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Antonio y Sol, con el tamagochi de la niña TVE
Crítica del episodio 23x05 de 'Cuéntame': Antonio Alcántara, más vidas que un tamagochi

Crítica del episodio 23x05 de 'Cuéntame': Antonio Alcántara, más vidas que un tamagochi

El patriarca de la familia vive su propio 'Efecto 2000' con una crisis existencial en plena entrada al siglo XXI, en el antepenúltimo capítulo de la temporada

M. Hortelano

Valencia

Jueves, 16 de noviembre 2023, 00:07

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Este artículo revela detalles importantes de la última temporada de Cuéntame.

Antonio Alcántara tiene una relación muy especial con los aviones. Cuando era pequeño, en plenos años de la guerra civil, vio una avioneta aterrizar en uno de los campos de Sagrillas, el pueblo de Albacete del que desciende toda la familia. Al volver a levantar vuelo, se quedó mirando al cielo manchego durante horas, esperando su regreso. Una actitud que le dejó el mote de 'el parriba', como un soñador sin límites que ha logrado a lo largo de sus años en 'Cuéntame' llegar hasta lo más alto de la sociedad a golpe de trabajo y giros de guion. Y mirando 'parriba', un avión que sobrevuela el barrio la Nochevieja de 1999, entra Antonio Alcántara en el siglo XXI, después de superar su particular efecto 2000. Y es que no se entendería 'Cuéntame' sin el personaje interpretado de manera magistral por Imanol Arias, uno de los puntales de la serie y de la familia. «Hay personas que ven cambiar el mundo, pero no cambian nunca», dice la voz de Carlos en el inicio del episodio 5 de la temporada final, dedicado a su padre: Antonio: La tierra. Un capítulo muy 'Alcántara', en el que el patriarca tiene incluso un rap con el que entrar en el nuevo siglo. «Soy Antonio Alcántara, vengo desde abajo. Hice mucha pasta, me mudé a Serrano. Me he comprado un 'mercho' de segunda mano».

Antonio es, en palabras de su hijo, «machista, presumido, prepotente y un mandamás». Un Quijote, con Mercedes, su mujer, como su Dulcinea, con tintes «autoritarios y algo machacón». También «flacucho, con un ego grande, valiente, infinito e intenso». Pero, como padre, «un regalo» aunque sus hijos, ni se lo han puesto fácil ni le han devuelto la décima parte de lo que él les ha dado. Y con él, entramos de lleno en el siglo XXI en un episodio en el que no hay ni rastro de la dichosa herencia que trae de cabeza a la familia.

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Antonio, renovando su carné de conducir TVE

El capítulo arranca en la Nochevieja de 1999, con un gran miedo por parte de todos al llamado 'Efecto 2000'. Aquel temor a que los ordenadores y máquinas que por aquel entonces ya tenían una gran presencia en nuestro día a día, colapsaran por el cambio de siglo. La cosa fue tan en serio que hasta el Gobierno de Aznar creó una Oficina de transición para este cambio, capitaneada por Débora, la mujer de Toni. A Antonio, el cambio de año le pilla con el carné de conducir caducado, pasando el incómodo test ese en el que hay que evitar que el coche se salga del carril. Pero, aunque él se conserva muy bien, «como una mojama de Murcia», los años pesan para todos. Así que se pone nervioso por lo mal que lo está haciendo en el psicotécnico y se fuga de la consulta sin carné y sin cartera. Al llegar a casa, muerto de vergüenza por el gatillazo, decide ocultarlo a la familia, que ya está en plenas preparaciones de la nochevieja. Pero, entonces, recibe una llamada de Sagrillas. Paquita le avisa de que el vino de su bodega está saliendo por el grifo del agua de todo el pueblo. Una urgencia que a Antonio le pilla teniendo que hacer de canguro de Sol, la hija pequeña de Toni y Debora, que hasta ese momento ha sido un personaje más que secundario en la serie. Nadie más puede quedarse con la pequeña porque sus padres están muy ocupados con la crisis de los ordenadores y Mercedes tiene que acompañar a Herminia al neurólogo, porque ya tiene 100 años y ha empezado a tener algunas lagunas. Así que a él no le queda más remedio que salir pitando a Sagrillas con Sol.

