![La monja ambiciosa de Belorado](https://s2.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2024/07/07/belorado-k5IB-U220646754619efH-1200x840@RC.jpg)
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Pedro Ontoso
Domingo, 7 de julio 2024, 11:18
El 8 de diciembre de 1965, día de la Inmaculada, Pablo VI presidió en la plaza de San Pedro una multitudinaria y solemne ceremonia para clausurar el Concilio Vaticano II, que puso los cimientos para un 'aggiornamento', una puesta al día, de la Iglesia católica, ... aunque con muchas resistencias. A la jornada siguiente de aquel acontecimiento histórico vino al mundo en Burgos Laura García de Viedma Serrano, que con el tiempo se convertiría en la abadesa rebelde del monasterio de Belorado, precisamente tras rechazar las reformas que aquel Concilio puso en marcha. Una fecha señalada.
El 'Diario de Burgos' recogía la noticia en su portada con un titular descriptivo y sin intención: 'En importante ceremonia fue ayer clausurado por Paulo VI el concilio ecuménico Vaticano II'. El periódico recordaba que el Papa había dejado claro que «todos los católicos están obligados a acatar las decisiones conciliares». En esa primera página, junto a la petición de la ONU a Inglaterra y a España para negociar sin tardanza sobre Gibraltar y la oferta de una tregua navideña del Vietcong en la guerra de Vietnam, se destacaba que al día siguiente sería recibido en la catedral el arzobispo de la ciudad, Segundo García de Sierra y Méndez-Casariego, un prelado emparentado familiarmente con el papa Francisco, al que aquella niña no reconocería como pontífice 59 años después.
Laura creció en la entonces católica y conservadora capital burgalesa sin que se le notara una especial dedicación a la vida religiosa. Dios no era un referente en su vida. Su vocación era convertirse en abogada, pero un día dejó sus estudios de Derecho y decidió ingresar en un convento. Era 1984 y estaba a punto de cumplir 19 años. Las clarisas siempre han tenido mucho arraigo en la provincia castellana así que se decidió por la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara, fundada por Clara de Asís, una santa mujer también con mucho carácter. Profesó en 1990 con los votos solemnes para toda la vida. Desde entonces se llamaría sor Isabel de la Trinidad.
Entró como novicia en el convento de Lerma, al mismo tiempo que sor Verónica, un nombre con el que hay que quedarse porque, según conocedores de este proceso, pudo influir y mucho en la trayectoria de sor Isabel. María José Berzosa Martínez, hermana de Raúl Berzosa, que fue obispo de Ciudad Rodrigo hasta que dimitió por razones personales, tenía cualidades de mando y, sobre todo, una personalidad carismática. Nacida en la vecina Aranda de Duero, pronto se convirtió en maestra de novicias. Había dejado la carrera de Medicina para curar almas. El monasterio de Lerma vivió un fenómeno de vocaciones único en Europa, con decenas de jóvenes que llamaban a su puerta con la intención de quedarse. Pronto fundaría 'Iesu Communio', un instituto de vida consagrada, aprobado por el Vaticano. Una escisión canónica. Vestían con un hábito vaquero y un cíngulo distinto.
Sor Isabel no digirió aquella situación y la marcó para siempre. ¿Rencorosa? No conectaba con el espíritu abierto de sor Verónica y se mantenía enrocada en la regla de Santa Clara para tutelar la identidad de la comunidad. ¿Comenzó allí a perfilarse su imagen de «ególatra y dogmática», como se la describe ahora? Antes de que las seguidoras de 'Iesu Communio' se trasladaran al monasterio de San Pedro Regalado de La Aguilera, ella y otras tres hermanas abandonaron Lerma y se encardinaron en Belorado como clarisas «auténticas». La abadesa de entonces era Pureza de María Lubián, natural de Bilbao, que impulsó el envío de algunas monjas al convento de Derio, habitado por religiosas muy mayores. Llegaron el 9 de enero de 2012 antes de fijarse en Orduña.
