
José Antonio Younis | Catedrático de Psicología Social de la ULPGC
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José Antonio Younis | Catedrático de Psicología Social de la ULPGC
«Las redes sociales son la mina de la derecha radical»El negacionismo de la violencia machista, la machosfera, los discursos de odio contra migrantes o miembros del colectivo LGTBIQ+ en redes sociales... Existen varios indicadores que llevan a pensar que los jóvenes están cada vez más cerca de las ideologías ultraderechistas. El catedrático de escuela universitaria de Psicología Social y profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) José Antonio Younis disecciona en esta entrevista esta percepción.
–¿Existe una ultraderechización de los más jóvenes?
–Digamos que hay una relativa derechización, pero hay que relativizarlo porque, como dijo Spinoza, no juzgar, no condenar, sino comprender. Hay que comprender por qué se está dando esa derechización de fondo de los jóvenes, que no tiene tanta diferencia con la de la sociedad en general y de la sociedad adulta en particular. No está tan generalizada. Hay un incremento, sí, pero es más un incremento de la polarización que de una generalización de todos los sectores juveniles.
–Como parte de esa derechización, ¿diría que algunos jóvenes están blanqueando la figura de Franco o su dictadura?
–Yo no lo diría, principalmente porque no hay datos sobre ello. La razón de fondo es que no conocieron ni a Franco ni a la dictadura. Pero, ¿qué es lo que realmente, si no se está blanqueando, sí se está reproduciendo? El ideario, las ideologías de las derechas más radicales. Cuando empieza Vox en España, antes no había una gran derecha así, al estilo europeo, comienzan a diseminarse ese tipo de ideas, a través de las redes sociales, los youtubers, los influencers... es la mina donde se extraen las ideas de la derecha radical. Además, lo utilizan mucho y muy intencionalmente. TikTok e Instagram son los medios digitales con mayor número de público joven y eso los datos sí lo corroboran. Tienen una política de ir a la captación del voto joven; TikTok e Instagram, especialmente. Las redes son la reproducción actual de la histórica propaganda.
–Hacía alusión en un artículo al pequeño fascista que todos llevamos dentro. En el caso de los jóvenes, ¿ese pequeño fascista es más manipulable?
–Sí, hay unas condiciones políticas y económicas que afectan a toda la población, pero más especialmente a los jóvenes, porque todavía no tienen herramientas de pensamiento crítico, carecen de unos fundamentos educativos de fondo. La transición en España ha sido engañosa, es un país que no ha saldado las cuentas con su pasado.
La Ley de Memoria histórica no se ha aplicado hasta sus últimas consecuencias, por ejemplo, en los colegios. Todos los asesinatos, lo que ocurrió en el franquismo, no se ha abordado como una política educativa de derechos humanos, sino que se ha bailado en las cuerdas de la impunidad. Hasta el relator para Europa denunció que no se estaban siguiendo las normativas internacionales para evacuar el discurso de la derecha.
Los jóvenes también están formando una identidad, la tienen en construcción para dar respuesta a las transiciones vitales y cumplir con las expectativas de futuro que marca el sistema como acceder a un trabajo o a una vivienda, y como eso no se está logrando se busca un chivo expiatorio, que puede ser perfectamente el movimiento feminista.
–De hecho, los datos reflejan que la ultraderecha tiene mayor calado en los chicos jóvenes que en las chicas.
–Actualmente no hay referentes en la clase política para formar tu propia identidad política, ya sea por la polarización, por la corrupción o porque los partidos están envejecidos. Los hombres que votan a la derecha no tienen una referencia igual que las mujeres, jóvenes o de cualquier edad. No tienen referentes identitarios como tienen ellas en este periodo histórico con el movimiento feminista, que no es precisamente un movimiento conservador, sino de cambio y transformación social.
–¿Cómo se combate toda la desinformación que circula en redes sociales?
–Educación. Educación desde Primaria, Secundaria y universitaria. Primero, educación en el pensamiento crítico, promocionando esa lectura crítica histórica, por medio de programas de intervención educativa que desarrollen la conciencia histórica. Y luego, promocionar políticas más estructurales de integración social. También es necesaria la educación digital, porque todo el mundo tiene la convicción de que, si eres joven, ya manejas internet de miedo, pero, ¿qué significa manejar? ¿Significa traducir e interpretar el lugar que ocupas tú en la sociedad? ¿Qué te están diciendo que tienes que hacer para mejorar la sociedad, simplemente ir en contra del feminismo, de la izquierda o de los que están gobernando?
–¿Cómo de peligrosa puede ser la ultraderechización de los jóvenes?
–Afecta a la democracia, es decir, afecta a la cohesión social, a la integración social, porque si esto sucede es porque los jóvenes tienen más dificultades de integración social, en cuanto a las transiciones a la adultez: el trabajo, la vivienda y las transiciones afectivas. Se piensa que estos problemas se solucionan con políticas episódicas, circunstanciales, remedios para tapar heridas, pero los problemas de los jóvenes son estructurales y tienen que ver con la economía y la política, y si no se atienden, la democracia se puede ver bastante afectada.
–¿Los jóvenes han asumido la ideología ultraderechista como máxima expresión de rebeldía?
–Sí; hay una línea emocional. Se han radicalizado más por la vía de las emociones que por la de la razón. Primero, hay un malestar social y, luego, frustración, que conduce a la rabia y la rabia lleva a la derechización, porque son los que critican a quienes están en el poder. Para determinados sectores de la juventud, los que gobiernan son los culpables de que carezcan de posibilidades de integración social, por ejemplo, de acceso a la vivienda. Entonces, viene la ultraderecha y dice que estos les están quitando el futuro. Ahí llega la rabia ¿y quién la depura? ¿Los que están en el poder? No, los que están fuera. El problema es que los jóvenes no tienen conciencia de las alternativas que propone la ultraderecha.
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