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Arcadio Suárez

«Recorría el pasillo mil veces al día. Ha sido durísimo»

Primer paseo tras el confinamiento. Carmen Déniz, la primera persona en vacunarse contra la covid-19 en Gran Canaria, cumplió esta semana su deseo de volver a ver el mar tras un año «encerrada» en El Pino

Luisa del Rosario

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 28 de marzo 2021, 00:00

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Lo primero que quería hacer María del Carmen Déniz (72 años) tras vacunarse era «ver el mar». Así lo dijo el domingo 27 de diciembre de 2020, después de que la enfermera Liliana Ruano le inoculara la fórmula de Pfizer. Carmen Déniz fue la primera persona en ser vacunada contra el SARS-CoV en Gran Canaria y la recibió con la esperanza de que su encierro acabaría. «Ahí va la salvación», dijo antes de que la pincharan y su imagen y palabras se difundieran en los medios de comunicación. Su sueño, sin embargo, tuvo que esperar hasta esta misma semana, cuando los centros sociosanitarios han empezado a implementar el protocolo sanitario que flexibiliza la vida en las residencias de las islas y CANARIAS7 la ha acompñado en este primer paseo. «Qué bonito está el mar», dice Carmen Déniz mirando hacia él en la Avenida Marítima.

«Tenía la ilusión de que con la vacuna llegaría la libertad. Siempre nos decían que cuando llegara podríamos salir. Pero no fue así», lamenta.

Carmen Déniz vive desde hace cuatro años en el centro sociosanitario El Pino. Pero los últimos doce meses han sido muy duros, relata. «Al principio no te lo creías», explica Carmen Déniz en referencia a la pandemia. Las residencias trataron de blindarse frente al virus y se cerraron a cal y canto. Se suspendieron las visitas de familiares y amistades y se cancelaron las salidas en grupo o individuales. Además, para evitar los contagios, se crearon sectores en las residencias y se clausuraron los espacios comunes.

La prevención tuvo su efecto. Las muertes relacionadas con el virus en las residencias isleñas ascienden a 80. Canarias es la comunidad con menos fallecimiento en los centros sociosanitarios de España. Pero hay una cara b, las personas institucionalizadas han sufrido un «doble confinamiento».

Carmen Déniz lo ha experimentado. Ni los años ni su discapacidad le impiden estar «activa», como dice ella misma. Antes de la pandemia «salía todos los días a pasear». También acudía a las reuniones quincenales del grupo cristiano al que pertenece y quedaba con sus hermanos y amistades.

Cuando comenzó el confinamiento «no lo entendía», reconoce. «No podíamos ni estar juntos» en la residencia. Carmen Déniz se pasaba el día en su habitación. «Fue angustioso». El cierre de las puertas -para evitar el trasiego de residentes de unas zonas a otras- la impresionó. «Recorría el pasillo mil veces al día. Ha sido durísimo, fue angustioso. Al menos en una cárcel tienes patio», señala.

Hubo momentos en que Carmen Déniz se «cabreó» mucho, asegura. «Yo soy muy protestona, así que a veces decía 'esto es inhumano. Están vulnerando nuestros derechos'», rememora. «Sí, estábamos resguardados, pero a mi no se me quita ese espíritu de batalla y estaba sufriendo mucho, a veces tenía ansiedad», reconoce.

Había momentos en que Carmen Déniz se venía abajo. «Lo que me preocupaba era levantarme sin proyecto. Se te van las ilusiones. Es duro, durísimo», admite. «Yo tenía mi vida organizada y de repente estaba sin poder hacer nada», añade.

Agradecimiento

La compañía de las auxiliares ha sido determinante para Carmen Déniz. El trabajo del personal sociosanitario ha sido clave para que el virus no se expandiera en las residencias, pero también para que las personas que viven en ellas no se sintieran tan solas. «Me he apoyado mucho en ellas. Ellas han sido mi psicólogo, mi familia, mis lágrimas se las han tragado ellas».

Carmen vivió hasta mediados de los 80 en Arucas, «allí tenia Bañaderos» para ir a ver el mar. Desde los 8 años padece reumatismo, una enfermedad que le provoca muchos dolores. En 1984 se trasladó a Las Palmas de Gran Canaria, y hace siete se tuvo que operar de la cadera. Desde entonces necesita una silla de ruedas para moverse. Este último año Carmen Déniz asegura que ha notado que su salud ha empeorado «Mi cuerpo no cogía aire, sol», dice. Con el blindaje de las residencias se ha «cuidado el cuerpo», pero no «la cabeza», explica.

Este jueves Carmen Déniz por fin salió a dar su paseo y llegó al mar. En el trayecto ponía énfasis en los cambios en la ciudad en el último año. Las obras le impiden ir por la acera y debe circular por el carril bici. «Antes usaba una cámara y hacía fotos para llevarlas al ayuntamiento», explica. Las rampas para acceder a las aceras son en sí mismas barreras para las personas que se mueven en silla de ruedas.

«A mí el mar me encanta, me relaja y disfruto. Cuando estoy así, un poco 'estresadilla', me voy al mar, cerquita por las Alcaravaneras y me relajo un montón. Vengo nueva a la residencia. El sonido del mar me encanta y cuando es un mar que tiene piedras, ese ruido me encanta, me relaja un montón», afirma.

La ilusión vuelve a la vida de Carmen gracias a que está vacunada. Ya ha notificado al centro su intención de salir todos los días. «Después de esto te das cuenta de que valoras las cosas de otra manera, como cuando tienes mucho dolor y se reduce un poco y te alegras. Este ha sido el año más malo de toda mi vida», reconoce. Ojalá no se repita.

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