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Triple precaución en la quesería

Era del Cardón, en Agüimes, sigue produciendo quesos mientras extrema el celo frente a la enfermedad. Lucía mantiene el negocio y su marido lleva semana y media confinado al ser más vulnerable al coronavirus. Tiene un riñón trasplantado

Gaumet Florido y Agüimes

Jueves, 19 de marzo 2020, 07:00

Siete de la mañana. Lucía Torres abre el portón de entrada a su granja. Hubo que llamarla antes para evitar el timbre. Sus tres niños están en casa y aún duermen. Todo parece tranquilo. Pero es un espejismo. La sala de ordeño es un entrar y salir de cabras. Hasta 700. Disciplinadas. Lucía y dos de sus trabajadores llevan tres horas de faena. El mundo tirita frente al coronavirus, y en la Quesería Era del Cardón, en Agüimes, también, pero a las 4 de la mañana de cada día toca empezar a ordeñar. No hay tiempo que perder. Hay estado de alarma, sí, pero en una explotación ganadera no hay licencia para parar. No hay cierre ni ERTE que valga. Ahora bien, lo que sí hay, y mucha, es precaución para contener la enfermedad y evitar que se meta en este aislado paraje a las afueras de Agüimes, en la linde con Santa Lucía.

Lucía se ha cargado a sus espaldas el negocio y tiene que extremar el celo para impedir que la contagien. No solo por su propia salud, que también, sino porque de ella dependen los animales, que tienen que seguir comiendo, y porque si no vende leche ni hace queso, entonces no hay ingresos. Y sobre todo, que es lo que de verdad le quita el sueño, porque tiene que evitar a toda costa que en esa finca entre el coronavirus. En ella se resguardan sus tres pequeños y su marido, Luis Martel, titular de la explotación desde 2003, que es especialmente vulnerable a la enfermedad. Vive con un riñón trasplantado y todos los expertos lo encuadran entre las poblaciones de riesgo. El celo, en su caso, es doble. De hecho, casi una semana antes de que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, decretara el estado de alarma, Lucía y Luis ya lo habían impuesto en la quesería.

Él lleva confinado semana y media. Mientras tanto, aprovecha para cuidar de los críos, de 7, 4 y 2 años, y de sus propios padres, por cierto, también población de riesgo, por edad y por enfermedad, al menos en el caso del suegro de Lucía, enfermo de alzhéimer. Pero Luis está bien y aprovechó la presencia de los periodistas para hacer llegar a través de ella un reconocimiento a todos los trabajadores del sector primario que siguen en la brega para alimentar al mundo y a los sanitarios que luchan contra la enfermedad.

Lo cierto es que, con esa inquietud en el cuerpo, Lucía se ve obligada todos los días a tirar para adelante, a seguir ordeñando y vendiendo quesos. Pero eso sí, no descuida la seguridad. También se han implicado sus propios trabajadores, los dos que atienden el ganado y la que hace el queso. Le consta que le ponen especial cuidado y que apenas salen de casa salvo para venir a trabajar. Mascarillas y guantes se han convertido en parte inseparable de su atuendo. Ha reducido sus días de reparto. Hasta se deshace de la ropa con la que ha estado en la calle cuando entra en casa. Y sigue vendiendo quesos en la granja, solo que no deja que nadie pase del portón de entrada, que está como a 50 metros de la vivienda

No le queda otra. Tiene mucho que perder. Pero al menos, con coronavirus y todo, sus clientes pueden disfrutar de sus muy premiados quesos de cabra. Era del Cardón produce a diario 1.200 litros de leche, de los que usan 700 para elaborar entre 50 y 60 quesos diarios. No quitan la cuarentena, pero ayudan a pasarla.

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