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Vanesa Santana, una de las coordinadoras del punto de vacunación del Elder. ARCADIO SUÁREZ

Un año en primera línea empuñando un hisopo

Careo diario con el virus. Un ejército de enfermeras llevan un año tomándole el pulso a la epidemia en los puntos de tomas de muestras para PCR

Carmen Delia Aranda

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 24 de mayo 2021, 02:00

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Un ejército de 300 sanitarios de Canarias se encargan en exclusiva de tomar muestras para las pruebas diagnósticas de coronavirus. A este contingente se suma el personal que realiza estos test de forma intermitente pero continuada en los centros de salud y en los hospitales del archipiélago.

Son la primerísima línea de batalla de la lucha contra la covid y, desde que la pandemia se instaló en el archipiélago, han tomado parte en 1.110.000 PCR, la prueba que confirma si una persona sospechosa de haber contraído el virus está infectada o no.

Ellas y ellos, a diario, toman el pulso a la pandemia en un labor que ha cambiado mucho desde marzo de 2020.

«Al principio todos, tanto la sociedad como los sanitarios, vivíamos en una duda constante. Todo era cambiante. Los protocolos variaban casi día a día. Ha habido una evolución de la organización del sistema de trabajo», cuenta Vanesa Santana Ríos, una enfermera que, desde hace un año, trabaja en el punto de toma de muestras instalado en el Museo Elder de la Ciencia, en la capital grancanaria.

La sanitaria, como el resto del equipo, tuvo que afrontar el miedo a contagiarse y, sobre todo, de transmitir el virus en su entorno. «Estoy al cuidado de mi madre. Al principio fue mi caballo de batalla. La posibilidad de transmitírselo estaba todo el día en mi mente: ¿Cómo puedo hacer PCR teniendo que atender a mi madre», confiesa Santana, quien aplicó a rajatabla las medidas de prevención en su casa.

También José Luis Marrero, coordinador del punto de toma de muestras autocovid del Gran Canaria Arena, temió por los suyos. «En los primeros meses, varias enfermeras se fueron al hotel de Hecansa en Santa Brígida para no compartir espacio con sus familias. Yo me fui a otra casa», explica el enfermero.

Con el tiempo, los rigurosos protocolos de seguridad han demostrado su eficacia y aquel miedo ya no existe. En el punto de vacunación del Elder, donde trabajan 20 personas entre celadores, administrativos, enfermeras y técnicos en cuidados auxiliares de enfermería (TCAE), nadie se ha contagiado. En el equipo del Gran Canaria Arena, formado por 44 personas, hubo una persona infectada que contrajo el virus en sus vacaciones y que fue diagnosticada en uno de los muchos cribados a los que se han sometido. «Nos hacíamos test semanales y, luego, cada 15 días», cuenta Marrero sobre unos test que se han ido espaciando. «Fuimos los primeros en vacunarnos. Nadie lo dudó. Así y todo seguimos haciendo cribados», dice.

Los que siguen con el miedo en el cuerpo son quienes se someten a la prueba. Por eso, una de las tareas de los equipos que hacen PCR es tranquilizar a quienes llegan con la angustia de no saber si se han contagiado y de si han podido infectar a personas vulnerables. «Desconocen qué les va a pasar», comenta Santana que recuerda el mal trago que pasó cuando uno de los usuarios se desmayó. Sin embargo, los hay muy experimentados. «Les preguntas si es la primera vez y hay quien te dice que no, que es la décima PCR que se hacen. La gente viene más tranquila. Al principio de la pandemia venía muy asustada y te hacían mil preguntas», recuerda la enfermera.

«Al principio de los tiempos, venían con carteles de ánimo. Ahora lo hacen como una rutina», afirma Marrero sobre el cambio de actitud de los usuarios.

Ambos profesionales le toman el pulso a diario a la epidemia. Ahora, se toman unas 250 muestras al día en el 'autocovid' del Gran Canaria Arena prescritas por los rastreadores. En el Elder, donde los sospechosos van a pie, hay poca actividad. Nada que ver con lo que ocurrió en agosto. «Un día terminamos a la 1 de la mañana y empezamos a las 8 de la mañana. Nos vimos desbordados, pero hubo que atenderlos y se hizo», recuerda Marrero. Ahora, hay menos actividad, «pero no hay que relajarse, ni ellos ni nosotros, porque el virus sigue ahí», recalca Santana.

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