Confinamiento con spa del burro Bartolo
El Covid-19 le ha quitado parte de su esencia a la Cruz de Tejeda. Es un cruce de caminos sin gente. No están ni Manuel ni su burrito, iconos de este enclave. Pero hay moradores, como Juana y Juan Manuel, en El Refugio. Echan de menos el bullicio
Gaumet Florido y Cruz de tejeda
Lunes, 27 de abril 2020, 08:00
Ni un alma. Nadie. Al menos a simple vista. En la calle solo hay un gallo y una gallina. Ambos picotean distraídos alrededor de la emblemática cruz de piedra que ideó Santiago Santana para la Cruz de Tejeda. En un escenario así, dominado por un silencio que aquí se hace muy extraño, este símbolo cristiano desprende cierto aire místico. O provoca escalofríos cuando el viento ulula al cimbrear las ramas de los pinos. Todo se confabula para esa sensación de fin del mundo. Los puestos están desnudos. El Asador Yolanda, cerrado. No hay aparentemente nada. Ni siquiera están Manuel Ortega ni su Bartolo, el burro con el que, antes de la llegada del Covid-19, ofrecía paseos a turistas y a niños, sus principales clientes. Ahora hay que ir a buscarlos a Ariñez, donde residen.
Allí andan los dos confinados. Como metidos en una jaula pese a que les sobra campo. Así parece que se sienten. Manolito no ve la hora de volver. «Pero no es por la Cruz de Tejeda, es por la gente, a mí me gusta hablar con todo el mundo, me distraigo». Suma 71 años y se ha pasado los últimos 21, de la mañana a la tarde, en este icónico cruce de caminos. «Tengo ya ganas de que se acabe esta enfermedad para darle vida a la Cruz de Tejeda... y a Bartolo», añade. Este burrito, de once años, le cogió el testigo a Morenita, fallecida recientemente.
«Él tampoco se halla, lo noto acelerado, más o menos como se pone cada vez que venimos de vuelta a Ariñez». Lo tiene en una finca espaciosa situada detrás de su casa. Por tener, tiene hasta spa: una piscina de tierra suelta en la que Bartolo retoza y se revuelca con indisimulado gozo. Luego se levanta y se acerca al extraño, como esperando una de esas caricias que solía recibir en la Cruz de Tejeda. Están a una hora de camino y Manolito está deseando volver a subir. Van y vienen a pie, pero no le da pereza. Nunca había estado tanto tiempo sin ir. «Qué va hombre, la vez que más estuve ocho días, tanto no».
Añora, y mucho, su cafecito en el bar de Yolanda, como él llama a este reconocido asador, referente gastronómico de la Cumbre. Con más de 40 años de trayectoria, este restaurante ha logrado convertirse en un emblema de este epicentro geográfico, casi tanto como el que representa el Parador Nacional de Tejeda, también cerrado. Solo dos coches a la puerta permiten deducir que hay gente dentro, los encargados de su seguridad. Sin embargo, no viven allí. Ese privilegio, el de morar en este rincón cumbrero, lo tienen pocos. Por ejemplo, el matrimonio de empleados que atiende las instalaciones del hotel rural El Refugio, anexo al asador.
Juan Manuel Santana andaba trasteando en el coqueto jardín que antecede a la acogedora casa de 10 habitaciones en la que se alojan sus huéspedes. Él y Juana se encargan de que todo esté en estado de revista. Hasta la piscina. Como si mañana mismo fuera a recibir otra vez turistas o peregrinos, porque este hotel es sede, además, de la Orden del Camino de Santiago en la isla. Aquí pasan noche muchos de los que hacen el tránsito desde Gáldar a Tunte. Saben que estar confinados en un paraíso así es una suerte, pero no todo es tan fácil. «También es duro, esta es nuestra vida, y la diferencia de ver esto lleno a verlo así, vacío», se confiesa Juana. «No se oye nada abajo en Yolanda, ni el bullicio de los puestos; hay días en que las lágrimas se escapan». Por eso tienen el «corazón partido», afirma Juan Manuel. Quieren que todo vuelva a la normalidad, necesitan trabajar, pero quieren hacerlo «con garantías». Les preocupa su salud. Lo cierto es que ahora están solos. Solos, pero acompañados. Tienen clientes tan fieles que hasta en este encierro forzado les arropan vía móvil. Y es que en la Cruz de Tejeda solo reside otra familia. Pero están tan lejos que entre ellos no pueden compartir los aplausos de las 19.00. Por eso Juana y Juan Manuel los han cambiado por vídeos de atardeceres. No es mal homenaje para los que luchan contra el virus.
Reinicio con cuidado
El hotel rural El Refugio está listo para recibir huéspedes. Candidatos no le faltan. Los tiene fieles desde hace muchos años. Y a Juana y a Juan Manuel se les cae el mundo encima al ver las instalaciones vacías. Desean la reapertura, pero les preocupa cómo. Creen que primero podría empezarse con el turismo local, que ya suele usar mucho este hotel. Posan con la Cruz de Santiago, en el recinto.
Puestos desangelados
Si hay algo que llama la atención al llegar estos días a la Cruz de Tejeda es la ausencia de los puesteros en sus estands de madera. Son el alma de este punto de encuentro, de este cruce de caminos. Hay hasta 12 y venden de todo, desde prendas a souvenirs y productos gastronómicos de la tierra. Entre ellos funciona una oficina de información turística. Por aquí, hasta el 14 de marzo, pasaban miles de personas.
«El asador reabrirá, desde que me dejen, subo»
Tiene 70 años y la declaración del estado de alarma le pilló en faena. «Lo recogimos todo, lo dejamos limpito y cerramos», cuenta Yolanda, la dueña del asador que lleva su nombre, desde su piso en la capital, donde pasa el confinamiento. Reconoce que en parte le vino bien. Por lo menos los primeros 15 días le supieron a descanso merecido. Llevaba cuatro años sin cogerse vacaciones. «Como para cogérselas». Han sido años duros, con el incendio del 2017, que le dañó parte del local, los de agosto de 2019 que casi les pillan, luego vino el susto del de Tasarte, más tarde la tormenta de arena. Pero Yolanda está de buen ánimo y ya reconoce que se le está haciendo muy largo. Por eso no para quieta. «En cuanto me dejen, subo volando». Deja claro que el asador reabrirá. «Veremos qué tenemos que hacer para cumplir con lo que nos diga Sanidad, pero el restaurante volverá; mi niño, es la comidita de 14 empleados». Además, la Cruz de Tejeda pronto demandará sus servicios. «Enseguida subirá la gente».