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Ana Iris Simón es autora de 'Feria'. «Me fui de Madrid porque estaba harta de pagar 425 euros por una habitación». guillermo garcía
La periodista manchega apegada a su prole

La periodista manchega apegada a su prole

La semana de ana iris simón ·

Su poco tiempo se divide entre el trabajo y las clases de preparto. Renegó de Madrid y se marchó a Aranjuez para criar al hijo que espera. Duerme como un tronco aunque tiene mal despertar

Sábado, 24 de abril 2021, 23:43

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Si hubiera sido por su padre, la escritora y periodista Ana Iris Simón (Campo de Criptana, Ciudad Real) se llamaría con un nombre tan poco manchego como África. Sin embargo, su madre se plantó porque aquello le traía resonancias de «pobreza y miseria». El mismo que quería poner a su hija el nombre del continente negro confesó a su mujer nada más nacer: «pero Ana Mari, qué feílla es». Simón podría haber odiado a su padre, pero lo adora, como adora a su madre, a quien define en su ensayo 'Feria' como un universo que se expande. Hija de carteros y nieta de feriantes y campesinos, Ana Iris Simón, de 30 años, se crió en Ontígola (Toledo) y estudió en Aranjuez (Madrid), donde se ha afincado en parte para que su familia la eche una mano en la crianza de su primer hijo. También porque le gusta la pertenencia a un clan extenso y reniega de la impostura de una gran ciudad como Madrid. Su libro 'Feria' (Círculo de Tiza), que va por la sexta edición, lo cual es mucho para tratarse de un ensayo, habla del sentimiento de estafa de una generación educada en el hiperconsumismo.

Lunes

8.30 horas. Tengo un malísimo despertar. Me preparo, porque tengo la suerte tanto de trabajar desde casa como de no empezar hasta las 9.30. A esa hora, de lunes a viernes, tengo una reunión con el equipo de Gen Playz, un programa de debates para jóvenes del canal de TVE. Hablamos y planificamos los próximos programas, los enfoques, los protagonistas… Son reuniones muy divertidas porque el equipo también lo es. Así me gano la vida después de tres ERE. El primero que viví fue en Telefónica, con 21 años. Trabajaba como guía en el edificio que tienen en Gran Vía mientras estudiaba en la universidad. El último fue en julio del año pasado, cuando cerró 'Vice España'. He tenido suerte si me comparo con el resto de personas de mi generación y de mi clase social: he trabajado de lo mío, aunque algunas veces cobrando poco más de mil euros y nunca he estado en el paro.

14.00 horas. Me pongo a hacer la comida, como, y a veces me doy un paseo para aprovechar un poco el sol.

16.00 horas. Vuelta a trabajar, tanto en escribir guiones para Playz como en otros proyectos, hasta que cierro el ordenador y hago algo de deporte o leo, ceno y a dormir. Suelo acostarme muy pronto porque soy dormilona. La verdad es que, así contada, no es la vida más intrépida del mundo.

Martes

12.00 horas. Mi novio y yo nos hemos mudado de Ávila a Aranjuez, donde viven mis padres, para poder estar cerca de ellos cuando nazca el bebé. Es un poco más caro que Ávila, donde vivíamos, pero lo realmente caro -y triste- es tener que depositar a un humanito de cinco, ocho meses, en una guardería porque tienes que ponerte a trabajar. Otro de los grandes 'progresos' de nuestro tiempo: haber puesto el trabajo, la producción, en el centro, y no poder criar a nuestros hijos como se merecen.

23.00 horas. Fui una niña sonámbula y soy una adulta que, de vez en cuando, habla en sueños, pero no demasiado. La última vez le pregunté a mi novio por un libro, pero él no sabía a cuál me refería. Pero la palma del sonambulismo en casa se la lleva mi hermano Javi. De niño se llegó a escapar de casa dormido. Me duermo en las condiciones más adversas e incluso en los rincones que parecen más incómodos.

Miércoles

8.00 horas. Me fui de Madrid porque estaba harta de pagar 425 euros por una habitación en un piso con cuatro personas cuando por un poco más de dinero podía permitirme un piso fuera de Madrid. Y estaba cansada, más que de hípsters -¿quién no lo es en el barrio en que vivía, Malasaña?-, del estilo de vida al que me abocaba a mí misma allí, que me empujaba a socializar por defecto, a salir por defecto, a tener que visitar exposiciones o ir a charlas porque era lo que había que hacer, a vivir una cotidianidad muy distinta a aquella en la que había sido criada, en un pueblo de mil habitantes, y del que un día huí pensando que quienes lo preferían a los ambientes urbanitas eran unos paletos. Y resultó que la paleta era yo.

19.00 horas. Soy muy chiquera, muchísimo. Cuando voy a Criptana me paso la mayor parte del tiempo con mi prima Carolina, que es quien hizo los dibujos que abren 'Feria', o con mis primos Sergio y Diego. El formar parte de algo mayor que una familia nuclear con un padre, una madre y una Thermomix también es una de las razones por las que quería y quiero ser madre. Una de las cosas que más me imagino ahora, de siete meses y medio, es el momento en que mi abuelo o mi prima Carol, que tiene siete años, conozcan a mi hijo.

Jueves

14.00 horas. Es altamente probable, cuando estoy en casa de mi abuelo, que me haga una sartenceja de gachas. Es una de mis comidas favoritas, y aunque le tocan los lunes cuando voy yo hace una excepción. También es probable verme comiendo habichuelas de las que él hace en la lumbre y no en la cocina de gas.

18.00 horas. Por parte de madre soy nieta de feriantes. Hoy la vida misma se ha convertido en una feria, gracias a la globalización y al hiperconsumismo. Por un lado está la cuestión material: tenemos a un clic hamburguesas, pizzas, incluso algodones de azúcar, artículos que solo podían encontrarse hace treinta años en las ferias. Hemos vivido, en ese sentido, una democratización del consumo que ha implicado que casi todo deje de ser excepcional.

Viernes

15.45 horas. Debatir con mi padre es una de mi aficiones favoritas. Tenemos conversaciones que no resolvemos nunca. También vamos fabricando otras nuevas, y muchas veces nos enfadamos. Pero también es algo que él me ha enseñado, a politizarme, a pensar en cómo me afecta el afuera, en cómo nos afecta a todos lo que se discute en el Congreso. Me interesa mucho la intrahistoria, la manera en que los figurantes -o sea, el pueblo- vivimos los procesos históricos y políticos. El oficio de mis abuelos feriantes dejó de tener sentido porque la vida misma se convirtió en una feria.

20.00 horas. Apenas veo la televisión: cuando algo me interesa recurro a internet. Ahora mismo no tengo tele ni mucho tiempo de ocio. Voy a las clases preparto dos veces a la semana y a las citas médicas del último tramo de embarazo. Me gusta leer y escribir; también solía salir a correr, pero hace meses que no lo hago con normalidad. Y con las lecturas soy caótica total y muy poco contemporánea. Leo más a gente muerta que viva.

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