«En la medicina transgénero no ha habido grandes avances científicos ni investigación»
Marcelino Gómez, coordinador de Identidad de la SEEN, compartió con sus colegas claves del acompañamiento en los procesos transafirmativos
Marcelino Gómez Balaguer, coordinador del Grupo de Identidad y Diferenciación Sexual de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), compartió con sus colegas algunas claves de su dilatada experiencia en el acompañamiento médico de personas transgénero en el congreso de la SEEN que concluyó ayer en Gran Canaria.
El endocrino de la Unidad de Identidad de Género del Hospital Doctor Peset de Valencia asegura que, si bien la sanidad pública ha dado un salto al ofrecer atención especializada a las personas trans, en las dos últimas décadas «los avance científicos en el campo de la medicina transgénero han sido mínimos. No hay evidencia científica en casi nada de lo que hacemos», lamenta Gómez. Según el especialista, mientras en otros ámbitos los avances han sido espectaculares, en la medicina transgénero no ha habido investigación porque la industria farmacéutica tiene dificultad para encontrar una cohorte amplia sobre la que realizar ensayos clínicos. Además, Gómez se queja de que tampoco hay estudios sociosanitarios o psicosociales que calibren el resultado de las actuaciones médicas realizadas hasta ahora. «En el ámbito de la identidad de género pasan cosas que no se asumirían en ningún campo de la medicina. Seguimos adelante con el bagaje adquirido desde la experiencia», dice.
Por lo general, la función del endocrino en los servicios que atienden a las personas trans es el de coordinar a sexólogos, psicólogos y trabajadores sociales que conforman las unidades. «Nuestro papel como profesionales de la salud es realizar el acompañamiento integral de la persona para cubrir sus necesidades múltiples», explica Gómez.
Esta intervención no siempre conlleva un tratamiento farmacológico o cirugía. «Hay personas transgénero que manejan bien su situación sin recurrir a la medicación. También hay quienes entienden que la medicina puede ayudarles en el desarrollo de su proyecto vital y nuestra función es acompañarles en su camino», afirma el endocrino que percibe un interés creciente en los estudiantes de Medicina en hacer un acercamiento normalizado y sin prejuicios al colectivo para prestarles apoyo. «Esta ayuda no es necesariamente administrar hormonas o afilar bisturís, sino que también consiste en generar autoestima, confianza y habilidades sociales».
Una ayuda de la que estuvieron privados quienes realizaron el tránsito sexual hace más de 30 años. «Cuando empezamos a trabajar vimos mujeres jóvenes con tumores cerebrales, embolismos pulmonares y cirugías con iatrogenia (daños provocados por la intervención). Estas personas habían recurrido a circuitos marginales para automedicarse y operarse», indica el médico sobre aquellas personas que vivían en situaciones de exclusión social. Ahora, afirma, acuden a la consulta personas jóvenes, de estatus social medio-alto, con vidas normalizadas.
Su proceder siempre ha estado presidido por la prudencia, sobre todo en los adolescentes. «No hay que precipitarse. La gente joven está en fase de construcción identitaria. Dependen del ecosistema en el que se muevan. La variabilidad es constante. No hay que hacer una intervención irreversible a menos que esta persona se vaya a beneficiar. Una cosa es la prudencia y otra, prohibir», apunta.
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