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El descenso de Ramírez

El descenso de Ramírez

En algún auto judicial del que hoy ni Google da señales, por culpa de la opacidad con la que los medios de comunicación de la isla han tratado toda información relativa a Miguel Ángel Ramírez, juraría haber leído una escena en la que el protagonista de esta historia daba un golpe violento –tal vez una patada– al precinto con el que el Seprona selló las obras que el presidente de la Unión Deportiva estaba realizando en La Milagrosa.

David Ojeda

Miércoles, 25 de abril 2018, 21:54

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La anécdota, que supera todos los límites de la leyenda urbana, muestra un personaje al que no le debe haber sentado nada bien la imagen que para la posteridad dejará el ya pasado 25 de abril de 2018: Ramírez siendo arrestado y puesto ante un juez, que había dictado una orden de busca y captura. La anécdota, con el paso de los años, puede que no sea cierta. Pero también hay otros autos, que aún permanecen a la luz a pesar de haber nacido hace más de una década, que muestran el perfil y la cronología de este empresario «contumaz y rebelde».

La historia da para una novela. Tal vez Alexis Ravelo ya nos la haya contado en las páginas de Morir despacio, porque a veces personajes de ficción como Eladio Monroy hacen mucho más que los medios tradicionales por mostrarnos las costuras de la sociedad.

De Ramírez se ha contado un millón de veces la historia del hombre hecho a sí mismo. El origen humilde de su familia, con residencia en los bloques de la calle de San Juan de Ávila en Tamareceite. Las 10.000 pesetas que Pepe Moriana, entonces presidente del Claret –hoy CB Gran Canaria– le daba por pasar la mopa en los partidos de baloncesto en el viejo pabellón.

También sabemos que su padre le mandó a vivir con sus tíos a Fuerteventura cuando tenía 14 años, y después de haber sido expulsado de dos colegios. Sus recuerdos de aquellos años huelen a viejas calles y tiempos grises. «Teníamos a los yonquis a raya. Siempre fuimos muy guerrilleros. Estábamos fijo peleando. Si había líos bien, si no los buscaba. Sobre todo cuando me aburría. Me gustaba un follón», contaba en 2005 a este periódico en una entrevista que fue titulada: «No recuerdo haber estudiado en mi vida».

También sabemos que Ángel Luis Tadeo fue una persona fundamental, al que siempre ha definido como «alguien de mi familia. Le debo parte de mi éxito».

Esa es la misma persona que hoy vive en sus carnes aquello de que «más alta será la caída».

El pasado domingo vio cómo la Unión Deportiva, el equipo que preside desde 2005, descendía a Segunda División tras tres años en la máxima categoría. La grada pidió su dimisión y en la puerta del Estadio de Gran Canaria, trabajadores de sus empresas, gritaban a los cuatro vientos los constantes impagos de los que son víctimas.

Nadie podría esperar que este empresario especialista en seguridad y servicios cayera tan bajo. No hace tanto conseguía provechosos contratos con el Gobierno de Mariano Rajoy, siempre con el ministro depuesto José Manuel Soria, dicen, como su gran valedor. «Es el concepto de emprendedor más puro que conozco», dijo de él el expolítico en la inauguración de Marmotor, otra de sus empresas

Ramírez, también, supo aprovechar las peculiares medidas del juez Juan José Cobo Plana para, mediante una quita de la mitad de la deuda y un contrato para décadas firmado por el Cabildo con Soria presidente, para sanear a la Unión Deportiva y convertirse en su presidente. En aquel 2005 Ramírez habló de que su misión era socializar el club. Hoy tiene casi el 80% de las acciones.

Y es que hoy muchos se quitarán de la foto y le anularán contratos públicos. Pero si de algo ha presumido siempre es de sus contactos y de su capacidad de mimar, sin distinciones, a todas las fuerzas políticas.

Sus enemigos le acusan de tener amigos en el PP. Pero sus aliados se cuentan en todos los partidos. Siempre tuvo a Jerónimo Saavedra como un referente, y cuando este fue alcalde de la ciudad Ralons ganó el concurso de las guarderías municipales. En la jornada de reflexión de las elecciones al Cabildo en 2011 pidió públicamente en Televisión Canaria que se votara al PP porque atendería al proyecto de ciudad deportiva para la Unión Deportiva. Pero en los comicios de 2015, cuando el escrutinio iba dando la victoria a Nueva Canarias, se marchó de la sede electoral del PP y apareció para saludar en la que los nacionalistas tenían instalada en Bravo Murillo.

Hasta el momento ha podido eludir el yugo de la justicia, que le ha perseguido casi a la vez que su cargo en la entidad deportiva le ofrecía relevancia social. Las polémicas obras de la «puta pajarera» de su finca en La Milagrosa por las que en 2010 el Juzgado de lo Penal número 5 de Las Palmas de Gran Canaria le condenó a un total de tres años y un día de prisión como responsable de un delito contra la ordenación del territorio. Un indulto del Gobierno dejó en barbecho aquella condena, que ahora ya es historia solamente porque prescribió el delito.

Ramírez saltó a la primera página de los periódicos cuando asumió el rol de salvador de la Unión Deportiva, poniéndose al frente de una entidad en fase de concurso de acreedores. Justo lo que ahora sucede con Seguridad Integral Canaria, la empresa que fue su faro y, quizá, la gran obra de su vida. Ahora la justicia le rodea investigando un presunto fraude contra la Seguridad Social cometido en la administración de la empresa.

En medio, mil maniobras que han ido desdibujando su perfil público, mostrando una imagen que ni el silencio cómplice de los medios a través de la publicidad puede borrar. Su papel en la guerra entre el juez Salvador Alba y Victoria Rosell, en el que se convirtió en artista invitado al grabar sus conversaciones con el magistrado, ni le han ahorrado problemas con la justicia ni ha conseguido higienizar su posición pública.

Hoy Ramírez conoce que de la cima también se desciende. Ni la justicia le ha tumbado todavía, ni probablemente haya dicho una última palabra, pero «el emprendedor más puro» hoy vive días complejos. Con sus empresas descapitalizadas y su figura más centrada en sus negocios en Miami. A la vez que la noticia de la busca y captura tomaba los titulares, Ralons compartía en redes sus nuevas instalaciones en su expansión por Estados Unidos.

Y mientras, el palco del Estadio de Gran Canaria se vacía al mismo ritmo que las gradas de un estadio. El hombre que tuvo todo el mundo a sus pies hoy tiene por recuerdo de su ausencia una pancarta que dice ¡Ramírez vete ya!

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