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El rabogato coloniza Canarias

El rabogato coloniza Canarias

El Pennisetum setaceum, conocido como rabogato o rabo de gato, llegó a Canarias a mediados del siglo XX como planta ornamental, pero se escapó de los jardines. Desde entonces no ha dejado de colonizar espacios, algunos de gran valor ecológico, hasta desplazar a los endemismos. Las administraciones están gastando millones en su control.

Rosa Rodríguez y Santa Cruz de Tenerife

Jueves, 1 de enero 1970

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El rabogato no está entre las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo enumeradas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), pero es «una gran invasora» que allí donde se establece arrasa con la vegetación establecida, asegura Elizabeth Ojeda, técnica del Servicio de Biodiversidad de la Consejería de Medio Ambiente. En Canarias está siendo así desde que a mitad del siglo pasado se introdujo como ornamento.

El primer registro científico del rabogato se hizo en Gran Canaria en los años sesenta y ya desde entonces los biólogos y ecologistas comenzaron a avisar de su potencial invasor, sin que desde las administraciones se hiciera absolutamente nada hasta bien entrados los años noventa. Recientemente, el catedrático emérito de Botánica de la ULL, Wolfredo Wildpret, avisaba incluso de que «Canarias va camino de superar a Hawai, donde el rabogato es un problema de primera categoría».

El Pennisetum setaceum es una planta originaria del noreste de África, de zonas esteparias de Etiopía donde resiste hasta el pisoteo de los animales. En Canarias, la urbanización y la progresiva extensión de la red viaria -el principal pasillo de expansión de las especies invasoras- han favorecido que el rabogato esté presente en todo el archipiélago y haya entrado en una treintena de espacios naturales protegidos de la red canaria y en otros 13 de la Red Natura 2000.

La primera planta de rabogato se localizó en La Palma en 1983. Hoy ya ha entrado en La Caldera de Taburiente por el barranco de Las Angustias. En esta isla es donde primero se comenzó a combatir, en 1998, trece años antes de que se incluyera en el primer catálogo de especies exóticas de España, en 2011, y aún así es donde la invasión es mayor. El Cabildo palmero tiene prevista una inversión de seis millones de euros los próximos seis años.

Los cabildos han gastado grandes cantidades de dinero, pero aún así su avance continúa, posiblemente porque se incumplen las directrices técnicas para el manejo, control y eliminación del Pennisetumsetaceum, publicadas por el Gobierno en 2014.

Resulta curioso observar como, por ejemplo, en El Hierro, donde el manejo de este planta ha sido muy riguroso, el rabogato nunca haya rebasado la frontera de El Tamaduste por la carretera que va del puerto de La Estaca a Valverde. Las semillas van pegadas en las ruedas de los coches que llegan a la isla por barco.

El sistema de alerta temprana de especies exóticas puesto en marcha por la Viceconsejería de Medio Ambiente está resultando una buena herramienta para localizar nuevas colonias, como las últimas detectadas en Fagagesto y en la montaña de Guía, en Gran Canaria, otra isla, junto con La Palma y Tenerife, donde el rabogato se ha extendido a casi todo su territorio. El Cabildo grancanario lleva el control del Pennisetum a través de Gesplan y en la finca insular La Tornera, en Tafira, donde, además de limpiarla, está probando el «ataque a la base» del rabogato, usando arbustos termófilos. «Exclusión competitiva», explica el técnico del servicio insular de Medio Ambiente, Francisco González.

Tenerife cuenta con un plan de control y erradicación de flora exótica con una vigencia prevista de 10 años y campañas específicas de control de rabogato, que tiene colonizada la isla hasta la corona forestal.

Durante mucho tiempo, en La Gomera se había dado por controlado, sin embargo, en los últimos años han aparecido nuevas colonias en todo el suroeste de la isla, en especial en Valle Gran Rey. Tampoco Lanzarote y Fuerteventura están libres. Cada vez son más las zonas colonizadas, cuando antes se localizaban en Morrojable y el entorno de Arrecife.

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