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Almudena Santos
Jueves, 4 de enero 2024, 09:11
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Agentes de la Guardia Civil han detenido a dos personas e investigado a otras seis, la mayoría de ellas menores de edad, en la provincia de Sevilla por su presunta pertenencia a organización criminal, amenazas, coacciones y lesiones. Estos arrestos se enmarcan en la operación 'Macana', que ha permitido desarticular un «bloque» de la banda juvenil violenta Blood. Se les atribuyen también crimenes contra personas, patrimonio y salud pública.
La investigación comenzó cuando llegaron a las dependencias de la Guardia Civil notificaciones de una serie de agresiones y enfrentamiento entre bandas juveniles. Todas ellas, protagonizadas por menores de edad. La mayor parte de estas reyertas eran iniciadas por miembros de los Bloods, ocurrían durante diferentes celebraciones de eventos lúdicos e implicaban el uso de armas blancas como navajas, punzones u objetos cortantes con gran capacidad lesiva.
El líder del bloque desarticulado por los agentes viajaba con frecuencia a Madrid, aunque estaba afincado en la ciudad de Sevilla. Los desplazamientos a la capital tenía como objetivo la interacción con los máximos líderes de la organización. Y es que, según indican fuentes policiales, este integrante de los Bloods tenía como misión la creación de un nuevo brazo de la banda en esta provincia andaluza, lo que implicaba también la captación de nuevos miembros.
El líder del bloque detenido buscaba adolescentes fácilmente manipulables y en situaciones de vulnerabilidad. Para ello, frecuentaba centros escolares, institutos y espacios de reunión de jóvenes como centros deportivos o parques. Las redes sociales también jugaron un papel importante en la captación de nuevos miembros.
No obstante, para poder pertenecer a la banda, los aspirantes debían superar algunas pruebas como agredir a otros adolescentes, recibir castigos físicos- como muestra de compromiso- o llevar a cabo otro tipo de actos delictivos como hurtos, robos con violencia o fuerza. El objetivo de estos últimos es que fuesen obteniendo beneficios económicos para, así, poder financiar la organización.
Una vez superadas estas 'misiones', que tienen como meta demostrar la capacidad de llevar a cabo acciones delictivas por la banda los aspirantes cambiaban su condición para ser miembros juramentados. A partir de este momento, el líder del bloque les otorgaba una posición concreta en la organización.
La pertenencia a la banda suponía también un determinado código de conducta y una vestimenta concreta. En caso de incumplir con estas normativas o con las órdenes dictadas por un miembro posicionado en un nivel superior, los miembros debían exponerser a castigos físicos. Estos pasaban a ser más severos si los mandatos infringidos venían dados por la cúpula.
El abandono de la organización, como ocurre en otras bandas juveniles, estaba sumamente penado. Suponía amenazas de muerte, por ejemplo, tanto al 'desertor' como a sus familiares. Y es que una vez dentro, la tarea de dejar el grupo sin el consentimiento del líder se convertía en un acto muy complicado.
Para autofinanciarse, los subordinados no solo tienen que pagar cuotas obligatorias, sino que también se les encargan acciones como el menudeo de drogas. Los menores son los que más deben encargarse de este tipo de 'misiones', que también incluyen robos y hurtos, para satisfacer las necesidades del grupo.
La presencia del bloque sevillano de los Bloods era muy alta en redes sociales. Utilizaban este tipo de plataformas tanto para dar instrucciones y consignas como para captar nuevos miembros. También servía como canal de difusión de las agresiones cometidas para, así, obtener un mayor reconocimiento por la cúpula de la organización y atemorizar a integrantes de bandas rivales.
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