Las heridas siguen abiertas un año después
Mañana se cumple un año del agresivo fuego forestal que arrasó la Cumbre. Hay brotes verdes, sí, pero quedan rescoldos. Con el recuerdo todavía fresco de la única víctima mortal, Carin Brigitte Ostman, los vecinos aún trabajan para normalizar sus vidas. No ha sido fácil. Las llamas les han marcado
Gaumet Florido y San Mateo / Tejeda
Miércoles, 19 de septiembre 2018, 11:02
20 de septiembre de 2017. 13.48 horas. Avisan de unas llamas cerca de la rotonda a Tejeda desde la variante. Nadie imaginó lo que se avecinaba. Subió como alma que lleva el diablo, ladera arriba y se puso en menos que canta un gallo en la Cruz de Tejeda. Saltó hacia la otra cuenca, a la de San Mateo, y sembró el caos. En 4 horas quemó cientos de hectáreas. Arrasó la Cumbre. No le tuvo respeto ni a la cima más alta de la isla. Tardaron cuatro días en controlarlo y trece en darlo por extinguido. Calcinó 1.909 hectáreas.
Mañana se cumple un año, y aunque el paisaje se recupera poco a poco, el negro del tizne sigue siendo el color dominante y las heridas continúan abiertas en familias, casas y negocios. Con el recuerdo todavía fresco de la única víctima mortal de aquel voraz incendio, Carin Ostman, de origen sueco y que llevaba 15 años viviendo en los Llanos de Ana López, algunos afectados aún luchan para normalizar sus vidas.
El Parador de Tejeda, que tuvo que cerrar por los daños, ya reabrió. Pero otros damnificados, como Dolores Mayor, siguen igual. A sus 75 años no tiene recursos ni fuerzas para volver a levantar la casa que fue de su madre, en Las Mesetas, un pequeño núcleo junto a Cueva Grande, en San Mateo. «Aquí no han llegado ayudas, ninguna, ahí sigue la casita tirada, el techo se vino abajo». Linda con la que es ahora su vivienda, que se libró del fuego, lo reconoce ella, de puro milagro.
Con todo, lo que le duele es lo que guardaba en esa otra casa. Neveras, lavadoras, los recuerdos de una hija fallecida, vajilla, muebles... Era su despensa. «Se nos quemó un perrito, una docena de hurones, conejos, codornices», rememora. Tampoco pudo salvar 22 ovejas que guardaba uno de sus hijos en una finca de los Llanos de Ana López, cerca de donde murió Ostman. Dolores fue de las últimas personas en verla con vida.
No entiende por qué no la ayudan a rehabilitar un inmueble que, según cree, debía tener más de 100 años. No lo ve justo. Lo dice mientras se pasea entre los escombros. Se atreve para mostrarla, pero le da miedo. No se fía de lo poco que quedó en pie. Se desconsuela. Allí se dejó parte de su vida.
Pérdida de visitantes.
A Yolanda Quintana, propietaria del asador que lleva su nombre en la Cruz de Tejeda, tampoco se le ha olvidado lo que sufrió. Este mismo martes tenía a los operarios arreglándole el techo del único comedor que aquel incendio le inutilizó, donde está el grill. «Fue un desastre, no se olvida de la noche a la mañana». Pero, así y todo, siente que tuvo suerte. Las llamas pudieron haber destruido el restaurante y solo le pasaron por encima. «Tuve que cambiar este techo porque me quemó la madre de las vigas». En 15 días lo abrirá. «Se me fueron tres o cuatro agencias que no querían que sus turistas vieran esta imagen y no las hemos recuperado». Pero trabajo no le ha faltado. Asador Yolanda sigue siendo un referente en la Cumbre.
Tampoco Pedro Rodríguez, en Las Mesetas, ha logrado reponer todo lo que perdió. El fuego le quemó unos cirueleros muy antiguos, lindrinas le llama, que ya no se ven. Perdió 120 árboles que no ha podido replantar porque espera por el Cabildo, que le aprobó la ayuda, pero aún no se la ha dado. Salvó de chiripa su casa. Dos días antes desbrozó su entorno. Solo le dañó el revestimiento de una pared que él mismo ha reparado.