Los desalojados, «desesperados» por volver a casa

Desde allí fueron evacuados al polideportivo de la Vega de San Mateo, donde un buen número de voluntarios y voluntarias les acogieron de la manera más solidaria posible.

Las familias vivían preocupadas desde el primer momento ante la posibilidad de que el fuego pudiese expandirse de tal manera que resultase incontrolable y llegara a los pueblos cercanos, como ocurrió. Una noche del sábado entera sin dormir, con la alerta en el cuerpo de que pronto escuchasen la llamada de alarma de la policía para pedir que abandonasen sus casas lo antes posible, tal y como acabó ocurriendo un día después.

Lo positivo de todo esto es que no ha habido que lamentar víctimas humanas gracias a la evacuación que se ha llevado a cabo con tiempo suficiente como para no poner en riesgo a nadie. Aún así, los vecinos estaban muy nerviosos y desesperados por saber el estado de sus pertenencias. Muchos de los afectados dejaron atrás gran cantidad de objetos personales que para ellos lo significan todo, además de los inmuebles. Parte de la población del municipio desalojado se dedica a la ganadería y a la agricultura; de lo que no pudieron rescatar nada seguirán sin noticias hasta que se les permita volver a casa.

Desiderio Vega es uno de las personas que tiene animales en el municipio. Explicaba que se sentía «desesperado» ya que, tras 24 horas, no podía saber nada de sus cochinos. Se encontraba en la mañana de ayer en la Cruz de Tejeda, justo donde estaba cortada la carretera en ese momento para llegar hasta el pueblo. Allí se encontró durante varias horas a la espera de que alguien le diese permiso para bajar y ver cómo estaban sus animales.

El aparcamiento junto a la zona del polideportivo que funcionaba como albergue se encontraba ayer lleno de coches con gente intentando descansar tras la dura noche, otros comentando lo que les parecía el terrible suceso y muchos de ellos acompañados de sus mascotas, a las que no dudaron en llevarse.

Beatriz Pose es una tejedense más que se encontraba ayer en este punto de acogida facilitado por el Ayuntamiento de San Mateo. Ella, su familia y sus cuatro perros presenciaron de primera mano el desolador acontecimiento que hizo que tuvieran que partir de su hogar cuando cerca de la 1.30 horas escucharon «las sirenas y a los policías diciendo que teníamos que salir de la vivienda», como ella misma recuerda. Vivieron un fin de semana bastante angustioso: «Veíamos las llamas justo enfrente, lo que, junto al olor a pino y madera quemada que desprendía, no hacía un espectáculo agradable de contemplar para ninguno de nosotros». Como buena madre prevenida por lo que pudiera pasar, desde el sábado tenía maletas preparadas para que si en algún momento tenían que marcharse, estuviesen listos de manera inmediata, aunque así y todo «se nos olvidan muchas cosas con las prisas y los nervios», comenta.

Julia Cárdenes es otra vecina del municipio que vivió la situación del incendio desde el sábado. Asegura que pensaban que el primer día «todo iba a quedar en un susto, pero esa misma noche vimos cómo el incendio expulsaba fuego, como si fuese un volcán»; «lo hemos pasado muy mal» asegura.

Muchas personas se acercaron hasta el lugar de refugio para preocuparse por el estado de sus primos, sobrinos o hermanos, pues no está basiendo un momento fácil para ellos tras dejar todo lo que tienen a la suerte de los cambios meteorológicos y del trabajo que realizan de manera incansable los equipos de emergencias. Por lo menos saben que tienen el apoyo de la gente, solo les queda aferrarse al viejo dicho que reza que la esperanza es lo último que se pierde.

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