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La Flor Isleña

La Flor Isleña

Entre los libros que componen mi biblioteca hay dos que llaman la atención por su pequeño formato. Están encuadernados en piel, y tienen los lomos nervados. Para que el lector se haga una idea de su tamaño, piense en un cromo de cuatro centímetros por seis de alto, porque eso es lo que contienen: una colección de 84 cromos coleccionables de Banderas, editada en los años cincuenta y que venían como obsequio en el interior de las cajetillas de cigarrillos CUMBRE. Del blog Retrografías.

Eduardo Reguera / Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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Estas cigarettes cards fueron muy populares a mediados del siglo XX y abarcaron temas de lo más variopinto: Actores, actrices, atletas, aeroplanos, automóviles, fauna, flora, etc... Alguien completó la colección y mandó a encuadernarla. A costa de su salud, supongo.

Pero dejemos a un lado las suposiciones y todo lo que el humo del tabaco conlleva y centrémonos en la marca: CUMBRE, ¿no le dice nada? Si vive en Las Palmas de Gran Canaria seguro que ha paseado más de una vez bajo la sombra del precioso edificio donde estuvo esta antigua fábrica de tabacos. Se encuentra situado en la calle Luis Antúnez, esquina Pi y Margall, en el barrio de Arenales.

Este inmueble, o lo que queda de él, es uno de los más relevantes del patrimonio industrial de Las Palmas. Los más mayores sin duda lo conocerán. Yo reparé en él hace tan solo unos años.

Cuando llamó mi atención, el edificio ya había sido derribado en su mayor parte para construir aparcamientos y locales. Una lástima. Tan solo quedó en pie la preciosa fachada, diseñada por el arquitecto racionalista Miguel Martín Fernández de la Torre en 1922, y las dependecias donde estuvieron los despachos y oficinas de la tabaquera. Admiren las vidrieras.

Son una maravilla.

Santiago Gutiérrez Martín fue un importante tabaquero grancanario, pionero de esta industria en la isla de Gran Canaria. En 1905 abrió una pequeña fábrica de cigarros que llamó La flor Isleña. Los primeros años fueron difíciles, pero gracias a su esfuerzo logró exportar sus productos a Sudamérica, con gran aceptación en países como Uruguay y Argentina. Pronto modernizó y mecanizó su fábrica para poder hacer frente a la demanda. En 1922, Santiago Gutiérrez levantó este edificio que contaba con una superficie de 1.269 metros cuadrados. En Arenales, una de las zonas de expansión de la ciudad. Contaba con un patio central cubierto y dos alturas. En 1937 decide bajar la producción de cigarros puros y centra la producción en la fabricación de cigarrillos, para lo cual crea la marca Cumbre.

Es fácil imaginar el ajetreo en esas estancias de la primera planta, ahora mudas y vacías. El que escribe ha tenido acceso al edificio. Lo único que queda es la invulnerable caja de caudales, que según delata el dial, fue fabricada en Barcelona. También sobreviven los pisos hidráulicos. Poco más.

Siempre podremos cerrar los ojos y recurrir a la imaginación. Entonces podremos ver los escritorios de caoba, las máquina de escribir, los tinteros, los archivadores, los enormes libros de contabilidad y el perchero junto a la escalera para los abrigos y sombreros de los empleados. Oiremos el ajetreo que viene de la fábrica, en la planta de abajo. Notaremos el tacto suave y cálido de la brillante barandilla de madera, mientras descendemos la escalera. Y nos embriagaremos con el aromático olor de la hoja de tabaco, que lo impregna todo. Una bonita forma de engañar a nuestros sentidos, para recordar lo que fue La Flor Isleña.

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