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Falciani: «Hay que reorientar la estrategia de la inspección de Hacienda»

Falciani: «Hay que reorientar la estrategia de la inspección de Hacienda»

Hervé Falciani concedió esta entrevista en el marco de las jornadas Gran Canaria Colaborativa, organizadas por la asociación Commonomia y promovidas por el Cabildo de Gran Canaria. Falciani, ingeniero informático y ex empleado del Banco HSBC ganó gran popularidad al dar a conocer una lista, que desde entonces lleva su nombre, de defraudadores fiscales de todo el mundo.

Jueves, 1 de enero 1970

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— ¿Se siente más tranquilo con Dolores Delgado al frente del Ministerio de Justicia del Gobierno del PSOE? Cuando Delgado era fiscal de la Audiencia Nacional rechazó su posible extradición, señalando que usted había «beneficiado a España de manera histórica» al destapar a casi 700 defraudadores españoles que ocultaban unos 6.000 millones en Suiza...

— Por naturaleza soy de carácter optimista. No tuve ninguna duda de que el tema se resolvería adecuadamente y sin perjuicios ni problemas en el ámbito de la Justicia. Creo en la Justicia, en la democracia y en la imprescindible separación de poderes. Siempre hay que mejorar en ese ámbito, como hemos visto con esos nombramientos tan polémicos recientes sobre la composición del Consejo General del Poder Judicial. Pero no podemos imaginar una sociedad en la que no se capitalizan las buenas prácticas.

— La lista que dio a conocer hace una década, con 130.000 potenciales evasores, permitió a los estados recuperar varios cientos de millones de euros, pero da la impresión de que eso es solo la punta de un gran iceberg como el que hundió al

— Sí, sí, bastante menos, solo una pequeña parte de la punta... El impacto de la colaboración ha incluido a unos 28 países y el elemento fuerte que yo veo ha sido que han podido conocer de forma fehaciente los mecanismos financieros y sus debilidades. Y los datos permitían comprobar los errores de estos, de las regulaciones y de las medidas que se tomaban. Y eso nos permite constatar hoy que las políticas fiscales han fallado. Sigue vigente la falta de aprovechamiento de nuestros recursos, que se nos escapan...

— ¿Y dónde sitúa usted el eje de la responsabilidad de esos problemas que nos perjudican a la mayoría: en el mundo empresarial, en la banca, en los poderes políticos...?

— Tengo que decir que la evolución natural no ha ido en la dirección, creo que interesante y correcta, de una mayor descentralización y federalismo, que facilita la flexibilización y adaptabilidad de nuestras leyes y de nuestros compromisos sociales. Eso es un grave problema. Nos encontramos frente a una realidad que evoluciona muy rápido y si a nivel social, al nivel común que representa al conjunto de nuestra sociedad, no disponemos de la misma agilidad y capacidad de transformación, nos quedaremos siempre cortos. Es, por tanto, una responsabilidad colectiva. Si se centraliza una toma de decisiones por casos y circunstancias que vienen de todos los ámbitos, no se puede cumplir con las exigencias sociales. De ahí esa llamada que hago a que la descentralización sea valorada junto al reparto de las responsabilidades. Cuando hablamos de la posibilidad de poder aprovechar los beneficios legítimos vemos que esto significa también saber exactamente cuáles son las particularidades de cada ámbito desde una óptica descentralizada.

— Para avanzar en esa línea hacen falta cambios legislativos a nivel estatal y supranacional...

— Hasta ahora hemos tenido dos opciones. Una de arriba hacia abajo y que casi nunca funciona de modo eficiente, salvo cuando hablamos de una guerra, que exige decisiones rápidas y contundentes. En todos los demás casos no cabe esa forma de actuar verticalizada. En ese sentido, valoro lo que España ha logrado con su modelo autonómico, próximo a un federalismo fuerte. Un marco que hay que aprovechar y extender. Es una descentralización, la española, que permite la colaboración. Cuando una descentralización es aislacionista no me parece positiva, no tiene a mi juicio sentido. Si sabemos caracterizar nuestras particularidades y trasladarlas, así como compartir lo que tenemos en común con los demás, podemos aprovechar de verdad la capacidad de llevar a cabo iniciativas locales diferentes. Que llevarán su parte de innovación y que permitirán comparar varias iniciativas para que las mejores puedan ser aprovechadas mejor y más rápido.

— En ese sentido, ¿considera usted un fracaso o un retroceso la separación del Reino Unido de la UE?

— Lo veo desde otro punto de vista. Sigue permitiendo luchar contra la centralización, por ejemplo, para combatir la opacidad financiera. El papel que juega la City puede ser que el brexit permita que se distribuya en varios países. Y eso sería una buena noticia.