Ese mismo año, sor Isabel, que ya era maestra de novicias, se postuló para abadesa pues tenía más de 40 años, mínimo para aspirar al cargo. Se celebró un capítulo, supervisado por el Arzobispado de Burgos como exige la legislación canónica. En esa asamblea sólo pueden participar las hermanas que han profesado de manera solemne y están excluidas las novicias y las profesas temporales. Salió elegida. Lo estaba buscando desde su rivalidad con sor Verónica. Le gustaba mandar. Ha estado doce años al frente de la comunidad. Le correspondían tres trienios, pero solicitó a la Santa Sede un cuarto mandato, que se le concedió tras el visto bueno de Mario Iceta, que ya era arzobispo de Burgos.
El apego al poder es algo que le caracteriza a Laura García de Viedma, «una persona intransigente y manipuladora, que no se atiene a razones», según quienes la han conocido, que también la califican como «muy inteligente». Capellanes que la han tratado coinciden en que es «dominante, muy líder, y le gusta llevar la voz cantante». «No consiente tener a su lado a alguien que le pueda hacer ni media sombra. En cuanto una hermana osa levantar la voz, se la quita de en medio y la echa a la calle, como le ocurrió a sor María Amparo. Le supera el ansia de poder, en realidad un abuso de poder horrible, un abuso de conciencia de libro y de manual», describe un sacerdote con mando en la curia eclesiástica. «La clave está en que no podía estar ni un día más como abadesa y no lo ha soportado», insiste.
La decisión de prescindir del falso obispo evidencia la manera de actuar de la exabadesa, según este interlocutor. «Maneja a la gente. A Pablo Rojas lo han utilizado y cuando ya no le beneficiaba le ha dado una patada que le ha enviado a la luna. Y con los abogados le pasará lo mismo. Las nueve hermanas que están con ella aceptan todo lo que les dice y la obedecen sin rechistar, un liderazgo tóxico. La esperanza es que se produzca una fractura, que alguna de las religiosas rompa filas. Ese será un momento clave». ¿Antes del 11 de agosto, festividad de Santa Clara, para que no tengan que salir por la puerta de atrás?
Y si era tan evidente ese comportamiento, ¿no hubo nadie que le saliera al paso y le cortara las riendas? «Las monjas son muy autónomas e independientes y el monasterio es una casa religiosa que goza de autonomía jurídica», añade la misma fuente. «Desde la última reforma sobre la vida consagrada decretada por el papa Francisco en su instrucción 'Cor orans' de 2011 la potestad del obispo diocesano ha quedado muy disminuida. La vigilancia se circunscribe a los capítulos para elegir abadesa, la designación de los capellanes y la aprobación de los confesores. Se dio más autoridad a las superioras. Los conventos suelen tener hasta tres capellanes que se relevan para atenderlas, en realidad, exclusivamente para presidir la eucaristía cada día. Al final, es un trato un poco superficial y distante. No se las acompaña como es debido. Las clarisas de Belorado siempre han tenido sus propios confesores y consejeros espirituales, de su mismo entorno franciscano».
La paciencia del Papa Francisco tiene un límite. Después de que durante años el arzobispo italiano Carlo María Viganó, antiguo nuncio apostólico (embajador) de la Santa Sede en Estados Unidos, le dedicara ataques de todo tipo y se negara a reconocer su autoridad como líder de la Iglesia católica, este pasado viernes el Dicasterio para la Doctrina de la Fe decretó su excomunión por «cisma». La decisión, que llega tras un proceso canónico en el que Viganó no quiso comparecer, podría ser revocada por el propio Jorge Mario Bergoglio, dejando así la puerta abierta a que se produzca un perdón en caso de arrepentimiento del díscolo prelado, de 83 años, que ha recibido el apoyo de las exclarisas de Belorado.
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