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Fallou, chico migrante que reside en Las Palmas de Gran Canaria y llegó en cayuco en 2023. Arcadio Suárez

La difícil travesía de Fallou: del mar de Senegal a una oportunidad en Gran Canaria

Fallou, joven senegalés, llegó a Canarias siendo menor de edad. Ahora, ve la lucha canaria como una alternativa para labrar su futuro

Sara Toj

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 6 de julio 2025

Los motivos que llevan a las personas migrantes a cambiar el rumbo de su vida son diversos: económicos, políticos, sociales... En Senegal, país del que parten la mayoría de los cayucos que llegan a las islas, los pescadores han visto cómo el número de peces se ha reducido debido a la pesca ilegal, las técnicas agresivas que perjudican a los ecosistemas marinos y a los grandes barcos. Por ello, muchas personas han tenido que buscarse el porvenir en otro lugar.

La historia de Fallou es la de uno de esos chicos asfixiados por la falta de oportunidades en su país de origen. Un relato que da voz a esas cifras que cuentan llegadas, pero que dejan las historias a un lado.

El joven se dedicaba a la pesca antes de embarcarse en la travesía hacia un futuro mejor. Al formar parte de una familia compuesta por cinco hermanos, siendo él uno de los mayores, vio que era necesario tomar acción y ayudar a sus allegados. A pesar de vivir jornadas en las que se pasaba hasta dos días en el mar para poder pescar, el tiempo de esfuerzo no se traducía en una buena compensación económica. «A veces incluso ni pagaban», recuerda Fallou. Él, como otros chicos, aprendió la labor gracias a sus familiares, pero reconoce que la situación de la pesca en la actualidad «es difícil».

Por desgracia, como tantos otros chicos como él y ante la falta de vías legales y seguras para acceder a otro país, decidió subirse a un cayuco, embarcación que conocía de sobra, y cruzar el océano Atlántico con el único propósito de ganarse la vida para ayudar a su familia. Lo hizo sin contarle nada a nadie, ni a sus familiares ni a sus amigos, porque sabía que, de hacerlo, tratarían frenarle. «En mi pueblo se hablaba mucho de ello, de subirse a un cayuco, así que decidí hacerlo conociendo el peligro», explica el joven. En su mente siempre estuvo su madre, para la que la travesía fue un momento «muy difícil», como recuerda el joven.

Después de 12 días en el mar «muy duros», sin comer ni beber agua las últimas jornadas, junto a 103 personas, entre las que había una mujer junto a su bebé, llegó a Gran Canaria en julio de 2023, cuando aún era menor de edad. Comenzó así su periplo en la isla, donde pasó por un centro de menores ubicado en Arinaga para luego ser derivado al Canarias 50, en Las Palmas de Gran Canaria, centro para mayores en el que estuvo hasta que le pudieron hacer la prueba para verificar su edad.

Fallou recuerda su tiempo en los recursos para niños y niñas con cierto desanimo, ya que para él eran momentos muy complicados. «Me pasaba todo el día en el centro, no pude estudiar, y solo salía para entrenar», relata Fallou.

Al llegar a Canarias, tierra que no conocía, le recomendaron solicitar protección internacional para que los trámites fueran más ágiles y, así, poder comenzar su andadura en las islas.

De esta forma, el joven formalizará su solicitud como solicitante de asilo el 6 de noviembre, gracias al acompañamiento que ha recibido por parte de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (Cear).

En estos momentos, Fallou reside en uno de los recursos de la organización. Como apuntan desde Cear, el joven podrá residir en uno de los centros de la entidad «al menos hasta la fecha» en la que tiene la cita para formalizar su petición, e incluso «algo más de tiempo», algo que mantiene tranquilo al chico.

Y parece que el camino comienza a labrarse. Fallou ha podido realizar una formación de tres meses como electricista y también persiste en su empeño por continuar aprendiendo y perfeccionando su español.

La lucha canaria, su pasión

Ante la incertidumbre, Fallou prefiere vivir el día a día. «Hoy estoy aquí, mañana no sé», remarca el joven. Opta por no soñar en grande ni ponerse metas a corto plazo. Sin embargo, hay algunos aspectos que tiene claros: «Me gustaría conseguir los papeles, un trabajo, y seguir estudiando español e inglés».

Y en esa hoja de ruta que se atreve a dibujar, la lucha canaria cobra un gran papel. A pesar de que también le gustan otras disciplinas, como el rugby, llegó al equipo de lucha Castro Morales, en Telde, gracias a unos amigos, que le hablaron de él mientras estuvo en uno de los centros para menores. Allí acude casi todas las tardes para entrenar y seguir adelante en un deporte que le ha dado mucho en la isla, y se encuentra bregando en la categoría juvenil.

La práctica de este deporte puede ayudar al joven a quedarse en las islas. Como explican desde Cear, lo más común para las personas que solicitan asilo es que se les traslade a la península, dado que en Canarias las plazas son «muy limitadas». Sin embargo, el equipo está trabajando para justificar, de alguna forma, que pueda residir en el archipiélago al ser luchador.

Fallou conocía muy de cerca la lucha senegalesa, deporte que puede reunir hasta a 30.000 personas para disfrutarlo en algunas zonas del país africano. Es una de las disciplinas más seguidas en Senegal, así que al ver la relación que guardaba con el deporte autóctono, decidió probar suerte. «Se parecen mucho, pero la lucha canaria tiene más normas», comenta el joven.

Aunque al principio no tenía claro si quería quedarse en el archipiélago, puesto que muchas personas continúan su ruta migratoria hacia otros lugares de Europa, sabe que moverse a otro país implicaría no poder dedicarse al deporte vernáculo por lo que, en estos momentos, este sentimiento lo aferra a las islas: «En la 'gran España' no está este deporte. Me gustaría ser profesional y estar en otros equipos».

Sin embargo, su mayor propósito es regresar algún día a Senegal, donde tiene a su familia, y el lugar que hace un tiempo fue su hogar. Cuando pueda ahorrar algo de dinero quiere viajar allí para visitar a sus allegados, con los que mantiene el contacto a pesar de la distancia. Él es solo una de esas historias de las miles de personas que sobreviven a la ruta canaria, pero todas ellas guardan una estrecha relación: la falta de oportunidades y el deseo por encontrar un futuro.

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