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Tras más de medio siglo de profesión, Petra Martínez (Linares, Jaén, 1944) contempla su primera nominación al Goya como «el visto bueno» de la profesión. A los 77 años, se medirá con Penélope Cruz, Blanca Portillo y Emma Suárez gracias a su personaje en 'La vida era eso', una mujer que regresa a España tras años de emigrante en Bélgica para encontrarse a sí misma. La ópera prima de David Martín de los Santos, que llega a los cines el 10 de diciembre, es el tercer papel protagonista en la carrera de Martínez, que se volcó desde sus inicios en el teatro independiente junto a su marido y cómplice artístico, Juan Margallo. De 'Barrio Sésamo' a 'La que se avecina', de 'La mala educación' a 'La soledad', Petra Martínez siempre ha tenido claro que, ante todo, ha querido ser feliz: «Me gusta mucho mi vida, podría trabajar más, pero quiero tener tiempo».
-¿Cómo se recibe la primera nominación al Goya a los 77 años?
-La verdad es que pensaba que no iba a estar nominada, y no lo digo por modestia. ¡Hay tantas películas y actrices maravillosas! Hace años protagonicé 'La soledad' de Jaime Rosales y me creí que iban a nominarme. Y no ocurrió. Entonces recapacité. Yo tampoco había hecho tanto cine, solo he tenido tres protagonistas: 'La soledad', 'Nacidas para sufrir' y esta. A estas alturas de la vida, me alegra mucho estar nominada con tres actrices que admiro.
-Los premios y homenajes, como el que brindaron en el pasado Festival de Málaga, sientan bien.
-El premio es que mi marido y yo llevemos 53 años trabajando y viviendo del teatro, la televisión y el cine. Es una alegría pensar que hemos podido vivir de esto. La nominación al Goya es como si me hubieran dado el visto bueno, como si me hubieran colocado en otro sitio. Yo no soy tonta, sé quién soy. Una actriz que ha trabajado con gusto y a la que ahora felicitan porque he pasado el máster pendiente.
-¿Se arrepiente de no haber hecho más cine?
-No. El teatro independiente me ha hecho muy feliz. Hace años me resultó muy difícil rodar una película en la que me aburrí muchísimo. Podía haber insistido más en el cine, hacer alguna película si me lo hubiera propuesto, pero estoy contenta de haber hecho en mi carrera lo que me ha dado la gana. No me han ofrecido muchas películas ni tampoco las he buscado. Nunca he sido pesada y he hecho pocos casting.
-Anna Castillo, su compañera en 'La vida era eso', me aseguró que había aprendido de usted el darle la importancia justa al trabajo, que no tiene ningún sentido si no nos hace felices.
-Yo con 18 años estaba trabajando en la Embajada americana ganando más que mi padre, en un departamento para introducir el aceite de soja. Hablaba inglés al haber estado de 'au pair' en Inglaterra, a donde nos mandaron mis padres: fueron muy listos porque no tenían dinero para enviar a sus siete hijos a la universidad. Podía haber seguido, pero preferí el teatro. Anna es una tía tan lista y tan buena actriz que lo tiene mucho más claro que yo.
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-Lleva 53 años con Juan Margallo como cómplice afectivo y profesional. ¿Cómo se hace eso?
-Juan y yo hemos discutido muchísimo desde que nos conocimos. Hemos discutido tanto para estar de acuerdo en todo. Yo ya no sé si lo que pienso es cosa mía o lo ha pensado antes Juan. Tenemos mucha complicidad y sentido del humor, que es muy importante. Y nos admiramos el uno al otro en lo profesional. Le damos al trabajo una medida, lo más importante es nuestra vida, nuestros hijos y nietos. Me gusta mucho mi vida, podría trabajar más, pero quiero tener tiempo.
-Asegura que durante el confinamiento se dio cuenta de que era mayor.
-Sí. Dejé de teñirme el pelo, hacía poco que me había operado de cataratas… Me dio la alegría de saber que era una persona mayor. Me gustaría tener 50 años, pero no menos. Es maravilloso como actriz no preocuparte por si te ha salido un granito o si has dormido mal y tienes ojeras. Me gusta esa sensación de plenitud relativa por los achaques. Estoy mucho más contenta conmigo misma, aunque te metes en el Facebook y en Instagram y de pronto ves que se mueren muchos amigos.
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-'La vida era eso' aborda entre otros temas el tabú de la sexualidad en la gente mayor.
-Al leer el guion le dije al director que no iba a hacer la escena de la masturbación. Soy bastante desinhibida, pero algo tan íntimo me daba pudor. Hablando con David supe que no iba a hacer una grosería. Está muy bien que se hable de la sexualidad de los ancianos y que se vea a una anciana masturbándose.
-Tiene cuatro nietos. ¿Es la típica abuela hippie?
-Creo que sí. Tengo la suerte de que mis hijos los han educado bastante bien. Hago cosas que sé que a ellos les gusta. De mis años de hippie, del haz el amor y no la guerra, me ha quedado que hay que hacer feliz al que tienes al lado.
-¿Tiene pensada ya la dedicatoria del Goya?
-Siempre he subido con la cabeza vacía cuando he recogido un premio. Me imagino que me saldrá dar las gracias a David, el director, a mi familia y a los académicos. Te prometo que no quiero escribir ni pensarlo, espero salir airosa y que nadie se moleste.
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