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Manifestación de 1988 que sacó a la calle en Gran Canaria a 300.000 personas exigiendo la universidad. C7

Fuenteovejuna en Gran Canaria

Hoy, 35 años después, podríamos preguntarnos: ¿Cómo fue posible ese fenómeno social? Y también: ¿En qué ciudad, en qué territorio ha salido a la calle tanta gente exigiendo una universidad? Probablemente en ninguna

José Carlos Mauricio

Medalla de la ULPGC. Intervino en nombre de los laureados por el 35 aniversario de la universidad

Viernes, 26 de abril 2024, 23:00

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La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria está celebrando el 35 aniversario de su fundación: una universidad joven a punto de madurar.

El acto que se celebra el día 26 de abril sirve para distinguir a personas e instituciones que, junto a muchas otras, hicieron posible un milagro social. Un gran movimiento ciudadano que impulsó una ley de iniciativa popular con las 40.000 firmas necesarias, que fue aprobada por el Parlamento de Canarias. Y una enorme manifestación de 300.000 personas por el derecho a una Universidad.

Hoy, 35 años después, visto con perspectiva histórica, podríamos preguntarnos: ¿Cómo fue posible ese fenómeno social? Y también: ¿En qué ciudad, en qué territorio ha salido a la calle tanta gente exigiendo una Universidad? Probablemente en ninguna.

Y, entonces: ¿Qué provocó e hizo posible aquella gran rebelión popular? Fue una rebelión contra siglos de condena a la marginación y a la pobreza cultural; cuyas consecuencias lograron romper las cadenas del atraso histórico de Canarias.

A finales del siglo XIX, cuando en Gran Canaria, solo había unas cuantas escuelas en un desierto de incultura y analfabetismo; Pérez Galdós y otros intelectuales se rebelaron, igualmente, exigiendo un Instituto de Enseñanza Media, lucharon y lo consiguieron.

Galdós dijo: «La pobreza cultural es la peor de las pobrezas». Y el origen, diría yo, de todas las otras pobrezas. Un siglo después, ya conquistada la Democracia y la Autonomía, aún no teníamos Universidad. Pero si contábamos con la lección de Galdós y su generación.

Todo empezó así: Sin solemnidad, pero sabiendo de la importancia del gesto, María Eugenia Márquez y yo presentamos una moción pro Universidad en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.

Por lo visto, no era un momento muy propicio. Todos los partidos canarios repetían: «no es el momento, volveríamos abrir el pleito insular. Nuestros partidos en Tenerife se oponen». Mientras defendía la moción comprendí que iba a perder y entonces María Eugenia, del grupo de gobierno, se levantó contra el pesimismo y la resignación. Hizo un emocionado discurso y les gritó: ¡Universidad o vergüenza! Aunque a regañadientes, la moción se aprobó.

En ese momento, solo éramos dos, pero inmediatamente convocamos en la terraza del Reina Isabel de las Canteras, a diez de las figuras más prestigiosas de la lucha histórica por la Universidad: Carlos Bosch, Juan Díaz, Antonio Marrero, Paco Quintana, Sunny Beerli, Beatriz López-Valcárcel, etc.

Les propusimos crear una Comisión Promotora, que recogiera «firmas para presentar una Ley de Iniciativa Popular». Los grupos parlamentarios no la presentarán nunca, les dijimos: «Esto tiene que ser un movimiento ciudadano, con el protagonismo del pueblo. Los políticos detrás, lo más detrás posible. Entre ellos, yo. El único líder debe ser el pueblo de Gran Canaria». Y así fue. Ya éramos diez. La Comisión conectó inmediatamente con todos los centros universitarios y culturales. Se incorporó Francisco Rubio Royo que elaboró las razones, fundamentos y necesidad de una Universidad para Gran Canaria. A las pocas semanas, ya eran mil.

Conectamos también con la Coordinadora de la Vivienda, que dos años antes había presentado con éxito «la primera Ley de Iniciativa Popular para las Viviendas Sociales». Herminia, la líder de ciudad Alta, con nuestra ayuda, reunió a centenares de líderes vecinales de todos los barrios de la ciudad. Durante semanas, muchas semanas, subiendo escaleras, tocando puertas, explicando, movilizando, recogieron las firmas necesarias: 30.000. Más las recogidas por las organizaciones culturales, ya éramos 50.000.

¿Cómo fue posible aquel milagro? Creo tener el secreto: no hubo líder, ni capitán. Fue de todos y de ninguno. Fue del pueblo grancanario. De todos a una

Años después, antes de morir, le pregunté a Herminia si no se sentía frustrada, y con ella todo el movimiento vecinal, por no haber sido reconocida con una medalla por la Universidad. Me miró risueña y dijo: «Yo no quiero más medallas, Carlitos. Tengo de sobra con las dos que conseguí: mi hija y mi hijo han estudiado y obtenido un título universitario. Luego, lograron dos buenos trabajos que nos sacaron de la pobreza». (La comprendí y pensé en los 80.000 titulados en estos 35 años).

Pero con las 50.000 firmas que teníamos hasta entonces, no era suficiente. Avanzábamos, corríamos, pero no era suficiente. Para alcanzar el sueño era necesario volar. Entonces llegaron las dos alas que necesitábamos: La Provincia y CANARIAS7. Guillermo García-Alcalde y Juan Francisco García pusieron en marcha los dos grandes altavoces. Y Ángel Tristán, Suárez Álamo y el conjunto de las redacciones mantuvieron la llama sag rada encendida durante días, semanas, meses para que penetrara en todos los rincones, en todos los hogares, en todos los pueblos de Gran Canaria.

Gracias a ellos, al final ya éramos 300.000. Una marea humana, la mitad de la población de la isla, que obligó al Parlamento a aprobar la Ley y al Gobierno de Lorenzo Olarte, entre fuertes divisiones internas, a aprobar el decreto de constitución.

Solo se opuso AIC. Manuel Hermoso, años después, en un gesto que le honra, pidió perdón y dijo que se había equivocado. Ese día enterró el maldito pleito insular para siempre.

Y Canarias aportó una gran gesta a su historia que seguramente tendremos que repetirla en estos difíciles años que se nos vienen encima.

Pero volvemos a preguntarnos: ¿cómo fue posible aquel milagro? Creo tener el secreto: no hubo líder, ni capitán. Fue de todos y de ninguno. Fue del pueblo grancanario: Una Fuenteovejuna. De todos a una.

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