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Dos de las socias de Las Azoteístas dándose la mano como muestra de apoyo. Cáritas

«Ser puta no es un trabajo, es violencia de género»

25N ·

Un grupo de mujeres en contexto de prostitución crea la asociación Las Azoteístas, un medio para ayudar a las víctimas a iniciar una nueva vida

Luisa del Rosario

Las Palmas de Gran Canaria

Miércoles, 23 de noviembre 2022, 01:00

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María ha pasado más de la mitad de su vida en el sistema prostitucional. Laura lo hace «cuando le falta dinero para el alquiler» o para darle de comer a sus hijos. A Andrea la vendió su familia cuando tenía 15 años. Hoy tiene 22 y ha pasado por burdeles de Italia y España tras un viaje infernal en patera y con el miedo constante de que el vudú que le hicieron en su país tuviera efectos en su familia. Mercedes es otra víctima de trata. Llegó a Canarias pensando que iba a trabajar en un hotel y terminó dos años «encerrada atendiendo a 50 hombres al día. Tenía que ponerme anestesia en la vagina para aguantar», narra. En Japón, donde también ejerció obligada por las mafias que las trasladan de burdeles, zonas y hasta países cada 21 días, la secuestró un hombre que estuvo violándola 24 horas. Pensaba que iba a matarla. Ana lleva seis meses sin «ejercer» y está «tranquila, en paz». En Italia recibió tres puñaladas de un «cliente» que nunca pagó por ello. Estuvo a punto de morir. La prostitución «no es un trabajo. Es violencia de género. Hay chicas pensando en meterse en esta vida tan horrible. No saben lo que se van a encontrar. No saben qué les va a pasar a sus cuerpos... Los demandantes no son príncipes. Son unos guarros de la cabeza a los pies... A veces no hay otra opción. A mí me ha tocado hacerlo. Pero quiero renacer fuera de la prostitución, soy joven y puedo salir adelante».

Varias de las asociadas de Las Azoteístas (de espaldas) en un encuentro con Mujeres de la Comunicación, Vivas.
Varias de las asociadas de Las Azoteístas (de espaldas) en un encuentro con Mujeres de la Comunicación, Vivas. Cáritas

María, Andrea, Mercedes, Ana son nombres ficticios para vidas reales y forman parte de Las Azoteístas, una asociación que acaba de crearse en la capital grancanaria bajo el paraguas del Centro Lugo de Cáritas. «Es un espacio para decir que tenemos voz. Para luchar por nuestros derechos. Somos mujeres resilientes y reclamamos un cambio de vida».

Fue durante el confinamiento, en lo más duro de la pandemia, cuando comenzaron a reunirse en la azotea del centro y a compartir experiencias, deseos y ganas de cambio. Hablaban de cómo fueron «captadas» de cómo acabaron en el sistema prostitucional y de cómo se las esclaviza. «La necesidad nos ha obligado. No somos un bulto de carne que la gente pasa y mira con asco, somos mujeres, madres, cabezas de familia, hijas, hermanas. Hay niñas menores de edad encerradas [en burdeles]. Queremos concienciar sobre la prostitución. Esto no es un 'trabajo fácil'. No es fácil tirarse a 50 hombres y aceptar todas sus exigencias, no es fácil. Te avergüenzas, crees que no vales. El estigma lo vas a llevar siempre. Llevas una 'P' en la frente, cualquiera te va a reconocer. No sabes ni cómo vestir porque hemos perdido nuestra identidad. Ya no eres tú», explica una de ellas.

«Hay chicas pensando en meterse en esta vida tan horrible. No saben lo que se van a encontrar. Los demandantes no son príncipes. Son guarros de la cabeza a los pies»

ana

La presidenta de la asociación salió hace cinco años del sistema prostitucional. «No es fácil rehacer tu vida. La gente te rechaza. Somos una vergüenza, pero la vergüenza es la sociedad. Nos tratan como bichos raros, pero somos personas con derechos al trabajo, a la vivienda, a que nuestros hijos tengan una educación normal. Parece que nosotras tenemos que enseñar a la sociedad que nos acepte», lamenta.

