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Cuando la capital era una ciudad de cine

Cuando la capital era una ciudad de cine

La década de los 70 fue una época dorada para los cines monosala, donde fueron llegando los sorprendentes efectos especiales acompañados de un color que abundaba y deleitaba al personal asistente, que tenía numerosas opciones de elegir su sala favorita o más cercana en la capital grancanaria.

José L. Reina

Jueves, 1 de enero 1970

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Más de treinta cines hacían las delicias de los enamorados del séptimo arte. Los había para todos los gustos. Desde pequeñas salas sin mayor alarde que ofrecer un buen estreno a sus clientes, hasta otras joyas arquitectónicas señoriales, que acogían sesiones de gala los viernes y sábado por la noche. Esta década de oro, y la gran cantidad de salas existentes en casi todos los barrios de la capital, era la muestra de un negocio de éxito en auge. Una vía de escape para padres que disfrutaban de los filmes para mayores de 18 años, y un paraíso desconocidos para niños que se adentraron en el mundo del cine en largometrajes dedicados a todos los públicos.

Un disfrute generacional alrededor de una pantalla gigante, donde las metralletas de los mejores bélicos de la época impresionaban a los allí presentes. Esa sensación que recrea de manera magistral la película italiana Cinema Paradiso, donde el joven Salvatore y los vecinos de un pequeño pueblecito italiano no veían reproductores, ni pantallas, simplemente veían magia. Lamentablemente para ellos, y para todos los enamorados de las salas clásicas, la magia era algo tan real como la vida misma. La llegada de los VHS a principio de los 80 o de la especulación inmobiliaria de entonces, la piratería, la crisis económica o la subida de impuestos al cine, y la concentración de salas multinacionales en centros comerciales, unidos a las diferentes plataformas de cine a la carta que imperan hoy en día, son algunos de los factores que explican la desaparición continua y progresiva de casi todas las salas existentes por aquél entonces.

En Las Palmas de Gran Canaria, los que más aguantaron el tipo fueron los Royal, en la calle León y Castillo, los Galaxy´s, en la calle El Cid, y los Monopol, el gran superviviente, en la plaza Hurtado de Mendoza. Estas salas aglutinaron toda la oferta cinematográfica de la ciudad hasta que llegaron las grandes salas que conocemos hoy en día. Este es un recorrido visual por algunas salas de cine que un día llenaron de magia la capital grancanaria, y cuyo legado sigue estando presente para numerosas personas de los disfrutaron.

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