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Manolo Zarzo ha «intervenido», como le gusta decir, en 128 películas. En algunas fue protagonista y en otras tuvo tres sesiones. Si cogemos un año al azar, por ejemplo 1973, contamos doce títulos, entre ellos 'El abuelo tiene un plan', 'Lo verde empieza en los Pirineos', 'Aborto criminal' y la serie 'Crónicas de un pueblo'. Algunos días hasta emiten dos cintas suyas en diferentes canales y un vecino le dice que le ha visto haciendo de bueno, de malo, de cura, de vaquero, de torero... «No me acuerdo de todas», reconoce. «La IBM que tengo bajo el pelo no me da para más. Mi familia tenía que comer. Menos prostituirme y bajarme los pantalones he hecho de todo con la mejor voluntad».
Zarzo tiene 87 años y una hermana de 98 que está todavía mejor que él. «Es genético», confirma. «Me he cuidado, no he fumado, no he bebido y he tratado bien a mi cuerpo. Todavía conduzco, aunque me he puesto gafas para leer. He montado a caballo, jugado al fútbol... No he tenido tiempo de ser golfo ni he caído en las trampas en las que cayeron otros compañeros, que les dio por por beber». Desde hace veinte años vive en un adosado de Pozuelo. «Pero en la zona de la estación, ¿eh? No donde viven los ricos, los futbolistas y los productores de cine». Le siguen parando cuando va al Corte Inglés. «Caigo bien a la gente. La cámara me ha querido y la gente también. Captan que nunca he fantasmeado, que conduzco un Renault y no un Mercedes. Y que nunca he sido el galán guaperas».
Pese a romperse la cadera el año pasado, Manolo Zarzo continúa en activo siguiendo el ejemplo de su amigo Manuel Alexandre, que a los 95 años hacía películas. Este fin de semana rodará un cortometraje en Markina (Bizkaia) a las órdenes de Richard Sahagún. Cuando le llaman y el papel le gusta vuelve a sentir lo mismo que cuando se subió por primera vez a un escenario con 14 años. Hace poco le veíamos en la serie de TVE 'Servir y proteger'. «El director me dijo que pagaban una mierda, pero yo tengo ganas de vivir y de hacer cosas», confiesa. Lo pasa mal cuando ve una película y va señalando actores: muerto, muerto, muerto... «Me provoca tristeza y amargura. Hay películas en las que solo quedo yo vivo, es la leche».
Zarzo nació en 1932 en la Colonia de los Carteros del madrileño barrio de Ventas. Fue el menor de los ocho hijos de un obrero de la construcción que pasó la guerra como camillero de la Cruz Roja, recogiendo heridos y muertos del bando republicano. Su madre le inoculó el amor al teatro gracias a las funciones que hacían en los patios de la colonia junto a los vecinos. «En Madrid solo pensabas en cómo encontrar pan, desde entonces odio las lentejas, porque solo comíamos lentejas», rememora. De la guerra no le ha quedado ningún recuerdo. «La guerra fue una mierda, la mayor tragedia de este país, hermanos y vecinos denunciándose y matándose entre ellos...».
Zarzo formó con su hermana Pepita un dúo de variedades y de 1948 a 1951 recorrió todo el país integrados en la troupe de 'Los Chavalillos de España', un grupo de una veintena de críos donde ellos eran la pareja cómica. Debutó en el Teatro Madrid el 12 de julio de 1948. «Como íbamos creciendo, después la compañía se llamó 'Muchachos de España'», apunta. Tenía 16 años y quedó prendado de una bailarina de 14 llamada Angelines López Segovia, que después se cambiaría el nombre por el de Lina Morgan. «Ella siempre dijo que yo fui su primer novio. En aquella época el noviazgo era robar un beso y nada más, el clásico achuchón. Éramos unos críos, vigiladísimos por nuestros padres».
El director Antonio del Amo le reclutó para el cine en 1951 con 'Día tras día' y desde entonces no paró. Ha trabajado con directores como Saura, Camus, Bardem y Almodóvar, pero también en un sinfín de coproducciones que le sirvieron para tratar con mitos como Edward G.Robinson, Terence Stamp, Marcelo Mastroianni o Alberto Sordi, con quien regresó en cueros desde Angola después de donar su ropa a un misionero en el aeropuerto. Zarzo ha rodado en la selva de Camboya y en Vietnam. Y otras veces la aventura le ha pillado en su propia ciudad, como en 1960, cuando, horas después de enterrar a su hija de dos meses, salvó cogiendo en brazos a un empleada que saltaba huyendo del fuego en unos grandes almacenes de la calle Carretas.
Estuvo dos horas clínicamente muerto y tuvo que pasar dos meses boca abajo con el torso escaloyado. Compañeros de profesión como Gila, Concha Velasco, Tony Leblanc y Carmen Sevilla le homenajeron en una gala y el director Ramón Fernández retrasó el rodaje de 'Margarita se llama mi amor' hasta que se recuperó. «Me he llevado muy bien con la gente, jamás he discutido con nadie», asegura. «Solo hay una persona en el mundo de la que no hablo, un actor español que vive todavía y que si le veo caído en el suelo no me agacho».
Casado en dos ocasiones, padre de cinco hijos, uno de ellos actor (David), a Manolo Zarzo le apena que su hija Flavia abandonara la profesión. «Se casó con un pintor francés. Hablamos de Pascuas a Ramos. Me fastidia porque lo hacía muy bien. Se equivocó». Feliz de no haber frecuentado la bohemia –«siempre del trabajo a casa, ¿te puedes creer que no sé jugar al mus?»–, Manolo Zarzo todavía espera el personaje de su vida: «Tengo una mujer maravillosa y unos hijos estupendos, no me puedo quejar. Pero veo que, por culpa mía o del director, no he hecho mi gran papel. A ver si me queda tiempo, como esos actores mayores del cine americano, que lo hace tan bien».
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