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Canarias ha perdido ocho especies vegetales únicas en la faz de la Tierra. La última de ellas, el año pasado cuando se oficializó la desaparición del pico de paloma de La Gomera (Lotus gomerythus), explica Jairo Patiño, investigador del grupo iEcoEvoLab del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IPNA-CSIC) quien, junto a Raúl Orihuela-Rivero, lideró la revisión más completa de las extinciones botánicas en la Macaronesia.
Esta investigación, realizada con científicos de Portugal, Alemania, Bélgica y otras instituciones españolas, ha revisado las extinciones de especies vegetales en Azores, Madeira, Cabo Verde y Canarias.
El trabajo identificó 168 eventos de desaparición; de ellos, 13 han sido extinciones globales, es decir, afectaron a especies únicas eliminadas por completo del planeta. Ocho de ellas han desaparecido en Canarias. «En proporción, es un número muy elevado», señala Patiño, que destaca que buena parte de estos tesoros botánicos malogrados en Canarias se han perdido recientemente, a partir de los años 70 del siglo pasado, como ocurrió con el bejeque de Masca (Aeonium mascaense) y la escobilla de Masca (Thesium psilotocladum Svent). «Incluso durante la realización y publicación del estudio se produjo la desaparición del pico de paloma de La Gomera», lamenta.
La acción humana ha tenido un papel fundamental en la desaparición de estas especies, incluso la de los aborígenes canarios. Es el caso de la Ruta museocanariensis, una especie vegetal extinta y descubierta en 2023 que pudo ser identificada por los restos hallados en las mortajas de momias depositadas en El Museo Canario muchos años antes, indica Patiño.
El resto de los eventos de extinción documentados, 155, son extirpaciones locales, especies que han desaparecido en una isla o región concreta de la Macaronesia pero que perviven en otras ínsulas o lugares del mundo. De ellas, 68 han desaparecido de hábitats canarios.
Los investigadores han analizado la evolución histórica y espacial de las extinciones botánicas en Canarias y han encontrado dos puntos críticos: las medianías de las islas entre los siglos XVIII y XIX y a partir de los años 60 en las zonas de costa como resultado del boom turístico. «El desarrollo de infraestructuras a nivel de costa ha reducido el espacio natural de estas zonas y está produciendo un incremento importante de las extirpaciones locales», indica.
Entre las documentadas, los científicos resaltan la singularidad de las registradas en Fuerteventura y Lanzarote, que perdieron los reductos de especies arbóreas propias del bosque termófilo y la laurisilva. Así, Patiño cita, entre otras, las desapariciones en estas islas de vinátigos, fallas, brezo, madroños. «Hay especies muy icónicas que habrían desaparecido de Fuerteventura, como el cedro canario o el pino canario, desde la llegada de los conquistadores », indica sobre pérdidas que dibujan en estas islas un paisaje distinto al actual, sobre todo en puntos del interior del macizo de Jandía o en la parte más alta de Betancuria.
En todo caso, las islas que han registrado más pérdidas han sido Gran Canaria y Tenerife. «Son las islas con mayor diversidad», señala el investigador.
Para Patiño, las extinciones locales son igual de dolorosas. «Todo aquello que se pierde es súper valioso porque, aunque no se trate de una especie endémica de una isla o de una zona concreta y perviva en otros lugares, con su desaparición se pierde diversidad genética, una riqueza que no es visible», subraya el científico. No obstante, reconoce que le resulta especialmente triste la desaparición de hábitats, como los reductos de laurisilva de Fuerteventura.
La pérdida de espacios naturales continúa produciéndose de forma acelerada en las costas canarias. «Sería muy doloroso seguir perdiendo hábitats costeros. Nos queda muy poco que sea natural. Nos quedan solo sectores, que son espacios naturales protegidos hoy en día, hábitats únicos muy amenazados por la presión turística», afirma.
Lo peor, dice, es que si no se toman medidas urgentes para rebajar las amenazas en estos hábitats la biodiversidad canaria seguirá reduciéndose. «Hay muchas especies en riesgo inminente de desaparecer. Podríamos estar hablando de unas 250 especies de plantas con flor con distintas categorías de riesgo; desde críticamente amenazadas a vulnerables. Entre musgos y helechos, hay otras 150 especies con un grado de amenaza muy importante», explica Patiño.
La correlación de la desaparición de algunas especies vegetales de las zonas costeras y el boom turístico es evidente. A la izquierda, se aprecia el desarrollo urbanístico de Maspalomas desde 1951 hasta la actualidad. El botánico Jairo Patiño afirma que el aumento de infraestructuras en espacios naturales, sobre todo costeros, no es la única amenaza para la flora. La proliferación de herbívoros invasores, el cambio climático y el trasiego continuo de visitantes por los enclaves naturales dificultan la supervivencia de algunas especies.
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