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iñigo gurruchaga
Corresponsal. Londres
Lunes, 8 de marzo 2021, 23:19
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Enrique y Meghan, duques de Sussex, han retratado a la familia real británica como un grupo de personas atrapadas en sus roles, que incluye al menos a un miembro racista y cuya casa real llevó a la exactriz a sufrir una grave depresión. En una larga entrevista emitida el domingo por la cadena estadounidense CBS y por decenas de televisiones de todo el mundo, los duques abren una brecha con su familia que podría ser insuperable.
Meghan Markle no sabía cuando entabló su relación amorosa con el príncipe Enrique que tendría que hacer una reverencia como saludo a la Reina, pero su ignorancia sobre la familia real se convirtió en los meses posteriores en horror. «No quería vivir», confesó. Cuando la entrevistadora, la popular Oprah Winfrey, le preguntó si pensó en el suicidio, Markle lo confirma: «Sí, era muy claro».
Meghan cuenta a Winfrey, que es su amiga y vecina en el distrito de Montecito, en California, que la familia real mostró preocupación por el color de piel que tendrían sus hijos. La duquesa dice 'ellos', pero la conversación la tuvo Enrique, que se refiere a una sola persona, que no son ni la Reina ni su marido. La pareja, que espera a su segundo hijo, una niña, se contradijo sobre el momento de tal conversación.
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Según Meghan, ocurrió cuando estaba embarazada. Enrique sitúa la «chocante» charla sobre el color de la piel de futuros hijos antes de su boda, en mayo de 2018. En aquel momento, según el hijo de la princesa Diana, los cortesanos le aconsejaron también que su prometida siguiera trabajando como actriz, porque no había presupuesto para todos los miembros de la familia, o le negaban un equipo de seguridad.
El príncipe sintió entonces que «iba a ser realmente difícil» integrar a su mujer en la estructura de la monarquía británica. Posteriormente, la pareja anota que el hecho de que su hijo, Archie, no recibiese el título de príncipe le privaba también de la seguridad oficial. La entrevista escarbó en las dificultades de Markle con los cortesanos de la casa real, que, según ella, siguen «perpetuando falsedades».
Un ejemplo concreto es una riña con su cuñada, Catalina, sobre ornamentos florales en los vestidos de las damas de honor y los pajes de su boda. Los medios británicos han repetido que Meghan hizo llorar a la futura reina, aunque en realidad habría sucedido lo contrario. La duquesa de Cambridge -«una buena persona»- le escribió pidiéndole disculpas. Pero la casa real nunca desmintió lo publicado.
La duquesa de Sussex expresa particular afecto por la reina Isabel II y subraya la diferencia entre la familia y quienes «operan» la monarquía. «Todos en mi mundo, mis amigos, mi madre, mi padre... recibieron la directiva de no comentar (sobre nuestra relación)», afirma. «Era siempre desde la perspectiva de que ellos me protegerían».
«Pero era difícil reconciliarlo (con la realidad), porque, después de casarnos, cuando todo comenzó a empeorar, empecé a comprender que no solo no me protegían (de lo publicado en los medios) sino que estaban dispuestos a mentir para proteger a otros miembros de la familia, pero no lo estaban para decir la verdad y protegernos a mi marido y a mí», denuncia Markle.
Enrique habla de un distanciamiento hondo con su padre, el príncipe de Gales, que dejó de responder a sus llamadas y no le ayuda económicamente. «Hará falta mucho trabajo», dice sobre su relación. «Me siento realmente decepcionado, porque él pasó por una experiencia similar, sabe lo que es el dolor, y Archie es su nieto… Siempre le querré, pero hay muchas heridas».
También se ha alejado de su hermano, Guillermo, pero confía en que «el tiempo puede curarlo todo». La curación exigirá que no le tengan en cuenta la perspectiva opresiva que presenta de la monarquía británica. Enrique se sintió «atrapado dentro del sistema, como el resto de la familia», dice. «Mi padre está atrapado. Mi hermano está atrapado. No pueden dejarlo y siento enorme compasión por ellos», concluye el duque.
La entrevista perjudica a la reputación de la monarquía en Reino Unido, según los primeros análisis publicados en los medios británicos. Y también a Enrique y Meghan, por airear en público disputas familiares que a menudo parecen menores. No han recibido dinero por la entrevista, pero la proyección mediática puede favorecer su afán de combinar actividades comerciales con promociones caritativas.
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La confesión de Meghan Markle sobre su depresión frenará quizás a los cortesanos no identificados que han combatido en los últimos días el contenido de los primeros videoclips de la entrevista. Filtraron a los medios, por ejemplo, que la mitad del equipo que asistía a los duques, todas ellas mujeres, quiso abandonar su empleo por la conducta de la esposa de Enrique.
El episodio televisivo coincide con la estancia del marido de la Reina, Felipe de Edimburgo, en dos hospitales, donde está siendo tratado de una infección y de un trastorno cardíaco. Isabel II, que ha mantenido contacto regular mediante videoconferencia con Enrique y su hijo Archie, reanudará la próxima semana sus actividades oficiales, tras el largo confinamiento en el castillo de Windsor.
Hubo un tiempo -no tan lejano, porque no hay que olvidar que Harry y Meghan se casaron en la primavera de 2018- en que los duques de Cambridge encontraron en los de Sussex su todo. Al menos, eso trascendía. De ahí que se les apodara como «los cuatro magníficos». Guillermo, Catalina, Enrique y Meghan acaparaban elogios allí donde iban y, lo más importante, unieron esfuerzos para apuntalar la Royal Fundation, que se quedó huérfana con la huida precipitada del hijo pequeño de Carlos y Lady Di y de la actriz reconvertida en princesa fugaz. Ahora, ese club de los cuatro sigue vigente, aunque los compañeros de viaje de Guillermo y Catalina son el heredero al trono británico y su esposa Camila.
Bien podría pensarse que la entrevista que Harry y Meghan ofrecieron al otro lado del charco despejaría por fin las dudas de cuál es -o era- la relación entre la duquesa de Sussex y la de Cambridge. Que son como la noche al día es evidente. En formación y comportamiento. Pero, lejos de lo esperado, ante las cámaras Meghan tuvo cariñosas palabas para Catalina. Las comparaciones entre ellas era la comidilla de la prensa sensacionalista.
Y aún hoy colea el detalle, o dardo envenenado, del gran día de Meghan en el que Catalina decidió usar por cuarta vez el mismo vestido -diseñado por Sarah Burton para Alexander McQueen, la misma que la vistió para su boda- para no eclipsar a la actriz. No logró el objetivo. Por un lado, porque el vestido era blanco y, por otro, porque llegó a decirse que repetía por desplante a Meghan. Tal revuelo se montó que algunas fuentes filtraron que Catalina suele repetir vestidos en bodas para no hacer sombra a la novia. Dos meses después esta explicación cayó en saco roto. En la boda de su hermana Pippa, Catalina estrenó vestido. De nuevo de McQueen. Y rosa, para diferenciarse bien del de la protagonista del día.
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