
Sin móvil en clase, pero cada semana se confiscan cuatro
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Educación. ·
La restricción del teléfono en las aulas se impuso hace cuatro cursos en el IES La Isleta. Un grupo de estudiantes de 2º de la ESO expone su experienciaEl pasado viernes 2 de febrero entró en vigor la resolución con las instrucciones sobre «el uso de los teléfonos móviles y otros dispositivos vinculados a la telefonía móvil en los centros educativos públicos no universitarios» de las islas. Con carácter general se restringe su uso en el horario lectivo salvo que el profesorado lo solicite para utilizarlos como herramienta didáctica. Antes, sin embargo, muchos centros ya habían reglamentado su uso. Uno de ellos es el instituto de La Isleta, en la capital grancanaria. Este, de hecho, es el cuarto curso en que está prohibido sacar el móvil de la mochila durante toda la jornada, incluyendo el recreo.
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«En el plan de digitalización para la ESO se decidió que, de manera escalonada, se utilizarían tabletas. Hace cuatro años se empezó con 1º de la ESO. Todo el alumnado tiene sus libros en la tableta, por lo que se eliminó el móvil como recurso didáctico. Ya no se pueden sacar en clase. Si quieren llamar a casa tienen que acudir al profesor o profesora de guardia. Se usa el móvil donde la tableta no está implantada», explica el vicedirector del centro, Alonso Díaz.
Desde el principio le expusieron el «plan de convivencia» a las familias, explica Díaz. «Ellos mantienen los teléfonos, no los tienen que dejar a la entrada», expone. Aunque «a las familias les decimos que ellos no tienen por qué venir con el teléfono móvil al centro. Aún así, lo traen porque dicen que necesitan llamar a casa cuando se van a las dos. Pueden tener el teléfono móvil siempre y cuando no lo saquen. Entonces lo guardan en la mochila o en el pantalón, pero no lo pueden sacar. Si lo sacan en clase o en el recreo se les pone un parte de incidencia y se retira y la familia tiene que venir a por el teléfono. No les devolvemos el móvil hasta que la familia no viene a por él», añade el docente.
Eso de que tenga que venir un familiar a retirar el móvil «a nosotros nos favorece porque la familia no quiere venir a por el teléfono», de tal forma que entienden que les incentiva para que sus hijos no lo saquen en clase. «Las familias están informadas desde el primer día de curso y todo el mundo está informado de esto. Si lo sacan se les pide que lo apaguen, se pone en un sobre y se guarda hasta que venga la familia. A veces se ha dado el caso de que se lo quitamos un viernes y no han podido venir, por lo que no han recuperado el teléfono hasta el lunes, para que vean la importancia de cumplir las normas. La verdad es que esto funciona bien porque ellos saben que no lo pueden utilizar. Entonces no lo sacan», añade Alonso Díaz.
Alonso Díaz
Vicedirector del IES La Isleta
Las instrucciones que dictó Educación en febrero «son un respaldo a lo que ya teníamos nosotros. Era una norma interna y ahora el Gobierno nos ha dado la razón en el uso de teléfonos en las aulas», apunta el vicedirector.
En el alumnado, dice el docente, «habrá sentado peor, pero a rasgos generales ha venido bien que aquí tampoco se deje utilizar en el recreo. Sí se ve a alguien con el teléfono, se retira igual. O sea, desde que entran hasta que salen no pueden utilizarlo y eso mejora la convivencia y la socialización». Aún así, reconoce Alonso Díaz, siguen confiscando móviles. «Depende del día, hay veces que ninguno y en otros dos o tres. Depende, pero de media diría que se confiscan entre tres y cuatro teléfonos a la semana. Pero desde que se implantó la norma ha ido bajando».
El alumnado, por su parte, se mantiene en una posición ambigua entre apoyar el no uso de los móviles en clase y el desear sacarlo aunque sea en el recreo.
Modou recuerda que el pasado curso un alumno sacó una foto con la tableta a una profesora e hizo un 'sticker' (especie de dibujo) para mofarse de ella. Así que entiende el peligro de que se utilicen los dispositivos móviles para hacer daño a otras personas. Christian, por su parte, reconoce que tener el móvil cerca le «distrae». De hecho, ve que esa es la diferencia entre estar en el instituto y estar en casa haciendo deberes o estudiando. «No te concentras», afirma. Consultar el WhatsApp, las redes sociales, especialmente Tik Tok y jugar en línea son las formas más habituales de que los teléfonos móviles les roben el tiempo y el foco de atención.
Rayaen ve incluso bien que si sacan el móvil en clase se los confisquen. De forma irónica dice que de esa manera es como un «entrenamiento» para cuando en su casa lo castigan sin el teléfono. «Te vas preparando», dice mientras se ríe.
Noa está de acuerdo con que en clase esté prohibido su uso. Pero no tanto en el recreo. Daniela, en cambio, considera que también es buena decisión que no lo puedan sacar en el recreo porque «hay actividades, se juega al fútbol... Y si dejaran usar los teléfonos todo el mundo estaría con ellos».
Leo no lo tiene claro, pero sí pone sobre la mesa un temor que todos comparten. Las fotos no consentidas. A su juicio, algunos se pondrían por las esquinas a robar imágenes de los demás para subirlas a las redes o compartirlas.
Narayan también está de acuerdo con que el móvil este prohibido en el instituto. En su opinión, si no fuera así estarían «enganchados todo el día» y de esta manera, al menos durante el horario lectivo, están libres de él.
Precisamente uno de los temas que abrió el debate sobre el uso de los móviles en las aulas fue el acoso. Un asunto que también les preocupa. De hecho, confiesa Noa, «todos tenemos fotos 'bullying' de todos. Pero una cosa es que la tengas tú y otra que la pases»
Pero quien hizo la ley hizo la trampa. En clase no se puede sacar el móvil de la mochila, pero sí que utilizan tabletas. La mayoría, explican son propias. El instituto presta los dispositivos al alumnado que no puede permitírselo y estas sí que no tienen acceso a redes sociales, juegos o mensajería. En cambio, las que son propiedad del estudiantado «vienen con todo», señala. Incluso hay que se pone a jugar al 'Clash Royal', un juego de defensa de torres, en clase.
Otros, dicen, se llevan el teléfono al baño para consultarlo allí y, muchas veces, porque es la propia familia quienes mandan mensajes durante las horas lectivas.
En otras ocasiones, utilizan la tableta para poner encima el teléfono.
Para ellos, tener móviles es algo «natural». La mayoría cuenta con un dispositivo propio desde los 10 u 11 años. Pero, en realidad, «el primer móvil es el de nuestra madre», afirma una de las estudiantes.
Solo un alumno de la treintena de la clase, de entre 14 y 15 años, no tiene móvil. La mayoría de ellos tienen redes sociales propias que se abrieron tan pronto tuvieron su dispositivo. Algunos con más de una cuenta, una pública y otra cerrada solo para su círculo de amistades. Pero, curiosamente, buena parte no sabe leer la hora «analógica», dice Alonso Díaz. Son las paradojas de la digitalización.
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