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No encontrará a nadie que hable mal de Manolo Carrillo. Y no por esa inveterada costumbre de respetar la memoria del que se ha ido. La muerte, este jueves, de Manolo no altera ni un ápice la percepción que dejó en vida, la de un hombre bueno, socarrón, presto a la risa, con una predisposición infinita a la ayuda y el trabajo, y un saber enciclopédico y modesto sobre el mar. Uno de los pioneros de la investigación sobre los cetáceos en Canarias nos dejó a los 64 años de edad tras una fugaz enfermedad. El vacío que deja este murciano en la ciencia es abisal.
El conocimiento atesorado, insondable, lo desplegaba como las cápsulas saladas del oleaje marino. Fue un referente sin titulación: aprendió del océano lo que estaba escrito en los libros y lo que no. Y se erigió como uno de los pioneros en la investigación sobre los cetáceos en Canarias, proyecto en el que se embarcó hace más de treinta años con la organización Tenerife Conservación.
«Fue fundamental para el conocimiento de los cetáceos», explica, afectado, Vidal Martín, presidente de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario (Secac), otro de los colosos de la fauna marina.
La voz de Manolo Carrillo fue de las primeras que se levantó para alertar del impacto que estaba produciendo el aumento del tráfico marítimo de pasajeros entre las islas en las poblaciones de cetáceos, en especial de cachalotes. Pero también estudió las tortugas y pobló las costas canarias de esqueletos de cetáceos, para recordar a esos otros canarios que ya poblaban nuestras aguas cuando nosotros dejamos África y nos ensimismamos en estos peñones.
«Fue uno de los pioneros en el estudio de los cetáceos junto a Vidal Marín y Luis Felipe López Jurado, allá por los años 80», aseguraba el doctor en Sanidad y Patología Animal de la facultad de Veterinaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Manuel Arbelo, «aportó mucho al conocimiento».
Su compañero, el catedrático de Anatomía Patológica y director del Instituto Universitario de Sanidad Animal y Seguridad Alimentaria de la ULPGC, Antonio Fernández, reconoce que Manolo Carrillo fue «la persona que me acercó al mar». Dice que «nos deja un hueco en el corazón, no solo en la parte científica, sino también en la faceta humana». Lo recuerda como un «hombre de mar, de acercarse a los cetáceos» y lo considera como un referente para la biología marina en toda Canarias.
El veterinario del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo de Gran Canaria, Pascual Calabuig, también rememora todo lo que hizo por los cetáceos que varaban en las islas. «Siempre que lo necesitábamos, estaba ahí», asegura, «yo nunca he sido un experto en cetáceos, y cuando llegaba alguno, siempre me ponía en sus manos y en las de Vidal Martín». Detalla que lleva más de veinticinco años colaborando con el Cabildo y que «muchos animales se salvaron gracias a él».
Sus restos permanecen en el tanatorio de Servisa, en la autopista de Santa Cruz de Tenerife a La Laguna, donde este viernes será incinerado a las cuatro de la tarde.
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