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«Ventayga me abrió la puerta a una Gran Canaria mítica»

«Ventayga me abrió la puerta a una Gran Canaria mítica»

maestro jubilado y fundador de turcón

Jueves, 1 de enero 1970

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Es su última novela publicada, pero en realidad es la primera. Le costó 10 años sacarla. ¿Por qué?

— Por el miedo a una inversión de dinero que era alta. El resto de las novelas las pude publicar gracias a subvenciones al colectivo Turcón. Ventayga está patrocinada por una empresa privada, Acebiño, y eso lo quiero agradecer, pero además ha sido posible también gracias al apoyo de la Casa de Galicia y de los ayuntamientos de San Bartolomé y Mogán.

Por cierto, ¿por qué Ventayga con uve?

— Viene de una cita textual de Antonio Cedeño, uno de los conquistadores que acompañaron a Juan Rejón. Tiene que ver con la castellanización del lenguaje. Quise reivindicar aquel primer nombre y al que fue el primer cronista de la conquista.

¿Es una novela histórica o nos enseñará mucha historia?

— Quien la lea va a aprender mucha historia, y para eso recurro al arqueólogo protagonista, que hará análisis basados por ejemplo en estudios de Celso Martín de Guzmán sobre Arguineguín.

Háblenos de Ventayga...

— Es la novela más pasional de todas las que he escrito. He investigado, he querido imbuirme en aquellos tiempos del siglo XVI, indagué en cómo se construyó la ermita de Santiago, he caminado...

Ha buceado en archivos y en senderos.

— Cada personaje se ha ido construyendo con una información basada en investigación arqueológica, en las costumbres de la época... Investigué cómo se produjo la colonización de las tierras realengas de Arguineguín. Hay que darse cuenta de que en aquella época había dos islas dentro de la isla: toda aquella de la que se podía sacar una alta rentabilidad con la caña de azúcar, y otra, la realenga, donde no había nada, la de los riscos, los arrifes, de las dunas de Maspalomas hacia el oeste. En esos territorios no quedaban aborígenes y a mí me permitieron recuperar la leyenda del naufragio que en tierras de Arguineguín trajo a la isla una talla medieval de Santiago el Chico. Y me permite adentrarme en ese mundo de manos de un gallego que va a llevarla para crear la ermita. Hablo de uno solo, y no de un grupo, porque le quise dar un enfoque místico, más inhumano. El gallego sufre y en su camino se encontrará con una familia de pescadores portugueses, después con Beneharo, un mencey tinerfeño, y con la población aborigen de Los Canalizos, y, al final, con las plantas medicinales y el pinar profundo del Morro de Santiago. Me permite recrear una isla muy curiosa, con mucha agua.

Una isla que parece irreal...

— Pues fue muy real. Juan Rejón se quedó en el Guiniguada porque la vegetación hasta Telde, donde sabían que estaba la Torre de Gando, anterior a la conquista, era tan intrincada que hacía impracticable el camino. Los bosques de laurisilva llegaban a la costa.

De alguna manera vincula la fe en Santiago con la mística aborigen del Roque Bentayga...

— En la novela hay un discurrir del adoratorio del Bentayga, alrededor de Beneharo, que le va a permitir al que hizo la ermita constatar que hay algo más allá del mundo real, que le lleva a otra dimensión, la de la fe o la de la conciencia de que hay lugares donde la energía confluye y entra en ti...como pasa con el roque.

Pero es una novela contada en dos tiempos.

— Sí, en el siglo XVI, la del gallego y Beneharo, y en el XXI, de la mano de un arqueólogo. Esta parte está actualizada hasta antes de ayer, agosto de 2017. Y el nexo es el Bentayga, un lugar mágico de encuentros.

Encuentros también entre los mundos canario y gallego.

— Es que es un homenaje al aborigen canario y a los más antiguos gallegos, los gaélicos. De ahí lo de nemeth, que es una palabra con 3.000 años de antigüedad y que significa lugar sagrado. Y la imbricación entre esos dos mundos es total en el texto. Pero también hay una imbricación entre todas mis novelas. En todas aparece algo de una de ellas. Y con esta cuarta cierro una tetralogía dedicada a Gran Canaria.

¿Ésta cierra siendo la primera?

— Fue la primera que me abrió las puertas a una isla mítica, de una belleza extraordinaria. Muy distinta a la de hoy y que debemos cuidar para que la isla que nos queda no se convierta en la que ya tenemos, una isla con un cinturón de cemento, con paisajes encorsetados, da igual que sea con casas o con paseos. No hagamos de la isla un parque temático. Lo estamos antropizando todo, convertimos nuestros bosques en parques.

Entonces, ¿buscó sensibilizar sobre el medio ambiente de la isla?

— Muchísimo. Hay un capítulo en el que cuento a través del arqueólogo toda mi filosofía sobre el caminar, sobre cómo acercarte al medio... Hay que saber caminar y acercarse al medio de una manera no agresiva. Y un gran problema actual es la presencia masiva de senderistas en nuestros paisajes. Los están machacando.

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