Stefanie, el 'tamarruchi' de Sol

En el coche, abuelo y nieta mantienen una tierna conversación sobre la vida. A la pequeña, interpretada de manera deliciosa por Sofía Otero (con un Oso de plata de la Berlinale a sus espaldas) le ha comenzado a preocupar la muerte y su máxima responsabilidad es mantener con vida a Stefanie, su tamagochi, que sólo necesita que le dé de comer y le limpie la caca apretando el botón izquierdo o derecho, según la necesidad. Un artilugio casi de brujería para Antonio. En el trayecto, la inocencia de la niña llena de indiscreciones sobre la familia la charla. «Mi madre dice que la abuela es rubia de bote, que tú eres un chulito y que todo se lo va a quedar el tío Carlos». Menudo resumen. En esas, llegan a la bodega, donde el patriarca discute con el encargado, al que acusa de haber desatendido la bodega. En medio del enganchón de los dos hombres, entre cubas de vino, Sol se asusta y sale corriendo con el teléfono móvil de Antonio, que se cae y se rompe. Pero, sobre todo, sin el tamagochi. Pero, el abuelo, preso de los nervios de la situación, con muchos litros de vino perdidos y sin ningún hijo que quiera mantener la bodega, se va directo al bar de Paquita sin percatarse de que se ha dejado algo muy importante entre tinajas.

Antonio y Sol, en un momento del episodio 5 TVE

Al bar llega justo cuando Mercedes llama desde Madrid y el pueblo entero está bebiendo su vino gratis. Ha recibido el aviso del centro de renovación del carné de conducir de que Antonio se ha dejado la cartera y se ha ido sin superar la prueba. Es decir, se ha ido de viaje sin dinero, sin documentación y sin carné de conducir. Y ahí, se da cuenta de que ha perdido a Sol justo cuando su tamagochi reclama atenciones. «El tamarruchi, que se hace caca», dice. Así que se vuelve a la bodega en coche con Paquita para buscar a su nieta. Pero desde el bar, el enemigo de Antonio, el empresario Somoza, llama a casa de los Alcántara y le cuenta a Mercedes que la nieta está perdida. Así que Merche corre a coger su coche para ir a Sagrillas, con la mala suerte de que Toni y Débora la pillan y se enteran de que su hija se ha perdido en el pueblo. Los tres emprenden un viaje lleno de reproches. «Nunca más le dejamos a la niña», dice Débora enfadada. «A ver si es verdad», le responde Mercedes, que le afea que siempre han tirado de ellos lo que les ha dado la gana. «Los abuelos estáis para ayudar. Seguro que se ha preocupado más de su bodega que de su nieta. Ya lo conocemos», a lo que Merche le dice con contundencia. «Vosotros os preocupáis más de vuestro trabajo que de vuestra hija».

Mientras, en Sagrillas, Antonio vive una crisis existencial. Haber olvidado a su nieta le parece un fallo imperdonable. «Estoy sin gas, como un mechero. Lo mejor es que me muera. Me estoy apagando, como los ordenadores», le dice a Paquita. Sol, por su parte, ha salido del edificio y se ha escondido en el remolque del encargado de la bodega, que la encuentra enseguida y se la lleva justo al punto del camino en el que Antonio y Paquita tienen detenido el coche sin mayor drama de la niña. Un trozo de campo en el que aparece Somoza con su coche. Y ahí, Antonio, agobiado por la situación, le hace una oferta para malvender la bodega. De hecho, llegan a cerrar el acuerdo para el día siguiente, tras estrecharse las manos. Ya de vuelta al bar, ambos hacen un pacto de abuelo y nieta para no contar lo que ha sucedido, mientras hacen juntos castillos de naipes. Pero, en esas, hacen entrada en el bar Débora, Toni y Mercedes. Los padres se llevan a la niña de mala manera, enfadados por la situación. Sol, antes de poner rumbo a Madrid le chiva a Mercedes que «el abuelo está muy triste».

Antonio y Mercedes, en Sagrillas TVE

El matrimonio se queda en Sagrillas, donde protagoniza una sincera conversación. «Lo sé, todo es culpa mía. Desde que salí de Madrid todo me ha salido mal», dice Antonio, que se niega a volver a San Genaro. «Yo no me voy a quedar», dice Merche. «No te lo he pedido», le responde él. Y ahí Mercedes se pone el traje de Herminia para cantarle las cuarenta a su marido. «Tu hijo es un calzonazos y parate de esa culpa la tienes tú». Antonio se adelanta y se va la casa del pueblo, mientras Paquita pone al día a Mercedes de lo que ha sucedido. Un pensativo Alcántara medita frente a la chimenea al ritmo de 'Algo contigo'. Y entonces, entra Merche, que le prohíbe seguir adelante con la venta de la bodega. «Esta tarde me he dado cuenta de que no tengo nada detrás. He amargado la vida a mis hijos con la bodega y mis nietos ni conocen el negocio», lamenta. Pero Mercedes se lo deja claro. «Adoro a mis hijos y a mis nietos, pero estoy casada contigo y esa bodega eres tú». Pero, Antonio dice que él no quiere problemas y que sólo quiere paz. «Los problemas y tú vais juntos. Tendrías que volver a nacer para vivir en paz», dice ella. «Estoy viejo», responde él. «Ni hablar. No quiero un viejo en mi casa ni en mi cama», dice ella. Que le hace una sincera confesión. «No me puedes dejar sola en este trozo del camino». Los dos son conscientes de que la vida ha pasado con rapidez, pero Mercedes le hace una reflexión sobre Herminia, que quiere estrenar un vestido esa noche. «Así quiero yo llegar a los 100 años. Con la ilusión de estrenar un vestido. No quiero nada viejo en mi casa».

