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La ola de calor que sufrió Canarias las dos primeras semanas de octubre llevaron a una decisión sin precedentes: suspender las clases. Se batieron varios récords y buena parte de la población sufrió los rigores de las altas temperaturas especialmente de noche, con unas mínimas por encima de los 30º. Una de las soluciones que han probado ya algunas ciudades para hacer frente al calentamiento global son los llamados refugios climáticos. Espacios con vegetación que bajen la temperatura de la zona. «Cuando hablamos de un refugio pensamos en una zona natural en ámbitos urbanos que son los que más van a sufrir los impactos de las olas de calor, como esta reciente», señala el profesor Abel López, de la Universidad de La Laguna (ULL), experto en temáticas relacionadas con la adaptación al cambio climático. Para él, hoy en día en Canarias es mucho más «importante» preocuparse por crear «refugios climáticos» que intentar mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero ya que estos dependen de un contexto global y de que lo hagan los demás, mientras que los primeros se deciden en lo local.
«Hay mucho espacio público que podría reconvertirse en ámbitos que favorezcan determinadas condiciones ambientales , que resguarden de las temperaturas extremas. Todo apunta a que en Canarias va a llover menos, va a ver escasez de agua. A determinados colectivos, como los más desfavorecidos hay que brindarles un espacio reguardarse donde de este nuevo contexto del cambio», señala.
Varias ciudades españolas, y especialmente Barcelona y Bilbao, han apostado por la creación de estos espacios sacando a los coches de determinadas zonas y creando parques con arboleda tras repintar el asfalto o naturalizar el suelo con tierra.
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«Hemos diseñado espacios urbanos sin tener en cuenta esa variable» del calor, explica López. «Tenemos que aumentar el porcentaje de sombras naturales con árboles y poner más fuentes de agua». Estas, además, no solo actúan como elemento decorativo sino que con el aire pueden ser «difusores» de vapor de agua refrescando el ambiente.
A juicio de Manuel Montesdeoca, arquitecto y profesor de la Universidad de Las palmas de Gran Canaria (ULPGC), aunque no ha sido premeditado «Santa Cruz de Tenerife» está «mejor» que la capital grancanaria «en zonas verdes». En las últimas décadas, recuerda, la ciudad ha apostado «por espacios urbanos duros, de materiales antropizados y pocos elementos naturales. Y cuando se diseña un parque con árboles el banco está al sol. En las paradas de guaguas las marquesinas no hacen sombra, no están bien orientadas de forma que protejan al usuario. El mobiliario urbano no cobija y no se pone vegetación que lo haga. Y tampoco hay fuentes. Habría que imitar la arquitectura musulmana. Incluso el chorro vertical baja la temperatura. Eso se echa mucho en de menos en la ciudad», reconoce.
López recuerda que la radiación solar ya en Canarias «es muy alta», pero lo que es problemático es el incremento «de las olas de calor en duración e intensidad. Y la variable clave es el incremento de las noches tropicales, ecuatoriales e infernales con 20, 25 y 30 grados». En su opinión, son más importantes incluso los refugios climáticos de noche que de día porque el aumento de las mínimas por las noches dificulta el descanso «da lugar a que se agraven determinadas patologías» llevando al fallecimiento. De hecho en la última ola de calor en Canarias causó 30 fallecimientos, según el Sistema de Vigilancia de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Ministerio de Sanidad.
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A ello hay que añadir el «efecto isla de calor», explica Manuel Montesdeoca. «El calor de todo el día se acumula en el asfalto, las aceras, el hormigón de los edificios y la temperatura nocturna de repente repunta cuatro o cinco grados más porque se empieza a desprender el calor acumulado». Por eso, añade el arquitecto, sería recomendable que la legislación obligara a construir cubiertas vegetales, «que ayudan a mitigar el efecto isla de calor», y «volver a la tradición de los colores blancos» en los edificios.
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