos antes de dormir.
Precisamente, el uso de los dispositivos electrónicos es uno de los hábitos que más afecta a los adolescentes, relata el médico residente de Neurología, Daniel Cardona.
El joven, que trabajaba en la Unidad de Sueño, estudió a cien alumnos de entre 14 y 17 años y llegó a la conclusión de que la mitad tenía una calidad del sueño mala o regular, que las calificaciones de quienes peor dormían eran una media de un punto más bajas y que los adolescentes dormían una media de 6,5 horas, dos horas y media menos de lo que deberían por su edad.
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