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María Teresa de Luxemburgo.
La reinvención de la gran duquesa María Teresa

La reinvención de la gran duquesa María Teresa

Apartada de las decisiones de la corte por el Gobierno de Luxemburgo, se vuelca como esposa, madre y abuela

S Rodríguez

Viernes, 25 de septiembre 2020, 23:19

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Si la gran duquesa Josefina Carlota –nacida princesa belga, hija del rey Leopoldo, hermana de los reyes Balduino y Alberto, esposa de Juan de Luxemburgo y madre del actual gran duque– levantara la cabeza podría decir bien alto aquello de «os lo dije». No es un ningún secreto que Josefina Carlota (1927-2005) no soportaba a María Teresa de Luxemburgo. Nunca llegó a comprender qué había visto su hijo Enrique, el heredero más apuesto y preparado de la época a un trono de Europa, en la que despectivamente apodaba «pequeña criolla», por su escasa estatura y su origen cubano. Pero lo suyo fue un flechazo. Se conocieron en Ginebra, compartiendo estudios de Ciencias Políticas, y en menos de un año organizaron y celebraron boda. Si la gran duquesa Josefina Carlota no salía de su asombro y solo encontraba faltas a la que iba a convertirse en su nuera, la abuela paterna del gran duque heredero, Carlota, que bien podría decirse que había pactado la boda entre su hijo y la princesa belga, se hacía de cruces por el enlace de su nieto con la hija de unos exiliados cubanos; ricos, sí, pero plebeyos al fin y al cabo.

La ceremonia matrimonial se celebró el 14 de febrero de 1981. María Teresa se coronó con una de las muchas –muchísimas– tiaras de su suegra y, poco a poco, comenzó a ganarse al pueblo, algo que Josefina Carlota, pese a cumplir a rajatabla la función para la que había nacido y sido elegida, no había logrado durante su reinado. Quizás porque María Teresa insufló aire fresco en el pequeño ducado, porque no apartaba de su rostro una eterna sonrisa o porque llenó el palacio de niños –tuvo cinco hijos con Enrique–, el caso es que comenzó a adquirir un protagonismo del que, por momentos, no disfrutaba ni el mismísimo gran duque heredero. Y hay que remontarse a estos tiempos para entender mejor por qué se ha llegado al momento actual, por qué ahora se han puesto límite a sus funciones, por qué su nombre está en boca del pueblo de Luxemburgo desde que salió a la luz el 'informe Waringo'.

Otro detalle, y no menor, fue el cambio de actitud de María Teresa cuando dejó de ser heredera consorte y se convirtió en gran duquesa, en octubre de 2000. Los anteriores monarcas se retiraron de la vida pública y ella comenzó a organizar la estructura del Palacio Gran Ducal como si fuera una empresa, con ella en la cúspide. Y su hasta entonces actitud correctísima con su suegra desapareció, hasta el punto de que en un encuentro privado con la prensa llegó a asegurar que Josefina Carlota no sólo le había hecho la vida imposible antes de la boda y durante los primeros años de matrimonio, sino que había sido su suegra quien lanzó el rumor de que su hijo tenía aventuras con otras mujeres para así tratar de romper el matrimonio entre Enrique y María Teresa.

Qué haya de cierto en esto sólo lo saben los protagonistas de esta historia, pero la realidad es que las declaraciones de la gran duquesa de Luxemburgo cuando su suegra ya no estaba bien de salud cayeron como un jarro de agua fría en palacio, y afectó sobre manera a su suegro, un hombre respetado por su pueblo, enemigo público de los conflictos y amante de la familia. Josefina Carlota falleció en 2005, víctima de un cáncer; Juan de Luxemburgo, en abril del año pasado, a los 98 años.

El informe Waringo

Poco después, en verano, el primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel, encargó un informe para conocer al detalle los gastos y el funcionamiento de la Corte Gran Ducal. Lo hizo al exdirector de la Inspección General de Finanzas, el veterano Jeannot Waringo, cuyo apellido ha dado nombre al informe que hizo tambalearse los cimientos de palacio y dejó muy en entredicho la reputación de María Teresa. Lo que venía a decir dicho informe es que la gran duquesa hacía y deshacía a su antojo, que los trabajadores huían ante las malas formas de la soberana, que aquello, en resumen, era un infierno, que reinaba la cultura del miedo. Y la conclusión a la que se llegó es que en las decisiones de la corte «no hay espacio para la gran duquesa. Hay un organigrama que muestra quién se encarga de qué y no hay lugar para ella», dijo sin titubear el primer ministro de Luxemburgo.

Pese a que Enrique salió en defensa cerrada de su esposa, tomó nota y, tras un confinamiento que lo paralizó todo, la Gran Corte Ducal echó a andar de nuevo estrenando mariscal de la corte: Yuriko Backes, que hasta ahora era la responsable de la representación de la Comisión Europea en Luxemburgo. «Estoy feliz de poder contar con la ayuda de una persona con vasta experiencia diplomática al más alto nivel nacional e internacional», dijo el gran duque sobre ella. La llegada de Backes se interpretó como «aquí tenéis a la mujer que va a parar los pies a la gran duquesa».

Desde que estalló el escándalo, el perfil público de María Teresa ha sido discreto no, lo siguiente. Este verano, por las circunstancias, la familia ducal no se fue de vacaciones; de ahí que en redes sociales la gran duquesa se encargara de recordar veranos con sus hijos pequeños. Estos últimos días ha vuelto a ser noticia, y por partida doble. Por un lado, por el bautizo de su nieto el príncipe Carlos, primogénito de los grandes duques herederos Guillermo y Estefanía, y por otro, porque acaba de saberse que Enrique y María Teresa se han comprado una villa en Biarritz donde piensan jubilarse. Eso sí, con tiempo, porque uno y otra dejaron claro que, pese a la tempestad que supuso el 'informe Waringo', de abdicar, nada de nada. Quedan grandes duques de Luxemburgo para rato.

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