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Andrés Pajares tuvo una breve aparición en 'Torrente 5' (2014), desde entonces nada sabíamos de él hasta que los Javis le rescataron en 'Paquita Salas'. Un documental presentado en el Festival de Sitges, 'Sesión salvaje', reivindicaba las nueve comedias que rodó junto a Fernando Esteso a las órdenes de Mariano Ozores; de 'Los bingueros' en 1979 a 'La Lola nos lleva al huerto' en 1983, éxitos de taquilla que explotaban problemáticas sociales de su tiempo. Ahora, el actor publica unas memorias que repasan la carrera de uno de los cómicos españoles más queridos. Eso sí, que nadie espere «chismes, cotilleos o maledicencias de compañeros». «De eso ya se encargarán determinados periodistas».
'Mis memorias... Antes de que se me olviden' (editorial Almuzara) dibujan un mundo del espectáculo definitivamente desaparecido, en el que sus estrellas empezaban desde abajo. Pajares (Madrid, 1940) pertenece a la generación de cómicos crecida en la posguerra que pasó hambre y se forjó en la revista y el music hall. Cuando el cine llamó a su puerta a finales de los 60, ya llevaba muchos años de carretera. Su mejor época fueron los 70 y 80, cuando enlazaba películas, comedias teatrales y apariciones televisivas. Todo ese bagaje le sirvió para encarnar al Paulino de '¡Ay,Carmela!' de Carlos Saura en 1990. Aquel cómico de la legua baqueteado por la Guerra Civil le proporcionó el Goya al mejor actor.
No abundan las confesiones personales en 'Mis memorias...', que funcionan más bien como un recuento de los trabajos de su autor. Pajares cuenta que su madre era analfabeta y se mataba trabajando en un restaurante. Su padre también era empleado de un bar cercano a la Puerta del Sol y de él heredó su vitalismo y sentido del humor. Confiesa que a los cuatro o cinco años ya soñaba con ser actor. A los nueve, ganó veinticinco pesetas recitando monólogos en un concurso de Radio Madrid. Mal estudiante, acabó a duras penas el bachillerato y trabajó como mecanógrafo, camarero –le despidieron porque se comía los flanes que iba a servir absorbiéndolos de un bocado–, botones y vendedor de corbatas en El Corte Inglés.
A los 17 años, Pajares ya hacía imitaciones y presentaba a los artistas del York Club, en la Gran Vía madrileña, la actual Chocita del Loro. Poco después conoció al gran amor de su vida, la bilbaína María del Carmen Burguera, madre de su hijo Andrés. Ella venía huyendo del maltrato de su primer marido y con un hijo, Iñaki. Con ella formó la pareja cómica Maby-Pajares ('Ma' por Mari Carmen, 'by' por Bilbao) recorriendo la España de los finales de los 50 en teatros portátiles, como el de Manolita Chen. Llegaban a hacer once funciones diarias; como muchas veces no les pagaban, sorteaban una botella de Anís del Mono para sacarse unas pesetas.
Ya en los 60, la pareja se ha labrado un estatus en el show business patrio y acompaña a Antonio Machín y Manolo Escobar en sus giras. Pajares comienza a grabar discos y a hacer teatro.Hasta que en 1966 sufren una grave accidente de coche en un Dos Caballos. Durante la convalecencia, Maby descubre que sufre cáncer de pulmón y muere a los 33 años.
El Circo Price, Pasapoga, el teatro Alcázar, las 'Galas del Sábado' de Televisión Española, '625 líneas', el 'Un, dos, tres...' Andrés Pajares forma parte de la memoria sentimental de los españoles crecidos al calor de una televisión única y de una concepción de la revista teatral hoy finiquitada. Los 70 los emprende de la mano de una nueva mujer, Asunción Alonso, madre de su hija Mari Cielo, presencia habitual hace años en programas del corazón. Con compañía teatral propia desde 1971, rueda sin parar desde 1968: 'Los extremeños se tocan', 'Yo hice a Roque III', 'Brujas mágicas', 'El currante', 'Playboy en paro'...
«Eran películas que se rodaban con la única intención de entretener y divertir al espectador, sin mayores pretensiones ni zarandajas intelectualistas de por medio. Se hacían en veinte días y sin subvención alguna», justifica en el libro, tras admitir que recibían «críticas nefastas». Sería injusto limitar su éxito al filón del cine del destape. 'Cristobal Colón, de oficio... descubridor', ya en 1982, llevó a los cines a millón y medio de espectadores. Berlanga ('Moros y cristianos') e Imanol Uribe ('Bwana') también contaron con Pajares en su madurez, que en 1998 sufrió un infarto debido «a la enorme carga laboral y el estrés».
El humor del autor de ese hit musical que fue 'El conejo de la Loles' hoy no cotiza al alza. A Pajares le hemos visto muchas veces en pantalla corriendo detrás de las mujeres, símbolo del hambre de sexo del españolito reprimido por el franquismo. El actor desvela en sus memorias que tuvo su primer orgasmo con cuatro años, cuando una compañera de párvulos le masturbó. Durante el rodaje con Esteso de 'Los energéticos', se negó a besar a Ajita Wilson, un bombero de Chicago que triunfó en el cine S tras hacerse transexual. Confesiones lúbricas de un cómico que ha pasado más de sesenta años buscando la sonrisa del público y que hoy se siente «tranquilo y en paz».
Más allá de los bolos en salas de fiesta, el primer contrato que tuvo Andrés Pajares fue con EL CORREO, que en 1959 organizaba la Vuelta Ciclista a España. El actor, que apenas tenía 19 años, formó parte junto a un mago y unas bailarinas de la caravana publicitaria que entretenía a los espectadores mientras llegaba el pelotón. Gracias a ese trabajo vio por primera vez el mar en Santander.
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