De frente, trabajadoras sociales del Centro Lugo de Cáritas. De espaldas varias socias de Mujeres Canarias de la Comunicación, Vivas.
De frente, trabajadoras sociales del Centro Lugo de Cáritas. De espaldas varias socias de Mujeres Canarias de la Comunicación, Vivas. Cáritas

«Si me miran mal, si les doy asco,, para una mujer como yo no hay trabajo ¿por qué no? Queremos cambiar de vida, pero nos cuestionan por ser prostitutas ¿Cómo salimos si no hay oportunidades? Uno de los fines de la asociación es que nos acepten y que comprendan que queremos rechazar esta vida», comenta otra de las socias de Las Azoteístas.

«Tenemos derecho a salir. A reclamar un cambio de vida. Pero parece que si eres puta eres puta para toda la vida», lamenta otra.

Sin ayuda no es fácil. Precisamente por eso la asociación trata de llegar a otras mujeres y jóvenes que quieren salir del sistema prostitucional. Buena parte de ellas han pasado por la trata, la venta por parte de sus familias o la urgente necesidad y el miedo. Pero son ellas, curiosamente, quienes acarrean con la culpa. Una herida, reconocen, que no se borra. «La prostitución te deja como una raíz que nunca se va a arrancar. Siempre es un tormento para cada una de nosotras», señalan. La azotea es un medio para «reforzarnos» y para «ayudar a otras mujeres».

Varias de las asociadas de Las Azoteístas (de espaldas).
Varias de las asociadas de Las Azoteístas (de espaldas). Cáritas

Entrar en el sistema prostitucional es relativamente fácil. «Yo era madre soltera, hija de una familia desestructurada. Se aprovechan de la debilidad, de crear falsas ilusiones», explica una de ellas. «En el avión que vine había cuatro chicas como yo. Veníamos a trabajar en restaurantes, pero nos encerraron en una casa». Si no atendían bien a los puteros «la señora nos pegaba», si no bebían o tomaban droga «nos pegaban». La violencia física es un patrón, como la «deuda» que no se termina de pagar. «La sociedad tiene asumido que lo hacemos por gusto, No hemos nacido putas», advierten. De hecho, desde el Centro Lugo se está alertando de que cada vez hay más chicas jóvenes, canarias, menores de 25 años, en el sistema prostitucional captadas muchas veces a través de las redes sociales y los portales de prostitución online. «Esto no es 'dinero fácil', a quien lo crea le presto mis tacones y que se ponga en la puerta», comenta una de ellas. «La industria de la prostitución no tiene nada que ver con el glamour que venden en las fotos y anuncios, Trabajas para el dueño al 50%, pero la chica lo paga todo»: sábanas, preservativos, limpieza, lencería, tratamientos médicos... La prostitución es un sistema de «abuso, de maltrato psicológico, sexual... Tenemos fecha de caducidad, somos reemplazables» y te tratan «como mercancía», cambiándote de sitio «cada 21 días» para evitar los controles policiales, abundan. También se reduce la edad de los puteros. Alguna de ellas, que da charlas en institutos, se ha llegado a encontrar a «clientes» en los centros.

Las Azoteístas es un rayo de esperanza para estas mujeres que reclaman ayudas para poder salir del sistema prostitucional y reincorporarse a la vida con todos los derechos y sin el estigma.

Estrategia Nacional

Precisamente contra ese señalamiento y para concienciar a la sociedad las instituciones lanzarán campañas específicas contra la prostitución y la pornografía. Quieren desincentivar a los clientes haciéndoles ver la extrema crueldad que hay detrás de la trata de mujeres y niñas para explotación sexual y buscan combatir el aprendizaje contaminado, machista y violento sobre las relaciones sexuales que centenares de miles de adolescentes adquieren a través de las web y vídeos de internet, informa A. Torices.

Es una de las 267 medidas que incluye la Estrategia Nacional contra las Violencias Machistas que ayer aprobó el Consejo de Ministros para frenar las violencias contra la mujer. Se trata del documento estratégico que guiará durante los próximos tres años todas las políticas contra esta lacra del Ministerio de Igualdad, del respaldo de carteras gubernamentales y de los gobiernos autonómicos. Tiene como principales objetivos consolidar las estructuras existentes y ampliarlas, poner en marcha nuevos instrumentos de prevención y detección, de protección y de ayuda integral a las víctimas, a las que les asegurará inserción laboral, ingreso mínimo, indemnizaciones, acceso prioritario a vivienda pública y un mínimo de una plaza de acogida por cada 10.000 habitantes.

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