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Fernando González Molina (Pamplona, 1975) cuenta que cuando estudiaba en la ECAM, la escuela de cine de la Comunidad de Madrid, compañeros como Paco Plaza traían las películas más raras y él les ponía 'El príncipe de las mareas'. La «formación absolutamente palomitera» en el videoclub de su barrio quizá explique que el director de 'Fuga de cerebros', 'Tres metros sobre el cielo', 'Tengo ganas de ti' y 'Palmeras en la nieve' (esta última con casi tres millones de entradas vendidas) sea algo así como el 'rey Midas' del cine español.
'Legado en los huesos' volverá a repetir a buen seguro el éxito en taquilla de 'El guardián invisible', que convenció a 600.000 espectadores. La segunda entrega de la 'trilogía del Baztán' -que se rodó al mismo tiempo que la tercera- escrita por Dolores Redondo presenta a la inspectora Amaia Salazar (Marta Etura) como una madre que lucha contra sus fantasmas familiares, un escurridizo criminal y la magia y misterio del valle navarro.
–¿Qué tipo de películas alquilaba en el videoclub de Iturrama, su barrio de Pamplona?
–Aún existe, Don Policarpo. Sigo yendo cada vez que voy a ver a mis padres, al menos una vez al mes. He acabado siendo amigo de la familia que lo regenta. Para mí es como una liturgia alquilar una película, es una de las cosas que más feliz me hacen en la vida.
–En los tiempos de Netflix le sigue gustando leer las carátulas.
–Muchísimo. Tengo 43 años, soy un poco analógico. Tengo todas las plataformas en casa, pero hay algo en entrar a un videoclub que me recuerda a mi adolescencia. Eso y comprar el 'Fotogramas' cada mes eran mis hitos. Alquilaba de todo, era un ratón de videoclub y de librería. Siempre me ha gustado el cine americano de los 80 y 90: Spielberg, Joe Dante... Cine de evasión que me transportaba a otro lugar. Después, en la facultad y en la escuela de cine, me zambullí en el cine de filmoteca. Pero mi formación es absolutamente palomitera.
–Amaia Salazar por fin es madre y los fantasmas familiares vuelven a acecharla.
–Sí. Ha experimentado la maternidad y ha superado de manera aparente los fantasmas que le perseguían. Es una Amaia más empoderada, protectora de su hijo, una superviviente. Pero ya sabemos que los fantasmas siempre están ahí agazapados... 'Legado en los huesos' es una película más emocional, menos invernal y seca que 'El guardián invisible'.
–Esa inundación casi bíblica de Elizondo acerca el filme al género de catástrofes.
–Cuando leí la novela, antes de pensar siquiera en adaptarla, me enamoré de cómo Dolores conjugaba la climatología, los efectos de la naturaleza y el devenir emocional del personaje de Amaia. Conforme emerge de las sombras su historia familiar, llueve más y más y sube el agua del río. Su catástrofe personal es también la catástrofe de la naturaleza. Peleé mucho por mantenerlo en la película, a pesar de la apuesta económica que suponía. Reproducimos un trozo de una calle de Elizondo en una piscina, con motores y turbinas que removían el agua para simular la riada, con los actores con el agua hasta el cuello. Y después vinieron diez meses de trabajo digital. Esta es una peli más cara y visualmente ambiciosa que la anterior. Cine-espectáculo y cine íntimo a la vez.
–Juega con el fantástico al mostrar el lado telúrico de la mitología del Baztán.
–Me parecía más interesante mantener los mitos en la sombra, que se sintiera que había algo mágico alrededor de la protagonista, pero sin verlo de manera explícita.
–¿Que usted sea de Pamplona facilita las cosas?
–Hombre, yo creo que los del norte tenemos una manera concreta de vivir, mirar y mojarnos en el invierno. La luz, el matriarcado, la educación... Muchos elementos de las novelas de Dolores están ligados al norte y los entiendo bien. Hemos rodado mucho en Pamplona, y me hacía especial ilusión. Dolores siempre dice que cuando se enteró de que yo era navarro respiró.
–¿Y se atreve a mostrar a un aparente villano del Opus Dei y la Clínica Universitaria Navarra como escenario del mal?
–Ja, ja. Estamos haciendo ficción. La Clínica y todo lo que tiene que ver con el Opus Dei en Navarra tiene como una atmósfera de poder mezclado con la Iglesia que es un caldo de cultivo muy interesante para hacer una película. Cualquier persona de la Obra que vea la película entenderá que es ficción, no hay ningún afán de retrato fiel ni de molestarles. Yo estudié en la Universidad de Navarra y solo tengo buenas palabras para todo lo que me pasó allí.
–Ha rodado dos películas de un tirón, un enorme esfuerzo de producción.
–19 semanas, una barbaridad. Empezamos en agosto del año pasado y acabamos en febrero. Un montón de localizaciones, 90 actores, efectos especiales... Hacerlas juntas las ha hecho posibles. Rodar todo el viaje con Marta también ha logrado que nos sumergiéramos más en el proyecto.
–¿Por qué nos gustan tanto los thrillers?
–Por la sensación de investigar junto a unos personajes, de recorrer un misterio que te va a ser revelado. También te digo que 'Legado en los huesos' es más una saga familiar que un thriller. Es cine negro, drama familiar y cine espectáculo.
–¿Que su nombre vaya asociado a éxitos de taquilla es una bendición o un estigma?
–Las dos cosas. Yo hago pelis para que la gente vaya a verlas; una sala de cine llena y en silencio es lo que más placer me puede producir. Pero a veces, en ciertos ambientes, te miran desde arriba porque haces cine comercial y no eres un autor. Me da igual. Me siento muy afortunado, aunque ya estoy nervioso pensando en el estreno, no puedo alejarme de las cifras.
–¿Qué es para usted el cine de autor?
–Para mí todo el cine es de autor. Todas las historias las cuenta alguien, aunque cine de autor se asocie con películas pequeñas e historias singulares, alejadas del cine de masas.
analógico
director taquillero
–Afirma que no le saldría hacer una película pequeñita.
–Bueno, últimamente me ronda por la cabeza. A veces siento envidia de rodar con dos o tres actores en un par de localizaciones. Pero mi próxima película va a volver a ser grande, la adaptación de una obra de teatro ganadora del Max, 'La piedra oscura'. Relata los últimos días de Rafael Rodríguez Rapún, el último amor de Lorca. La obra es pequeñita, pero en la película habrá bombardeos, la entrada de las tropas en Santander... Empezaremos en octubre de 2020.
–¿Cada vez es más difícil sacar al espectador de casa para que vaya al cine?
– Sí. Los cineastas nos hemos visto obligados a generar eventos, algo que los espectadores no puedan ver de la misma manera en su casa. Un plus de espectáculo, de singularidad, de urgencia por verlo. Como soy nostálgico, creo en la experiencia de compartir una película en una sala oscura con extraños y espero que no se pierda.
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