Cuando la vida es una carrera de obstáculos físicos y mentales
Moverse en una silla de ruedas no es fácil en una ciudad llena de trampas, conductores que no respetan las zonas acotadas o prejuicios sociales que segregan al diferente. Silvia Arbelo y Domingo Pulido, ambos pilotos de rally, cuentan su experiencia.
Este fin de semana Silvia Santana, una mujer con movilidad reducida, denunciaba sentirse «discriminada» por la ubicación que el festival Sun&Stars decidió para las personas que, como ella, necesitan de una silla de ruedas para moverse. La situaron en la sexta planta, «muy lejos» del escenario cuando compró una entrada de pista. La organización dijo que fue una cuestión se seguridad, que esa era la zona que el plan de emergencias reserva para las personas de movilidad reducida. «Se limitan a cumplir estrictamente la ley», segura Ana González, presidenta del club deportivo Sin Barreras SportDriving. Es decir, se habilitan zonas para personas con movilidad reducida pero no se piensa en su confort, explica.
Son las barreras cotidianas contra las que deben enfrentarse quienes requieren de la ayuda de una silla de ruedas para desplazarse. «Yo creo que falta información», apunta Domingo Pulido. Tiene 37 años y es piloto de coches. También ha sido baloncestista en el Econy Gran Canaria Accesible, equipo con el que logró importantes medallas en Europa.
Domingo es una persona con movilidad reducida por «una negligencia médica», explica. A los 15 años tuvo un problema de salud y tras varias operaciones pudo salvar su vida, pero no la movilidad completa de sus piernas. «Fue muy duro», reconoce, pero el deporte fue su «refugio». Tras dos años en Toledo, donde aprendió «lo que era ser libre», explica, entró en shock al regresar a la capital grancanaria. «Allí me movía con libertad, no necesitaba a nadie. Toledo es accesible 200%. Aquí, mira los bordillos, todo son barreras».
Las infraestructuras han mejorado, especialmente en la zona baja de la ciudad, pero la misma calle donde está el club SportDriving, al que pertenece Domingo, es una cuesta con una considerable pendiente bordeada de aceras altas con rebajes muy lejanos.
Mientras hablamos se escucha la música de la sala de al lado. Allí está Silvia Arbelo que coincide con Domingo al menos en tres cosas: tiene 37 años, es piloto de coches y es una persona con movilidad reducida. En su caso un accidente laboral. En ese momento, hace 16 años, era madre soltera de un niño de 4 años. «Fue un cambio tremendo», reconoce Silvia, que acaba de terminar de impartir como monitora una clase de zumba.
Tanto para ella como para Domingo es necesario un cambio de mentalidad de la sociedad. Lo apunta Ana González, que lamenta que en muchas ocasiones los conductores ocupen las plazas de aparcamiento reservadas para las personas con movilidad reducida: «Un momentito te dicen. Siempre es lo mismo».
Actos cotidianos como ir a tirar la basura al contenedor se convierten en una verdadera aventura para la gente que necesita moverse en una silla de ruedas. «Me tengo que poner la bolsa en las piernas y cuando llego no puedo abrir el contenedor porque no puedo ponerme de pie», explica Domingo.
Silvia quiso apuntarse a un concurso de belleza en Costa Ayala y al principio encontró reticencias. «Me dijeron que no podía, que con la silla de ruedas llamaba la atención», afirma. Y hubo gente, añade, «que me dijo que si lo que quería es que me votaran por pena». Al final logró apuntarse y lo menos que espera Silvia de los demás es compasión. Las personas con movilidad reducida demandan comprensión y eso pasa por adaptar los edificios públicos, poner baños químicos adaptados o rebajar los bordillos en buena parte de las infraestructuras pública.
Pero en muchos casos, añade Domingo, no solo son los obstáculos físicos. «Hay muchas barreras mentales» contra las que luchar, explica este orgulloso deportista.