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Imagen de una reivindicación en el Roque Nublo. C7
Con la vista puesta en la reacción de Rabat

Con la vista puesta en la reacción de Rabat

a a Canarias ante un posible aumento de la inmigración, también pone en solfa las relaciones económicas de las empresas isleñas en el país vecino

LORETO GUTIÉRREZ

Madrid

Lunes, 7 de junio 2021, 01:00

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La crisis diplomática que en las últimas semanas ha tensado las relaciones entre España y Marruecos hasta situarlas al borde de la ruptura despierta no poca inquietud en Canarias, que como región fronteriza mira de reojo a Rabat a la espera de ver cuál es -y sobre todo cómo le va a afectar- la «respuesta dura» con la que amenaza el país vecino en represalia por la posición española sobre el Sáhara Occidental. ¿Van a pagar las islas las consecuencias del conflicto político?

La espita de la inmigración irregular, que Marruecos abre y cierra a conveniencia, es una tradicional medida de presión que Rabat podría ahora dirigir a la fachada atlántica tras haber alentado y permitido hace dos semanas la entrada de cerca de 8.000 personas en la ciudad autónoma de Ceuta, en protesta por la hospitalización en España del líder del Frente Polisario, Brahim Gali.

El último repunte de llegada de pateras a Canarias desde la costa marroquí -más de 500 personas en cuatro días, casi las mismas que en toda la primera quincena de mayo- coincidió con el regreso a Argelia de Gali tras la decisión de la Audiencia Nacional de no imponerle medidas cautelares. Aunque el delegado del Gobierno en las islas mantiene que el aumento de embarcaciones se debe a las buenas condiciones del mar y no a la crisis diplomática, el propio Anselmo Pestana apunta al mismo tiempo que con Marruecos «siempre hay que estar ojo avizor» en lo que respecta al fenómeno migratorio. El Gobierno marroquí ha dejado claro que tiene la llave y la usará cuando le convenga.

El presidente de la patronal de Las Palmas admite que la preocupación es «grande»

Pero la inmigración no es el único flanco vulnerable de Canarias en las importantes y siempre delicadas relaciones con su vecino africano. El reino alauí dio una nueva vuelta de tuerca a la situación al admitir que su reacción va más allá de la atención hospitalaria prestada a Gali, y asumir que lo que persigue es que España y la UE sigan la estela de Trump y reconozcan la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. La negativa de Madrid y Bruselas, que siguen emplazando cualquier solución a la negociación abierta en la ONU, ha llevado a Rabat a poner también en solfa las relaciones económicas y comerciales, con la consiguiente preocupación para las empresas isleñas con intereses en el país vecino ante el posible freno a las inversiones españolas.

«Cuando las relaciones diplomáticas entre España y Marruecos no van bien la preocupación empresarial es lógicamente grande», señala el presidente de la Confederación Canaria de Empresarios (CCE), Agustín Manrique de Lara, «porque nosotros, como región fronteriza somos los primeros interesados en que los tradicionales lazos de hermandad, que con las islas son muy fuertes, no se deterioren», añade. El dirigente empresarial señala en esta línea que la vertiente económica de la crisis política con Marruecos podría ser relevante de cara al futuro, puesto que Canarias no solo tiene intereses comerciales en el país, incentivados en los últimos años por los planes de externalización de la economía del archipiélago, sino que cuenta con importantes expectativas de mejora a corto y medio plazo que «sería lamentable que se frustraran».

Manrique de Lara considera en todo caso que el conflicto diplomático no va a afectar a la seguridad jurídica de las empresas canarias que ya operan en Marruecos, porque entiende que está plenamente garantizada al margen de los vaivenes políticos. «Es verdad que para España es un socio estratégico y si las relaciones no se reconducen, más que ver en riesgo las inversiones actuales de las empresas canarias, lo que sí veo es que podría ponerse en riesgo el potencial de futuro, porque Marruecos podría buscar inversores en otros países», señala. El reino alauí es en la actualidad es el principal socio comercial de la Unión Europea, con España, que acapara el 35% del intercambio comercial, a la cabeza de los 27 estados miembros. A raíz del actual enfrentamiento, el más grave desde la crisis de la isla de Perejil en 2002, Marruecos ha esgrimido como amenaza la posibilidad de dejar a los inversores españoles fuera de los proyectos de turismo e infraestructuras que tiene en marcha.

El secretario general de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Gran Canaria, Luis Padrón, comparte que «un entorno diplomático hostil nunca beneficia al mundo empresarial», aunque puntualiza que las inversiones canarias en Marruecos, al no ser de grandes compañías sino de pequeñas y medianas empresas no sufrirán tanto el impacto del conflicto político entre los dos países «A la que sí afecta es a la gran empresa española», asegura.

Las posibilidades de negocio para las empresas canarias en Marruecos que se podrían ver frenadas si se concretan las anunciadas represalias se concentran especialmente en sectores vinculados al tratamiento del agua y energías renovables, en junto a la logística y consultoría, además de las inversiones en el sector turístico, en el que Canarias cuenta con mucha experiencia. Las licitaciones han venido siendo otro importante nicho de negocio para las empresas isleñas: el reino alauí moviliza anualmente más de 18.000 millones en concursos públicos para realizar estudios de ordenación del territorio o desarrollar infraestructuras portuarias, entre otros ámbitos, aunque últimamente el Gobierno marroquí se ha marcado como objetivo sustituir de forma gradual las concesiones a compañías de otros países para dar preferencia a las empresas nacionales.

Aunque Rabat no ha movido ficha tras expresar su malestar por la actitud de España y advertir que la «burla» de la salida de Gali tendrá serias consecuencias, la diplomacia española reconoce que la actual situación de tensión puede acabar por romper la cuerda por cualquier parte, y se plantea hacer un gesto conciliador para intentar reconducir la situación y recuperar la confianza perdida, en el convencimiento pragmático de que no cabe una política exterior española sin una buena relación con Marruecos.

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