— ¿La fiscalidad puede y debe tener elementos descentralizados y diferenciados entre las comunidades?

— En los temas fiscales, me parece de gran interés conocer y contemplar las diferencias entre los territorios. El caso de Canarias es evidente: tiene una fiscalidad diferenciada de la que tienen otras comunidades. Eso tiene mucho sentido y refleja unas características propias. A nivel de Hacienda y de otros órganos del Estado se precisa una colaboración que se traslada al ámbito de la justicia social que deben suponer los impuestos. No veo nada práctico solucionar los problemas, por ejemplo, del fraude fiscal, de modo centralizado.

— Pero ahí nos encontramos con la falta de recursos humanos, que tantas veces han denunciado los inspectores de Hacienda. O la dirección que se da a su trabajo, a veces dirigido a controlar al que vende en un mercadillo en lugar de a las grandes empresas transnacionales...

— No hay algo más frustrante para un inspector de Hacienda que no poder realizar su tarea con agilidad y eficacia. Creo que es imprescindible reorientar la estrategia para conseguir mejores resultados que, al captar más recursos económicos, suponen un beneficio directo para el conjunto de la sociedad, para sus servicios públicos y para su economía. En este ámbito, muchas voces abogan a que, por ejemplo, los bancos en España sean auditados cada tres años. Considero que es razonable, es lo que se hace en Francia. La agilización no debe ser tema de un órgano estatal sino de una colaboración múltiple. Esa descentralización de la toma de decisiones es el desafío que me parece más relevante.

— Tiene explicación la distinta sensibilidad que en diferentes estados europeos se tiene sobre la fiscalidad y el fraude. En España parece que hay cierta interpretación laxa, por ejemplo, a la hora de abonar el IVA (en nuestro caso, el de la Comunidad canaria, el IGIC) por una reparación eléctrica o de fontanería en casa...

— Es el contexto el que determina esas actuaciones. Mucha gente, con escasos salarios, tiene que sobrevivir, sacar adelante a sus hijos... y todo lo que es visto como un ahorro se justifica de alguna manera más o menos abierta. No se trata de hablar de cifras, de comportamientos estereotipados. Hablamos de personas y de sus circunstancias. Pienso en la Revolución Francesa y no se puede comparar, ni juzgar igual, el caso de una madre que roba un pan para sus hijos por necesidad y otras personas a las que les sobra el pan. No se puede comparar. Hoy existen instrumentos para proteger los intereses y el impacto social. Esa visibilidad y saber quién va a pagar o no el IVA es fundamental. He tenido la suerte de participar en un proyecto europeo de lucha contra el fraude en el IVA por las grandes empresas. Y el fraude viene de la mano de unos 200 mafiosos que roban alrededor de 150.000 millones de euros al año solo en Europa.

Con esa cantidad, Europa podría afrontar un plan contra la pobreza o mejorar sus servicios públicos o acoger adecuadamente a los refugiados...

— Esta es la realidad más dura, más contundente, que detrae muchos recursos a la gente, que nos empobrece y que hace, al final, que muchos opten por no pagar el IVA del fontanero, como usted me planteaba hace un momento. Con el implemento de tecnologías más cercanas, con el compromiso de los estados,

podremos reducir esas elevadas cifras de fraude, de robo, y que esas cantidades impacten en la mejora de la calidad de vida de todos.

— ¿Somos ciudadanos o clientes?

— Nos tratan como clientes de Amazon, Uber... Y ellos, con un enfoque muy establecido, quieren saber exactamente quién somos como consumidores. Para llevarse ellos el beneficio, el contrato. Esa cercanía es importante. No se puede conocer la realidad económica de un ayuntamiento, de un pequeño pueblo si no se conoce la realidad de cada miembro de su comunidad. Ese conocimiento de la información local tiene que ser esencial para la toma de decisiones. La ciudadanía, la democracia tiene que realizarse a través de la información.

— La globalización no es, por tanto, incompatible con el papel determinante de lo local...

— Es un reto. No tiene sentido en algunos casos que consumamos productos agrícolas que vienen de muy lejos, en lugar de los de proximidad o los de kilometro cero. Apuntamos en la misma dirección cuando planteamos conocer lo que tenemos a nuestro alcance. Esta responsabilidad de elegir una manzana de Chile cuando tenemos una local puede resultar accesible a través de un mecanismo de respaldo, ofreciendo a la comunidad información sobre mis condiciones de producción, mostrando que soy un productor y no un intermediario. Y eso puede animar a que más personas se sumen al consumo de productos locales. La información es siempre el elemento previo a la toma de decisiones, también en el consumo responsable.

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