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Un año sin Anna y Olivia: el caso que puso en el foco la violencia vicaria

El 27 de abril de 2021 empezó una pesadilla de la que Beatriz Zimmermann, madre de las niñas, jamás podrá despertar

Martes, 26 de abril 2022

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Justo hace un año, Tomás Gimeno, padre de Anna y Olivia, tendría que haber llevado a sus hijas junto a su madre, Beatriz Zimmermann, tal y como habían acordado. Aquella tarde daría comienzo un terrible suceso que mantuvo en vilo a toda España y que puso en el foco una de las violencias machistas más crueles y hasta aquel entonces más desconocidas, la violencia vicaria.

Gimeno decidió arrebatarle la vida de manera fría y cruel a sus dos hijas para también herir de muerte a Beatriz. La violencia vicaria es aquella que tiene como objetivo dañar a la mujer a través de sus seres queridos, especialmente de sus hijas e hijos. El ánimo de causar daño a su pareja o expareja, en este caso, a toda costa supera cualquier afecto o sentimiento que pueda sentir por ellos. El asesinato que llevó a cabo Gimeno supone el nivel más extremo de este tipo de violencia machista que destruye a la mujer, pero la manipulación de esos hijos para que se pongan en contra de la madre, por ejemplo, también es violencia vicaria, causando un enorme daño también para los menores, que son víctimas de violencia de género, al igual que las madres. El objetivo final, aunque sea pagándolo con la muerte, es el control y dominio sobre la mujer, en un afán irracional de posesión en una relación de poder basada en la desigualdad.

La violencia vicaria, sobre la mesa

El asesinato que llevó a cabo Tomás Gimeno no tiene nada que ver con un parricidio, porque el fin último de él era ejercer un daño irreparable a su expareja, utilizando a sus dos hijas para ejercer la acción, de ahí el término de violencia vicaria, que se incluyó en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género en España. A pesar de ser el caso de Anna y Olivia el más mediático, y el que puso sobre la mesa este tipo de violencia contra las mujeres, desde el 2013, año en el que se comenzó con una estadística oficial de menores asesinados en el marco de la violencia de género, han sido 47 los menores asesinados a manos de sus padres (o parejas/exparejas de la madre) por violencia vicaria, según los datos de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.

Tomás Gimeno.
Tomás Gimeno.

El caso de las niñas en Tenerife fue especialmente duro y despiadado. Desde que se tuvo constancia de su desaparición junto a su padre hasta el hallazgo del cadáver de Olivia, la mayor de las hermanas, pasaron muchos días de terror, búsqueda, incertidumbre, pistas falsas, titulares fáciles y muy poco tacto en un caso tan sensible y complejo. Beatriz Zimmermann, en un alarde de fortaleza y esperanza heroico, daba ánimo y mandaba mensajes positivos a través de sus redes sociales para que todos los efectivos siguieran en la ardua labor de encontrar a sus hijas.

Desde que se contabilizan las muertes por violencia vicaria, 2013, han sido 47 los menores asesinados

Entre estos hechos, y mientras la histórica búsqueda del buque oceanográfico Ángeles Alvariño peinaba día y noche la zona donde podían estar los cadáveres, el desconcierto y el desconocimiento de gran parte de la población crecía a cada minuto. Personas del entorno de Gimeno insistían en que él era incapaz de hacerle daño alguno a sus hijas, sin saber que precisamente en la violencia vicaria las hijas son el arma, y no el fin. «Era un gran padre, siempre juega con ellas y se le cae la baba», afirmaba un amigo en un programa de televisión en plena búsqueda, para añadir aquello de «sería incapaz de ponerles las manos encima. Se habrá fugado y seguro que volverá». Aunque la principal hipótesis de los investigadores, desde el inicio, fue el asesinato, se creó un halo de esperanza generalizado en el que nadie se quería poner en el peor de los escenarios.

Joaquín Amills, presidente de SOS Desaparecidos y portavoz de Beatriz Zimmermann durante todo el periodo de búsqueda, iba trasladando a diario los principales avances de la investigación, así como detalles de cierta importancia que fueron dibujando a Gimeno como una persona posesiva, machista y peligrosa, con episodios violentos en el pasado contra Beatriz y la pareja de ella, lo que demuestra su enfermiza obsesión de posesión.

El padre Báez entra en escena

Entre todas las voces que entraron a valorar este asesinato, especialmente desagradable fue la opinión del padre Báez, que defendió a Tomás Gimeno, situándolo como víctima y acusando a Beatriz de la muerte de las niñas. Este repugnante hecho, que le costó una denuncia ante la Fiscalía, que el Obispado lo apartara como párroco y la crítica general de la sociedad, lo realizó a través de las redes sociales, con un texto y en vídeo, que trató de eliminar cuando ya era demasiado tarde. «Paremos rupturas matrimoniales, reforcemos la fidelidad, no entreguemos hijos de un padre a otro y así evitaremos tragedias», añadiendo que Gimeno «se quitó de en medio para no seguir sufriendo». Báez, además, afirmó que «a ver si hay un psicólogo con cojones para corroborar lo que digo».

Báez, tras declarar.
Báez, tras declarar.

José Mazuelos, el obispo de la Diócesis de Canarias, decidió apartar rápidamente a Báez de su oficio de párroco, prohibiéndole además «no hacer, en su condición de sacerdote, manifestaciones y declaraciones en medios de comunicación o a través de las redes sociales».

Cuando el 10 de junio la Delegación del Gobierno en Canarias informó que había aparecido en el mar un cuerpo sin vida, aparentemente de una menor, las fuerzas se convirtieron en llantos, la esperanza, en tristeza y el corazón en un puño. El cuerpo de Olivia fue hallado en el interior de una bolsa de deportes a 1.000 metros de profundidad. El Ángeles Alvariño consiguió lo imposible, localizar al menos uno de los cuerpos y acabar con los rumores de que se encontraban en cualquier parte del mundo, donde ya por entonces multitud de llamadas afirmaban que los habían visto.

La autopsia confirmó que la muerte de la menor fue violenta. Gimeno no improvisó, tenía un plan y lo llevó a cabo con una frialdad que aterroriza, realizando varias llamadas y mandando mensajes, ya en alta mar, a la madre de Anna y Olivia, su gran obsesión. Él ejemplifica y define a la perfección, tristemente, lo que significa la violencia vicaria y las consecuencias que dejan a las mujeres.

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