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La alegría va por barrios ... y las penas también

La alegría va por barrios ... y las penas también

El progreso siempre es bueno... ¿o no? Indiscutiblemente, mejorar y modernizarse reportan beneficios a la mayor parte de los ciudadanos, aunque el precio que haya que pagar en ese proceso sea dejar el camino sembrado de cadáveres

Blanca E. Oliver / Telde

Martes, 21 de julio 2020, 21:18

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Nunca llueve a gusto de todos. Lo que para unos es una panacea que abre espléndidas expectativas en sus vidas, para otros se convierte en un agujero negro que da al traste con su presente y amenaza con dinamitar su futuro.

Y eso es lo que ha ocurrido con la apertura del nuevo Centro de Atención de Especialidades (CAE ). Una inauguración que ha aportado oxígeno a los comerciantes de El Calero, el barrio que lo acoge desde el pasado lunes, y que ha dado la puntilla a los negocios que se nutrían de los pacientes que acudían a su antigua sede, en San Juan.

En definitiva, este caso es el paradigma del popular dicho La alegría va por barrios.

Y si no, que se lo pregunten a Luis Morales, trabajador de la Cafetería Cruz, donde durante los últimos treinta años ha servido desayunos a los pacientes que salían de hacerse una analítica en el Centro de Salud de San Juan.

Ayer, cuatro días después del traslado de las especialidades a El Calero, el local estaba desierto. «La clientela ha caído en al menos un 70%», confesaba. «Es lo único que se podía esperar cuando de los 800 pacientes que acudían al centro a diario, ahora sólo vienen 60».

Baste decir que el negocio era conocido como el bar del seguro, un nombrete que ya ha perdido. «Si es por el bien de los usuarios, tendremos que reinventarnos».

Esa es precisamente la opción que bajara Tania Saporiti, dueña de la Cafetería La ruleta de la fortuna, que ha visto descender su clientela en casi un 50%. Por eso ha decidido dar un giro radical a su negocio.

«Ofrecíamos desayunos y nos iba muy bien, y l cambio nos ha perjudicado», reconocía. «Pero no voy a llorar por las esquinas».

Y no, Tania no llora. Tania reacciona y se plantea reconvertir su cafetería en un local de cenas que abrirá tres noches por semana. «Probaremos y si no sale bien, nos iremos a otro lado. Hay que seguir».

Quien menos ha notado la onda expansiva del traslado ha sido la farmacia de la plaza, cuyas empleadas afirmaban que se ha producid una bajada muy leve. «Pero la caída es mínima. Nuestros clientes fijos están fidelizados», decía Paqui Lameur. «Eso sí, los que venían desde Marzagán, Valsequillo o Ingenio ya no pasan por aquí».

¡Y subiendo! La gallina de los huevos de oro está ahora en el corral de El Calero. Y los comerciantes lo saben, porque el volumen de gente que pulula por el barrio es muy notable.

«Llevábamos muchos años esperando a que abrieran el CAE y nos daban largas, pero por fin ha llegado el día». José García ha pasado de poner 20 cafés al día a servir un centenar en su local El grano de oro, ubicado en el acceso al centro sanitario. «Esto estaba muerto y ha revivido», señalaba el empresario que, si pudiera, ampliaría el local.

Agustín Santana ve a más gente pasar por la zona, pero por el momento no les ha visto entrar en el bar Acoidan, su local. «Vamos a poner un cartel anunciador que se vea desde la carretera y haremos folletos para buzonear». Su previsión es que el negocio duplicará su clientela.

El caso de la Boutique del Pan Difa es diferente, porque cuenta con su clientela fija y la mejoría ha sido leve. Pero sus empleadas sí se han percatado de que hay más movimiento en la plaza. «Siempre tenemos bastante trabajo. Y ahora estamos esperando la avalancha», concluía Zoraida Cárdenes.

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