Crítica de 'Club de Medianoche': ni truco ni trato

Por partes. Lo que no propone en esta ocasión es juntar a siete pacientes terminales (jóvenes) en un casoplón donde viven los últimos días o semanas que les quedan de vida. Estos, por su cuenta, se juntan por la noches y montan un club, el que da nombre a la serie. Para formar parte de él hacen falta dos cosas: comprometerse a mandar mensajes desde el otro lado una vez fallecidos y contar historias de miedo. Cada capítulo, y por no desvelar mucho de la trama, tiene uno de esos cuentos como eje principal. ¿Miedo? Ninguno.

Advertencia: si con lo contado hasta aquí es el plan que tiene en mente para pasar una noche de terror, o para ejecutar esa estúpida idealizada fantasía de acurrucarse con una cita de Tinder simulando pasar miedo, esta no es la serie que está buscando. Realmente ninguna de Flanagan. Este autor es de los que dicen que se basa más en lo psicológico. Chorradas. Traducido: un rollazo estupendo de 10 horas de duración.

No se desprenda de lo escrito hasta aquí que es una mala serie. No lo es. ¿Entonces es buena? Lo más apropiado sería responder algo tan ambiguo como «sin más». No va a tener la sensación de haber perdido el tiempo, pero es probable que en un mes ya ni se acuerde de ella. Se queda a años luz de 'La maldición de Hill House', que sí aportaba un relato diferente con una trama que se sostenía en varios episodios. A favor del 'Club de Medianoche' juega esa parte del guión en las que se habla, sin cortarse un pelo, de las enfermedades terminales, de la muerte, sobre cómo la afrontan y la despedida de sus amigos en estos últimos días de vida. «Cada día de vida aquí es una victoria», dice una de las protagonistas. La serie introduce con cierto éxito ese debate sobre la política de cuidados paliativos y cómo afrontar una muerte digna. Pero esto es al mismo tiempo una de las pegas, que se trate de un discurso secundario puesto que lo importante, o lo que se promociona, o lo que se pretende, es esa otra parte, la de las historias de miedo, la de los efectos de sombras y ascensores que van a sótanos tenebrosos.

Lo que mantiene en pie toda la narración es el personaje de Ilonka (Iman Benson) que es una joven aspirante a escritora que investiga sobre el pasado del hospicio de Brightcliffe, donde se ubica este centro para pacientes terminales. Ella investiga sobre pacientes pasados, tienen visiones en las que conecta con ellos…. y sus fantasmas. Aquí es donde Mike Flanagan desplega todas sus capacidades para generar tensión, con planos cerrados y claustrofóbicos.

En definitiva, póngase 'Club de Medianoche' si no tiene más pretensiones que hacer check también en esta serie de Mike Flanagan. No le decepcionará -quizá sí alguna de las subhistorias- porque el conjunto es compacto aunque no lo suficientemente florido como para que la recomendemos encarecidamente. Y menos si por aquello de festejar las noches de los muertos vivientes esta pretende ser su apuesta.