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SERGIO GARcÍA
Sábado, 27 de noviembre 2021, 23:13
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Carmelo está enamorado de las áreas de servicio francesas. Y eso a pesar de que un paquete de Marlboro cueste tres veces más que en España, se come peor -«y tiene delito estando rodeados de granjas de foie gras», bufa-, y que la última vez que le cambiaron allí una rueda le cobraron 1.800 euros por una Michelin frente a los 500 que él acostumbra a apoquinar. «Tienen duchas, las puedes encontrar cada veinte kilómetros, están bien cuidadas y, sobre todo, vigiladas».
La situación a este lado de los Pirineos, por el contrario, deja mucho que desear, sobre todo en lo relativo a la seguridad, una de las principales demandas que han dirigido a la Administración y que constituyen una de las principales reclamaciones en el escenario de paros que se vislumbra para la segunda quincena de diciembre. «Hay paradas en la costa mediterránea o en Madrid que son territorio de la delincuencia organizada», lamenta.
En tiempos de carestía, el camionero lleva consigo un botín, el combustible, por el que muchos están dispuestos a cometer auténticas tropelías. «Se ha extendido el método de introducir un spray anestesiante por el tubo de admisión del calefactor, que te deja grogui». Hace un mes, a un compañero suyo le salió cara la parada de rigor en Lleida para descargar. «Le robaron 340 litros de gasóleo, el equivalente de 17 garrafas de 20 litros cada una. Le dejaron seco. Y encima no bajes porque pueden pasar dos cosas: que te inflen a palos ellos, o que te defiendas y entonces te conviertas tú en el malo».
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