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El volcán palmero cumplió anoche su cuarto día sin actividad y lo hizo sin mostrar ninguna señal que haga pensar que se pueda reactivar; sin tremor, ni deformación del terreno y con muy pocos temblores, solo con la emisión esporádica de gases de la lava que se solidifica en sus grietas.
Sin embargo, los científicos no pueden certificar aún la defunción del volcán sin nombre. «Ahora mismo no hay actividad volcánica. La erupción está detenida, lo que no sabemos es si ha terminado», indicó ayer la portavoz del comité científico del Plan de Emergencia Volcánica de Canarias, María José Blanco, en la comparecencia diaria donde se da cuenta de la erupción. Una emergencia que llega a su fin para dar paso a la reparación de unos «daños sin parangón», no solo en lo material sino, sobre todo, en lo emocional, subrayó el presidente del Cabildo de La Palma, Mario Hernández Zapata, en una rueda de prensa ofrecida junto al director general de Operaciones del Consorcio de Seguros, Alejandro Izuzquiza, y el portavoz del Gobierno canario, Julio Pérez.
«Estamos pasando del fin de la emergencia al principio de la reconstrucción», subrayó el máximo responsable del Pevolca, quien aseguró que el «complejo mecanismo de la reconstrucción va poniéndose en marcha cada vez a mayor velocidad».
De hecho, Pérez afirmó, que aunque la emergencia continúa por el riesgo que suponen las altas temperaturas de las coladas y la presencia de gases, en breve se adoptarán medidas como el regreso de los vecinos a ciertas zonas evacuadas o el aumento de los permisos para acceder a las zonas restringidas. «El daño es de tal intensidad que ninguna ayuda parecerá rápida o adecuada porque el sufrimiento ha sido mucho», añadió.
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