Verónica Zumalacárregui
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Verónica Zumalacárregui
J. Moreno
Lunes, 19 de febrero 2024, 23:32
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Con más de 70 países a sus espaldas, la periodista Verónica Zumalacárregui acaba de llegar a Sevilla para descubrir sus secretos gastronómicos. Lo ha hecho en una nueva entrega del programa 'Me voy a comer el mundo', en Canal Cocina, disponible ya bajo demanda en AMC Selekt donde está acompañada por Carlos Herrera y Guadalupe Fiñana, influencer y ganadora de 'MasterChef Abuelos'.
-¿Por qué Sevilla?
-Me paso la vida viajando por el mundo, pero hay una parte de mí que dice: jolín, tenemos que enseñar a la gente también lo que es nuestro propio país y fardar, ¿no? Ya habíamos grabado en Madrid y también en Donosti, y Sevilla es una ciudad con tantísima personalidad, tanto arte, tanta alegría y tan bonita que apostamos por ir. La verdad es que creo que ha sido un acierto.
-Está con Carlos Herrera en este capítulo y él le cocina papas con choco. ¿Descubrió que tras el periodista también hay un buen cocinero?
-Sabía que le encantaba la gastronomía. Ya nos conocíamos y por eso le llamé, porque sé que es un buen embajador de su ciudad. Lo que no sabía era que cocinaba tan bien. Me llevó al mercado de Triana donde conocía a todos los comerciantes. Luego fuimos a tomarnos un vino a una de sus tabernas favoritas, y después me llevó a su casa donde cocinó papas con choco. Me dejó alucinada con el don que tiene para los fogones.
-Cuando está fuera de España, ¿qué es lo que más echa de menos?
-El aceite de oliva y el jamón ibérico. Suele ser el desayuno que tomo al día siguiente de aterrizar en España. El aceite de oliva lo echo mucho de menos y, de hecho, lo suelo pedir por ahí a veces porque en el bufet del desayuno no hay.
-¿Qué países le falta por explorar?
-Tengo muchas ganas de explorar África de manera profunda, porque ya he conocido algunos países: Sudáfrica y Uganda. Me apetece adentrarme un poquito más y conocerlos de una forma más genuina. Sé que gastronómicamente a la gente le puede parecer que tengan una gastronomía pobre, pero 'Me voy a comer el mundo' quiere retratar lo que come la gente local, más allá de que esté rico o no.
-¿Qué es lo más raro que ha probado?
-Hay cosas muy raras que me han encantado, como por ejemplo los escamoles, que son huevos de hormigas que se comen en México. Eso me parece un manjar, de hecho, lo llaman el caviar mexicano. Y ha habido otras que me han desagradado absolutamente, como por ejemplo, la sopa de pezuña que me hicieron en Georgia, que es una sopa hecha durante cinco horas con las vísceras, las tripas y la pezuña de la vaca. Y eso sabe, literalmente, a chupar a una vaca. Me desagradó muchísimo hasta el punto de que tuve que escupirlo.
-¿Lo menos bueno de su trabajo?
-Bueno, pues al final es agotador. Para llegar a África, por ejemplo, tienes que coger dos aviones a horas intempestivas. Aterrizas a las 7 de la mañana, te pones a grabar 14 horas, estás de aquí para allá y eso cansa muchísimo. Además, cuando volvemos de un viaje, yo sigo trabajando porque estoy produciendo otros destinos y tengo también otros proyectos profesionales. Luego también te toca comer cosas muy apetecibles y otras no tanto. Al final todo el mundo piensa que comer y viajar es una maravilla y para mí lo es. No encuentro un trabajo mejor. Pero no creo que hubiera mucha gente capaz de hacerlo, porque entraña mucho más cansancio y mucha más exigencia de lo que la gente puede pensar a priori.
-¿Y tiene algún límite a la hora de probar algo?
-Tengo una mentalidad muy abierta. Si no, no me podría dedicar a esto, porque al final tengo que probar todo. Aunque a veces decida no probar algo, luego siempre acabo cayendo. Me han sorprendido, por ejemplo, los países del Este que vemos en la nueva temporada. En Polonia o Hungría, donde he descubierto que se cocina con grasa de pato. En todos los sitios hay algo rico.
-Pasó de la actualidad al periodismo gastronómico. ¿De dónde viene esta pasión?
-Cuando era joven en realidad lo que quería hacer era corresponsal porque siempre me ha encantado viajar. Siempre he sido una viajera desde y desde muy jovencita hacía 'couchsurfing', que consiste en dormir en casas de desconocidos. Me gusta mezclarme con gente local y un poco a raíz de esa pasión personal nació la idea de extrapolar esa pasión a mi trabajo.
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