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Doble confinamiento para trans rechazados

Doble confinamiento para trans rechazados

Broncas, aguantar que les llamen por el nombre que les pusieron al nacer, reproches por ir a por hormonas, faltas de respeto... la obligación de convivir en familia por el coronavirus es un polvorín

Solange García / Madrid

Jueves, 1 de enero 1970

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Para muchos, la familia es estos días nuestro único refugio. Ya no tenemos a mano a los amigos, ni a los compañeros de trabajo... En sólo tres semanas, nuestra rutina se ha desmoronado y se ha tenido que reconstruir entre las paredes de nuestro hogar, que durante un tiempo aún por determinar –ay, qué dura es esa incertidumbre– va a ser nuestro fortín, nuestro lugar seguro. Pero las cosas no funcionan así para todo el mundo. En estos momentos, quienes tienen mala relación con sus familiares están pasando las de Caín. Imagínense, las 24 horas compartiendo unos metros cuadrados con el ‘enemigo’. Es lo que les pasa a algunos jóvenes transexuales rechazados por sus padres y madres y hasta por sus hermanos.

En estos casos, el encierro se llena de broncas, reproches y golpes bajos como el de llamarles por el nombre que les pusieron al nacer, sin tener en cuenta su realidad... Los métodos más o menos refinados de ‘tortura’ son infinitos, pero todos caben dentro de una vivienda. «Estar confinado con gente que te hace daño (porque el rechazo de quien se supone que debe querernos incondicionalmente es seguramente el más doloroso) resulta muy destructivo», resume Marcos Ventura, al frente de la coordinación del grupo trans de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB). Según explica, para algunos llega a suponer «una condena inhumana», ya que ni siquiera pueden recurrir al apoyo cercano de su grupo de amigos.

Falta de privacidad

Estos días, estamos leyendo muchos artículos bienintencionados sobre cómo aprovechar este paréntesis de nuestras vidas para estrechar la relación con los nuestros. Entonces, ¿no es un buen momento para que se abra un diálogo en casa y algunos padres y madres que no aceptan la transexualidad recapaciten? El planteamiento queda muy bien en los libros de ‘mindfulness’, pero no resulta en absoluto realista. «Es muy difícil que las posturas cambien de la noche a la mañana. Además, el confinamiento da lugar a situaciones de estrés, especialmente si hablamos de familias que tienen pocos espacios privados, y esta tensión no parece la más adecuada para un entendimiento», aclara Ventura.

Mané Fernández, vicepresidente de FELGTB y psicólogo, cree que el periodo posterior a la cuarentena tampoco va a ser un camino de rosas: «Cuando todo esto pase, nos podemos encontrar con menores o jóvenes que necesiten apoyo psicológico para tratar las consecuencias de este encierro. No podemos olvidar que lo que están sufriendo es violencia psicológica».

Raquel y Clara, dos jóvenes transexuales víctimas de este rechazo familiar, nos cuentan cómo están sobreviviendo a estos días. Lo hacen por ordenador, ya que ni siquiera pueden permitirse que sus padres las oigan hablar de este tema. Por miedo. Para evitar un conflicto. Este martes tuvieron que pasar el Día de la Visibilidad Trans calladas y metidas en su cuarto. «¡Qué ironía!», dicen.

Raquel, 22 años

«Mi madre no lo acepta, insiste en que una ‘secta’ me ha lavado el cerebro»

«Soy Raquel, tengo 22 años y vivo en un barrio de Madrid. A los 6 años ya notaba que había algo en mí que no encajaba, que no era como los demás chicos... y con el paso del tiempo empezó a rondarme la idea de que yo debería haber sido una chica. Hasta mi adolescencia no supe ponerle nombre a ‘aquello’. Cuando descubrí lo que eran las personas trans, las piezas empezaron a encajar, pero tenía una visión de esta realidad muy distorsionada y tardé años en aceptarme: lo dejé correr y pensé que ya se me pasaría con el tiempo, pero evidentemente no fue así.

En mi familia solo lo saben mis padres y mi hermano, que no lo aceptan, y dos primos que sí. Al principio mi madre decía que me apoyaría, incluso me regaló una falda y unos pendientes de clip. Sin embargo, con el tiempo cambió radicalmente de opinión e insiste en que estoy confundida y que digo que soy trans solo por moda. Con este panorama familiar, el confinamiento es complicado, ya que me hacen continuamente ‘deadnaming’ (llamar por el nombre que le pusieron al nacer) y ‘misgendering’ (referirse con otro género a una persona trans). Además, los momentos de bajar a la farmacia a por las hormonas son horribles, porque mi madre me hace sentir mal diciendo que eso no es importante en estos momentos.

Debido a la actitud de mi familia, me he ido de casa alguna vez después de una discusión fuerte... Pero ahora no puedo, claro. La última vez que lo hice, al volver, mi madre me llamó Raquel (es la única vez que lo ha hecho) y dijo que intentaría aceptarme, pero que le costaría. Esto fue un viernes. ¡Y ese mismo domingo volvió a decirme que estaba confundida y que me estaba equivocando!

Me gustaría que esta cuarentena sirviese para que mi familia aceptase mi realidad, pero sé que eso no va a pasar. Asistimos a terapia familiar, hablaron con mi psicólogo y fuimos a una asociación LGTB, pero nada de eso sirvió para que me comprendieran. De hecho, antes del confinamiento iba a un grupo de jóvenes LGTB y mi madre considera ahora que eso es una ‘secta’ donde me han lavado el cerebro».

Clara, 21 años

«No hablo con mis amigas por temor a que me oigan, mi casa no es segura»

«Soy una chica trans y me llamo Clara, tengo 21 años y vivo en la periferia de Madrid. Me di cuenta hace casi tres años de que el género que me habían asignado al nacer no era el mío. Sin embargo, es algo que no puedo exteriorizar en mi familia debido a lo conservadores que son. Mi madre ya sabe que soy bisexual y lo lleva mal, porque es de este tipo de personas homófobas que dicen no tener problemas con la gente que no es hetero mientras ‘no hagan exhibicionismo ni proselitismo’. Es decir, que para ella no está mal no ser hetero, pero sí cualquier forma de expresarlo. Os podéis imaginar lo mal que le sentó saber que en su familia había alguien así. Mi padre es aún peor, cree en teorías de la conspiración como que la comunidad LGBT+ y el feminismo son invenciones judías hechas para atacar a la raza blanca impidiendo que tengan hijas (o, mucho más importante para él, hijos). Además es muy controlador y verbalmente agresivo (aunque nunca ha llegado a las manos). Así que mi casa no es para nada segura para mí... ¡Y lo sería aún menos si saliera del armario! Por eso no pienso decirles que soy trans hasta que sea económicamente independiente.

Y con el confinamiento... Pues se están creando aún más fricciones entre mi padre y el resto de la familia, ya que lee muchas teorías de la conspiración respecto al virus y esto le hace alterarse mucho, creando una ira que descarga sobre nosotras gritándonos a la hora de las comidas. De hecho, varias veces durante este confinamiento se ha enfadado conmigo por no querer comer postre (ya que, como me muevo menos, tengo menos hambre), diciendo que soy una «artista del hambre» y que «presumo de lo poco que como». Esto es absolutamente falso, un ataque directo.

Pero fuera de esos momentos no llevo mal el confinamiento. He conseguido hacer una rutina de estudio, ejercicio y leer/ver series o películas que hacen que este periodo esté siendo más llevadero. Chatear con amigas con las que estoy fuera del armario también ayuda muchísimo, pero no puedo hacer llamadas ni videollamadas por temor a que me escuchen mis padres».

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