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«El fuego es una bestia fuera de la jaula»

«El fuego es una bestia fuera de la jaula»

Dos bomberos de la capital grancanaria relatan su experiencia en la cumbre de la isla. Aparte de las llamas, los principales problemas que hicieron frente fueron los desprendimientos de piedras y el incendio de los postes eléctricos

Jueves, 1 de enero 1970

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Cuando Alberto Vera se enfrentó a su primer incendio como bombero de Las Palmas de Gran Canaria, un compañero le dijo que el fuego era como una bestia. Con este término conocen muchos profesionales del servicio de extinción a las llamas. Pero en la cumbre, alimentada por pinocha y empujada por el viento, la bestia se libera. «En el monte, está fuera de la jaula, no sabes ni por dónde te viene debido al viento», explicaba el joven agente.

Para un agente urbano, la cumbre es un elemento extraño que dificulta el trabajo. «A veces te desanima un poco porque tras dieciséis horas de trabajo, ya de noche, veías un resplandor como el de un volcán y eso significaba que se había reavivado, con lo que había que volver a empezar», detalló el agente que presta servicio en el cuartel del Puerto.

Los incendios en la ciudad requieren acciones más inmediatas. «En los fuegos urbanos, el mayor peligro son las consecuencias humanas ya que el fuego está casi contenido en el edificio», añade el cabo Rogelio Rodríguez, que estuvo en la cumbre de Gran Canaria en el primer día de servicio de los bomberos capitalinos, «sin embargo, en los incendios forestales el frente suele ser muy amplio y hay que tener la capacidad de ver por dónde se puede actuar, si hay que renunciar a alguna superficie para ir a otro lado...».

Además, los bomberos tienen que hacer frente a problemas añadidos, como ocurre con los desprendimientos de piedras. Rogelio Rodríguez explica que en la primera jornada del incendio, los bomberos de la capital estaban actuando por la zona de Juncalillo cuando se encontraron con una caída de piedras. «Teníamos que dar marcha atrás, con las dificultades que esto tiene por las dimensiones del camión y de la carretera, y en ese momento, los postes de la luz, que estaban ardiendo, se partieron y se cruzaron en la vía», explicó, «fue un riesgo añadido porque teníamos que manejar la media tensión en medio del fuego».

Torres de llamas. «Se formaban torres de fuego, como edificios», prosigue su relato Alberto Vera, «y a veces sientes frustración porque quieres actuar enseguida ya que se está quemando la isla». Sin embargo, el incendio forestal requiere a veces de un análisis en el que el objetivo principal es evitar la expansión de las llamas. «No se trataba de atacar el incendio, como solemos hacer en la ciudad, sino de contenerlo», prosigue.

Los recursos aéreos son básicos para las labores de extinción, mientras que los bomberos que están sobre el terreno se encargan de atacar los flancos del incendio y liquidar las zonas quemadas.

«Estábamos esperando para usar agua pero nos dijeron que primero había que coger los sachos y usar los batefuegos, una especie de remos de barca que se usan para extinguir las brasas», indica Vera. Para él, en todo caso, resulta fundamental que las islas tengan una base permanente de hidroaviones, tal y como se ha demandado a través de change.org y que ya han firmado unas 22.000 personas. Y reclama una mejor coordinación de los distintos cuerpos que se despliegan sobre el terreno.

En todo caso, Rodríguez aclaró que los bomberos también intervienen en monte porque asisten a los fuegos que se producen en medianías.

Los bomberos de la capital grancanaria estuvieron colaborando con la Brigada Forestal de La Palma. «Era muy interesante verlos porque nosotros actuamos más con agua y ellos con cortafuegos y contrafuegos», prosiguió Alberto Vera.

Para los agentes, uno de los principales problemas que se encontraron era el viento porque hacía pasar las llamas por encima de carreteras, superando los obstáculos al saltar de un pino a otro. «Era como un monstruo del que no sabemos de qué es capaz», abundó, «parece que lo tienes controlado y cuando cae la noche se ven pequeños rescoldos que el viento desplaza».

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