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La Pasadilla ya quiere que pase gente

El barrio cumbrero de Ingenio se prepara para volver a ser destino gastronómico. Los restaurantes que le han dado fama ya cuentan los días para reabrir. La tiendita de Tomás López, abierta desde 1959, también echa de menos más movimiento.

Miércoles, 6 de mayo 2020, 08:00

Tiene que tirar un poco de las rodillas. Con 92 años la maquinaria no funciona igual, pero a Tomás le respeta lo suficiente como para no faltar al que ha sido su trabajo desde 1959. Lleva 61 años al frente de la única tiendita que hay hoy en La Pasadilla, el caserío cumbrero de Ingenio. Alberga piezas de museo, como una pesa y una máquina registradora. Allí pasa muchas horas, la mayor parte de la jornada, incluso durante estos 50 días de confinamiento. A veces se le ve acodado en la barra. Otras sentado en una sillita junto a la puerta, un sitio estratégico desde donde puede tener un ojo puesto en la tele, que le entretiene mucho, y otro en la calle.

«¿Miedo yo? Miedo ninguno. Esto lo manda Dios y hay que llevarlo como se pueda», afirma resignado sobre la Covid-19. «Todavía no me hallo con esto, pero no hay más remedio», dice mientras se ajusta una mascarilla. Como en los comercios de antes, Tomás López vende de todo, un servicio que se agradece en este pequeño barrio, de solo 150 habitantes y a diez minutos en coche del casco, de cuya plaza grande dista casi 7 kilómetros.

Oferta queso, leche, refrescos, frutas, verduras,... de todo un poco. No faltan artilugios para la casa ni para la labranza. Porque aunque La Pasadilla ya no es lo que era, esta tienda no pierde de vista dónde está. «Ahora la gente trabaja fuera, pero yo llegaba a recoger en esta zona entre 400 y 500 kilos de queso a la semana». Ya nada es como antes. Tampoco para Tomás, que baja la mirada cuando recuerda que hace dos años perdió a la mayor de sus tres hijas. Pero sigue en pie, en la faena, y en su pueblo de adopción, al que llegó desde su Ariñez natal (San Mateo) tras conocer a la que fue su mujer, Susa Guedes, ya fallecida, en las fiestas de Santiago de Tunte. «Esta tienda es mi vida», sentencia.

Y vende, aunque no niega que vendía más antes del encierro, cuando se permitía a la gente pasar por el barrio y paraban por la tienda para cualquier apaño, tanto los que subían en coche, como los senderistas. No en vano, de ahí justo le viene el topónimo al pueblo, de ser un lugar de paso, según refiere Humberto Manuel Pérez en su Origen y noticias de lugares de Gran Canaria. Y más de paso fue desde que en 1991 se asfaltó la vía desde el barrio a Cazadores. Pero los que le han dado fama a La Pasadilla han sido sus restaurantes. Uno de ellos, que lleva el mismo nombre del barrio, lleva abierto más de 40 años y lo regentan Carmen López y Juan González. «Estamos preparando para reabrir», anuncia ella, que recuerda que cuando cerró sus puertas tenía 16 o 17 empleados. Salió a la calle a recibir a su cuñada Candela Guedes, que es, además, vecina.

A las manos y al amor por las tradiciones de Carmen se debe la cruz de mayo que luce junto a la puerta de su vivienda, que, por cierto, linda con el restaurante, famoso por su carne de machorra. «La hice con unos pocos claveles y geranios que tengo plantados atrás, en una casa cueva». Sus idas y venidas a esa propiedad le han hecho más llevadero el confinamiento. Su nieta vive con ellos y es la que hasta ahora se encargaba de las compras, pero la tarde del reportaje iba a bajar a hacerla ella misma. Hasta ahora no se había movido del barrio.

Pepe Guedes y Pino Cabrera no pueden decir lo mismo. Le tienen mucho respeto al virus y han cumplido con el confinamiento, pero les ha sido imposible cumplirlo en casa. No han dejado de subir un solo día desde Carrizal, donde viven, hasta Lomo Caballo, al sur de La Pasadilla. Les obligan su finca y sus más de 300 animales. Allí no paran la pata. Ovejas, cochinos, cabras, gallinas, ocas, patos, conejos, perros, terneros, pavos reales, perdices... Llegan con la salida del sol y se van con el atardecer. A veces les dan las 10 de la noche. «Claro que tengo miedo, incertidumbre,... no sé a dónde vamos a parar con esto, pero entre mis animales me olvido un poco, los miro y me ayudan a seguir», se confiesa este sabio del campo, quien, no obstante, añora pasar los días en familia, los llenos de La Pasadilla los fines de semana o el contacto directo con vecinos y amigos. Mientras eso vuelve, ojalá vuelva, pasa su tiempo entregado a su campo. Jubilado, lo hace porque le gusta. El campo es la esencia de su forma de ver la vida.

«Estamos en contacto directo con el campo»

Precisamente para favorecer al campo Ingenio ha puesto en marcha una batería de medidas. Catalina Sánchez, concejal de Agricultura, Ganadería y Artesanía, entre otras áreas, subraya que durante todo el confinamiento ha mantenido un estrecho contacto con el sector. «Tenemos una lista de difusión, tanto de profesionales como de autoconsumo, y con ella les hacemos un seguimiento directo». Ingenio ha asignado a un trabajador para lo que necesiten. Hasta se les ha facilitado un salvoconducto para que incluso los que no viven del campo hayan podido atender sus tierras durante el confinamiento. Para los de La Pasadilla se está construyendo un estanque en Lomo Caballo que ejecuta el Cabildo por 28.800 euros y que les garantizará agua y más barata que la que ahora compran. Ese es uno de los objetivos de la concejalía, facilitarles el acceso al agua. La concejal avanza que se ultima un plan, Impulsa Ingenio, con acciones para el sector; también anuncia un mercado virtual de productos kilómetro cero, la promoción a través del portal de comercio de Ingenio, un plan de agricultura ecológica y la ampliación del de Huertas Urbanas.

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