Antonio reacciona y pide a Mercedes que le dé unas horas para arreglar la situación. «Necesito quitarme de encima este complejo de Marqués de Griñón que me está destrozando». Mercedes acepta y le da su tiempo. «Quiero que vuelva 'el parriba'». Así que el patriarca de los Alcántara mueve sus hilos para saber qué ha sucedido con el accidente de su bodega y pide una inspección de un técnico, que le confirma sus sospechas. «Entérate de quién te ha hecho esto». Con el veredicto, vuelve al bar y le dice a Somoza que no le va a vender la bodega y que, además, sabe que está detrás del sabotaje. El empresario lo acusa de romper el pacto de hombres. «Esas tierras son mías y de mi familia. Olvídate del acuerdo porque no somos ya hombres, somos viejos». Y finiquita la crisis volviendo a Madrid justo a tiempo para celebrar la Nochevieja. Eso sí, antes retoma su examen del carné de conducir con una mentirijilla. Acude al atelier de Mercedes, donde ella da las últimas puntadas para los encargos de vestidos de fiesta para Nochevieja y le confiesa que le ha hecho caso y no ha vendido. «Cuando estoy peor, apareces tú y se me quita el miedo a todas las averías que la vida me pone por delante. Si tú quieres, todavía podemos ser jóvenes», le dice, y le da un ramo de flores, ante el aplauso del barrio. «Este marido tuyo vende arena en el desierto», sentencia Hermina.

En otro plano, en el capítulo se vive también la despedida de Mike 'darling' que vive un episodio traumático tras haber consumido una droga llamada 'El vuelo del águila'. Oriol, que ya es policía, se lo encuentra inconsciente en el suelo. Tras recuperarse y volver a casa, tiene una discusión con Inés porque Mike no aporta nada en casa y siempre está deprimido y fumando porros. «Esto no funciona» le dice la hija de los Alcántara. Pero Mike, incapaz de decirle que su enfermedad ha ido a peor, acusa a Oriol de maquinar en su contra. Ambos viven un forcejeo y el inglés acaba abandonando el piso y la pareja, dejando a Inés destrozada entre recuerdos.

La entrada en el año 2000 TVE

El mundo sigue funcionando

La Nochevieja de 1999 cada Alcántara la pasa en un sitio. Inés, en el teatro, donde ha vuelto a ser actriz. María, de guardia en el hospital. Toni en la redacción del periódico, donde espera que el 'efecto 2000' quede en nada. Y el resto de la familia, que se ha quedado reducida a la mínima expresión por las ausencias, la pasa en el bistró con los vecinos. Y ahí vemos a los Alcántara entrando en un siglo que no pensaban que iban a vivir. En la tele, Ramón García y Nuria Roca dan las campanadas con las que se entró en el nuevo año. Una fecha que ya avanza el final de la serie, con una gran carga emocional para los dos últimos episodios, los dedicados a Hermina y su muerte, y a Carlos y su regreso.

Antonio, 'el parriba' TVE

En la redacción de Tribuna Digital, Toni está tan afanado en las noticias que llegan que se olvida de que su hija está allí con él. Así que la niña, aburrida, sale y se va al bistró con la familia. Es decir, Toni ha hecho un Antonio como el que tanto le ha reprochado a su padre horas antes. Cuando se da cuenta, sale corriendo a buscarla y se topa con Débora, que vuelve de Moncloa justo a tiempo porque ha confirmado que no va a suceder nada con los ordenadores. «El mundo va a funcionar como siempre. O sea, mal». Y ahí, ambos ven a Sol en la puerta del bar, charlando con su abuelo de nuevo. La niña dice estar triste porque ha perdido el tamagochi. Pero ahí descubre que el 'tamarruchi' lo tiene su abuelo, aunque confiesa con disgusto que el animalito digital se le ha muerto. «No pasa nada abuelo. Le das a este botón y revive como si no hubiera pasado nada». Claro, como el propio Antonio, que ha revivido mil veces a lo largo de 23 temporadas. Un Antonio «más grande, más fuerte y más Alcántara que nunca». Como si lo mejor estuviera todavía por llegar. Y al son de 'Lo bueno y lo malo' de Duquende y Tomatito, Antonio, 'el parriba' ve pasar otro avión. La vida sigue. Pero la serie acaba. Qué llorera y aún nos quedan dos semanas. 

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