Un verano sin fiestas

Los meses de verano eran de romería en romería hasta la aparición de la covid. La necesidad de mantener a raya el virus ha obligado a mantener la distancia social, incompatible con cualquier fiesta, incluyendo aquellas que conseguían año tras año mantener las señas identitarias canarias. Estas son siete fiestas populares que no podremos celebrar:

La fiesta rememora la ancestral tradición de la alfarería, en la que las mujeres talayeras subían a La Concepción en busca de materia la prima: el barro. Cientos de personas acudían al pago satauteño para embarrarse y realizar guerras de lodo entre amigos.

Una de las más conocidas y esperadas del año, al norte de la isla y en honor a la Virgen de Las Nieves. Antiguamente, los aborígenes golpeaban el mar con las ramas para pedir agua a los dioses; en la actualidad, miles de personas recorrían las calles agitando ramas en el aire y bailando al ritmo de las bandas del municipio.

La fiesta más refrescante del verano, también dentro de las Fiestas de la Virgen de Las Nieves, llegaba en agosto a la localidad de Lomo Magullo. Se trata de la adaptación de un rito aborigen por el cual se rogaba a los dioses que trajesen agua a la zona. Con el tiempo, se ha convertido en una cita familiar en la que vecinos y turistas inician una batalla de agua.

La Playa de Arinaga recibía a los más fiesteros en su romería marinera para rememorar cómo los antiguos canarios traían el pescado a la costa. Los propios vecinos fueron los impulsores de este evento popular y quienes animan la fiesta con asaderos en los que no faltan las sardinas.

Las fiestas de la Patrona de Gran Canaria este año se celebran sin actos multitudinarios, entre ellos la romería-ofrenda y la eucaristía y procesión del 8 de septiembre. Es la más importante de la isla, en la que miles de peregrinos acuden a ver a la virgen, ante la que se desplegaba una representación individual de todos los municipios , además de otras islas.

Es uno de los eventos más destacados de las fiestas, en honor a San Nicolás de Tolentino. El charco es el símbolo del pueblo de La Aldea, en cuya playa se celebra la fiesta, normalmente en septiembre. Su origen radica en una técnica de pesca aborigen, la embarbascada, que consistía en aturdir con el látex de la tabaiba y el cardón a los peces que estaban en los charcos. De esta manera, se podrían capturar posteriormente con las manos sin ningún problema.

Recrea una antiquísima costumbre de Agüimes, habitual en la posguerra, en la que los vecinos se desplazaban a las afueras del pueblo para llevar a tostar y moler el millo. Cientos de personas de varios municipios acudían para celebrar la tradición en una comitiva con carros de gofio y agua que parten desde los Molinos de Lolita y Ananías, acompañados por parrandas, chácaras y tambores.