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Cuando los campus de vacaciones no son una opción

El acceso a comedores escolares de verano nunca ha sido una posibilidad para Finda Dandy Camara y sus cinco hijos. Esta vecina de Arenales dice que no puede afrontar los 12 euros por niño que le cuesta.

Domingo, 7 de julio 2019, 07:00

La ausencia de comedores escolares este verano en la capital grancanaria ha generado un problema muy importante a un buen número de familias sin recursos que se quedan sin esa ayuda al alimento de sus hijos y también sin un espacio en el que puedan estar mientras ellos trabajan.

En el caso del barrio de Arenales, la asociación Avesar habla de 42 familias perjudicadas por lo que su presidente, José Antonio Silva, entiende como «falta de voluntad» del Ayuntamiento capitalino, al que acusa de «no haber sabido reaccionar» tras conocer que el Gobierno de Canarias no pondría en marcha el programa de los talleres con comedor.

Pero, además, destapa otras situaciones igual de problemáticas, la de las familias que cuentan con un ingreso que no les resulta suficiente para afrontar sus gastos pero que les impide acceder a la cuota cero que prevé esa actividad para las personas sin recursos. Es el caso de Finda Dandy Camara, que reside en Arenales desde que en 2006 llegó de Mauritania, su país de origen, y que solo cuenta con el sueldo de operario de su marido, algo que reconoce no le da para mantener a una familia con cinco niños de entre 3 y 14 años.

«No puedo pagar el comedor», explica en la sede de la asociación Avesar, de la que recibe una ayuda al alimento que le resulta imprescindible. «Mi marido trabaja pero no nos llega», reconoce.

Añade que «muchas veces solo ven que tenemos un ingreso pero no ven los gastos de alquiler, agua y luz además de la comida».

Asegura que nunca ha inscrito a sus hijos en los campus de verano porque debe abonar 12 euros por niño, algo que está muy lejos de poder afrontar ya que a duras pena puede asumir el pago del comedor del centro educativo al que acuden en el barrio durante el curso. «Tengo una persona que me ayuda con el comedor de dos de los niños. Creo que es alguien que conoce mi situación y ella o él habló con la directora del colegio y le dijo que me quería ayudar. Paga el de dos de los niños desde hace tres años y el resto lo pago yo», expone.

Ahora, además, se le presenta una nueva dificultad, la que le supone dejar de contar con la ayuda que venía recibiendo para costear el inicio del curso de sus hijos. «Todos los años me daban una ayuda de emergencia para material, los libros y los uniformes», dice sobre la respuesta que venía recibiendo de los servicios sociales municipales. «Pero hace dos meses tenía cita y fui para buscar trabajo y la señora que me atendió me dijo que no podía recibir ayuda porque ya llevaba varios años recibiéndola, y yo les dije que me ayudaran a buscar un trabajo», indica.

Finda dice que está dispuesta a trabajar pero que «en tres años nunca me han llamado» aunque se ha apuntado para limpieza viaria. «Y ahora a la gente que nos ayuda le quitan el local», señala en alusión a la situación que atraviesa Avesar.

Silva apunta que la situación de Finda la sufren también otras personas a las que atiende Avesar ya que «un 40% son inmigrantes» con dificultades para acceder al mercado laboral «y trabajan por horas cuidando a personas mayores o limpiando», algo que se complica «al no tener un lugar en el que dejar a los niños» durante las vacaciones.

Además, critica que los campus de verano no se anunciaran con tiempo y que los pocos centros que los llevan a cabo tengan un cupo y recuerda que la personas inmigrante carecen de soporte familiar.

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